La Justicia entrerriana comenzó a juzgar al “Ciudadano ilustre” y reconocido abogado de Gualeguaychú Gustavo Rivas, de 73 años, quien está acusado por episodios de corrupción y promoción de la prostitución de menores de 18 años cometidos entre 1970 y 2010. En la primera jornada del juicio oral, que tiene estipuladas 12 audiencias, declararon el imputado, un delegado judicial y el periodista Daniel Enz, quien en 2017, tras una investigación de un año y medio, dejó al descubierto la otra cara del letrado. Tras la apertura de la audiencia, la defensa solicitó al tribunal la prescripción de dos de los doce hechos denunciados; por eso, la aceptación del planteo por parte de los magistrados dejó afuera del debate oral a dos de los doce denunciantes. La fiscalía se reservó el recurso de recurrir la medida ante una instancia superior, como Casación o la Corte Suprema. 

A las 8.50, la presidenta del Tribunal de Juicio y Apelaciones de Gualeguaychú, Alicia Vivian, y los jueces Mauricio Derudi y Arturo Dumon habilitaron el debate oral por el que pasarán más de 100 testigos (80 por la parte acusadora y 20 por la defensa) y que se hará a puertas cerradas para la prensa para preservar a las víctimas. 

Antes de la lectura de la acusación contra Rivas, la jueza Vivian explicó que las audiencias no serán públicas porque la causa es sensible a la dignidad de las personas afectadas. Habilitó a la prensa el registro de imágenes del inicio de la audiencia, y luego solicitó que los medios dejaran la sala.

La causa Nº J/454, caratulada “Rivas Gustavo/ promoción a la corrupción de un menor, promoción a la prostitución de un menor de 18 años de edad reiterada”, fue elevada a juicio el 25 de octubre de 2018. Ocho de las víctimas están representadas por los fiscales Lisandro Beherán y Martina Cedrés, mientras los abogados Alfredo Vitale y Estela Esnaola ejercen, por separado, las querellas restantes. La defensa de Rivas está en manos del abogado Raúl Eduardo Jurado.

Tras los alegatos de apertura de la fiscalía y las dos querellas, el abogado de Rivas planteó la prescripción de dos de las doce denuncias. Por el planteo, el Tribunal dispuso un cuarto intermedio. Menos de una hora después, los magistrados reanudaron el juicio y aceptaron la solicitud de la defensa haciendo propio un fallo del Superior Tribunal de Justicia provincial, que sobreseyó al bioquímico Carlos Antonio Ríos, condenado por abusar de sus sobrinas, porque la “causa prescribió”.

Una de las dos personas excluidas del juicio fue el abogado y ajedrecista Martín Daneri, uno de los primeros en denunciar a Rivas, y la única víctima que habló públicamente de los abusos.

“No se eleva a juicio cualquier causa. Hay elementos y mérito suficientes para lograr una condena”, dijo a PáginaI12 Daneri, quien reconoció que el juicio le generó “ansiedad”. “Declarar es revivir la infancia y lo que pasó. Sale el niño que tenemos dentro y fue dañado. Pero ver a tu victimario enfrente no es fácil, es doloroso y a las víctimas les da miedo y vergüenza”. No obstante, Daneri, quien podrá ser citado para brindar su testimonio, tiene expectativas de que alguno de los testigos convocados durante el juicio se reconozca como víctima y pueda hablar. “Es algo que ocurre con frecuencia en los juicio de abuso sexual”, remarcó.

En el arranque del juicio, se incorporaron las pruebas documentales, que incluyen fotografías y filmaciones obtenidas durante los allanamientos a la vivienda y el estudio del letrado. 

Rivas declaró durante casi una hora, sin contestar preguntas de las partes. Luego fue el turno de Enz, director de la revista Análisis, cuyas publicaciones dieron pie para que el Ministerio Público Fiscal iniciara, de oficio, la investigación que puso en el banquillo de los acusados a quien fuera candidato a gobernador por la Ucedé en 1987 y profesor en distintos establecimientos educativos. También se le tomó testimonio a Lucas Pascual, quien intervino como delegado judicial en el proceso de investigación.

Los testimonios recolectados por la revista Análisis daban cuenta del modus operandi del abogado, que consistía en invitar adolescentes a su hogar, regalarles cigarrillos y whiskies, entre otros presentes, para luego hacer sesiones donde “les pasaba videos pornográficos; los masturbaba; les practicaba sexo oral y se hacía penetrar o colocar elementos importantes en su ano”.