Me interesa precisar el hallazgo, lo inédito que comporta el acto de escribir, cuando se produce en el encuentro con un analista. Esa trama de discurso donde el inconsciente se pone en acto, es un hallazgo siempre único que cada quien encuentra en su recorrido.

La palabra dicha en un análisis -a veces, con más o menos desdicha- tiene el estatuto de aquello que se escribe, que permanecerá significantizado por siempre, se escuchará una y otra vez de diferentes maneras, lo diremos de diversos modos, pero lo que allí se dijo permanecerá intacto, intemporal, y hasta -diría- en cierta dimensión por fuera de las coordenadas del tiempo y del espacio. Y esto es porque el análisis instala otras coordenadas que incluyen, la voz, la cadencia, el tono, el cuerpo.

Podría, en este punto, generalizar y decir que todos, alguna vez salimos de sesión flotando un poco por el aire, sin saber qué recorrido tomamos para volver a casa, con aquella frase que resultó enigmática, era lo que yo dije pero dicho así por el otro se escuchó distinto, esta vez. Algo quedó suspendido de la escena, resaltado, y hay que hacerle lugar a eso nuevo, novedoso que comienza a ser escrito, o que anhelamos escribir en papel, para poder cernir un poco más, descifrar su sentido.

Seguramente a muchos de nosotros nos ha pasado habernos quedado perplejos por una palabra, u otro ordenamiento de nuestras propias palabras, a veces, frases quizás sencillas, pero de una justeza exquisita.

En el Seminario XX, página 174 dice Lacan; "Diré que lo importante en lo que revela el discurso analítico, y sorprende no ver su fibra en todas partes, es esto: el saber que estructura en una cohabitación específica al ser que habla, tiene la mayor relación con el amor. Todo amor encuentra su soporte en cierta relación entre dos saberes inconscientes".

Llegando casi al final de este recorrido, quisiera concluir con esta idea. Las palabras, en un análisis, tienen el estatuto de lo dicho que queda, que hace acontecimiento, que se inscribe como letra. Anclaje de simbólico en lo real. En este sentido, lo dicho hace marca, en cuanto a que es un decir que no retrocede, así como no retrocede el analista con su deseo, cuando éste lo ha alcanzado en su propio análisis.

Nuevas marcas, nuevos trazos y un nuevo amor, o una nueva modalidad de amar. En "Aun" dice Lacan, "lo único que hacemos en el discurso analítico es hablar de amor".

Nada podría inscribirse sin ese otro con el que se cuenta. Es el analista quien sostiene y propicia ese acto de escritura, que es de a dos. "El Psicoanálisis suministra el hilo que conduce a la persona fuera del laberinto de su propio inconsciente". Hilo que enlaza a analizante y analista. Qué nudo hará cada uno con esos hilos será siempre una elección singular. En algunos, el deseo tomará cuerpo en la escritura, en otros se armarán otras suplencias, diferentes armaduras frente a lo imposible de decir.

En el Seminario XIX dice Lacan. "Cuando escribo encuentro algo. Es un hecho, al menos para mí. Eso no quiere decir que si no escribiera no encontraría nada. Pero en fin, quizá no me daría cuenta".

La escritura es encuentro y, en su reverso, todo encuentro es contingente, cesa de no escribirse. Dimensión de encuentro, que es con el otro, con las propias marcas, con otras nuevas, y con una oportunidad única de escribir de otro modo una vida.

*Psicoanalista.