A la idea de que el heavy metal contribuyó a ensanchar la base social de la cultura rock argentina --que hasta la aparición de ese movimiento era una expresión mayoritariamente de clase media-- ahora se le suma una nueva mirada que ya no lo analiza en función de otras expresiones locales sino en un contexto regional que lo ubica a la vanguardia de escenas similares de otros países. Esta es la lectura que se desprende de Songs of Injustice, el documental dirigido por Nelson Varas-Díaz, investigador portorriqueño radicado en Miami y profesor de la Universidad Internacional de Florida, donde además integra el Departamento de Estudios Globales y Socioculturales. La película será presentada y proyectada con entrada libre y gratuita hoy a las 19 en la sala Meyer Dubrovsky, del tercer piso del Centro Cultural de la Cooperación, en Avenida Corrientes 1543.

Además psicólogo social, Varas-Díaz viene estudiando la cultura heavy continental desde hace diez años, cuando comenzó con trabajos de campo en Puerto Rico. Pero el interés luego se fue expandiendo al Caribe, donde relevó y visibilizó inimaginadas escenas metaleras en países como Cuba o República Dominicana, hasta finalmente abarcar Latinoamérica de punta a punta con su nuevo documental. Para ese fin, se centró estratégicamente en cuatro países: México, Chile, Perú y Argentina. “Poco a poco fui viajando por lugares que sabía que tenían escena metalera fuerte. Y Argentina es el primero que viene a la mente”, reconoce. “Me interesa la cuestión sociopolítica, y en ese sentido procuro contextualizar las expresiones locales dentro de los eventos históricos y culturales en las que se desarrollan.”

A pesar de que por naturaleza se ubica al heavy metal como un género “transgresor” per se, la riqueza del trabajo investigativo de Varas-Díaz reside justamente en diferenciar las motivaciones y derivaciones locales que dan sentido sociopolítico a cada escena metalera en particular. A esa conclusión llegó tras entrevistar implicados en cada uno de esos cuatro países, entre ellos investigadores de la Universidad de Buenos Aires y miembros de las bandas argentinas Arraigo y Tren Loco.

“Así como los británicos hablan de transgresión en el metal en relación a las desilusiones de la clase media, y los norteamericanos a las críticas al conservadurismo de su sociedad, en Latinoamérica esta es mejor entendida a partir de las distintas manifestaciones contra el colonialismo”, asegura el portorriqueño. “La experiencia colonial del siglo XV aún está vigente a través del intervencionismo de los siglos XIX y XX presentes en el neoliberalismo y la privatización de recursos. Todo esto nos permite entender al heavy metal de nuestra región desde una perspectiva teórica especial y diferente a la del eje anglosajón”.

El repaso por la escena peruana permite observar la fragmentación de la sociedad y el modo en el que las elites dominantes invisibilizan los sectores indígenas, algo que intentan contrarrestar bandas como Flor de Loto a partir de la inclusión de narrativas y sonidos originarios como los que proveen la quena o el charango. Y queda claro que en Chile el heavy surgió en dictadura, lo cual demuestra valentía pero también padecimiento: Yanko Tolic, cantante del grupo fundacional Massacre, fue salvajemente torturado tan solo por su aspecto estético.

Por su parte, sobre México la película aporta testimonios que dan cuenta del impulso que parece caracterizar al heavy metal latino: “Lo político te hace entender la realidad en la que vives para poder cuestionar las relaciones sociales que te rigen”, sostiene Luis Oropeza, cantante, guitarrista y trompetista de Acrania, una banda que admite con orgullo mezclar death metal con merengue como una forma de apropiarse de los recursos musicales autóctonos. Al mismo tiempo, todas estas escenas reflejan los contextos violentos en los que se originaron las subculturas heavies de la región: Perú bajo la expansión violenta de Sendero Luminoso y la contraofensiva paramilitar del Estado, Argentina casi en simultáneo con la Guerra de Malvinas, México en la “lucha” contra el ejército zapatista.

Dividido en bloques por países, Songs of Injustice reserva su turno final a Argentina. “El metal argentino es diferente y particular. Lo que me llama la atención viéndolo desde fuera es el asunto de las solidaridades”, explica Varas-Díaz, quien se quedó sorprendido con el concepto de “aguante”. “No imaginaba esta reconceptualizacion del aguante como un evento político. Es decir, una forma de entender el contexto opresivo en el cual los pobres siguen siendo pobres y los fenómenos educativos se les restringen.”

“La contribución que hace Argentina al metal latinoamericano es la redefinición de la música no solo como entretenimiento sino como una forma de resistencia crítica. Es decir, no solo cantar sobre algunas cosas sino actuar en base a ellas. Esta perspectiva de responsabilidad social sobre el heavy se convirtió en una estrategia de educación para el resto de la región”, detalla Nelson. “Ahora vemos ejemplos de metaleros de Guatemala que trabajan como voluntarios en zonas pobres, colombianos operando sobre la cultura de la droga para sacar a los chamacos de ella o el caso de Ecuador, donde se manifiestan contra las bases militares y la exploración ecológica. Son formas de dejar de cantar críticamente para empezar a actuar, y los argentinos dieron cátedra en relación a eso.”

* Songs of Injustice será proyectado hoy a las 19 en la sala Meyer Dubrovsky del Centro Cultural de la Cooperación, Avenida Corrientes 1543.