Juan Martín Del Potro está desorientado. Desde que sufrió la fractura de la rótula derecha en octubre, por un infortunio en el torneo de Shanghai, todos sus pasos no hicieron más que alimentar la incertidumbre. Aquella lesión lo frenó en uno de los mejores momentos de su carrera y pocas semanas antes del Masters de Londres, al que se había clasificado por primera vez desde 2013.

Quizá por eso se ilusionó con llegar a la cita de fin de año, un objetivo imposible desde lo racional pero que lo motivaba para atravesar un nuevo obstáculo físico. No obstante, regresó en Delray Beach, en febrero, 131 días después del golpe en China y tras encarar un tratamiento de rehabilitación con Sergio Batista, el reconocido médico de Boca Juniors.

Su desempeño en el Condado de Palm Beach arrojó más dudas. Jugó tres partidos –los únicos en el año–, experimentó molestias y decidió bajarse de Acapulco, torneo que había ganado en 2018 y que marcaba el inicio de una gruesa cosecha de puntos que debía defender. ¿Por qué se apuró en volver si aún no estaba totalmente recuperado? Las opciones son dos: hubo una fallida valoración médica o tomó una decisión con demasiada rapidez por los compromisos tenísticos y económicos de los eventos venideros.

Según supo Página/12, la operación surgía como una alternativa más que factible, una intervención que lo dejaría fuera de las canchas al menos otros cuatro meses. Pero Del Potro, quien ya había entrado al quirófano cuatro veces por sus lesiones ligamentarias en las muñecas, evitará esa instancia hasta las últimas consecuencias. Por eso canceló su participación en Indian Wells y Miami para afrontar una terapia regenerativa con plasma enriquecido en plaquetas con el objetivo de recuperar el cartílago y revitalizar la zona afectada.

El impacto anímico de la lesión había frustrado tanto su buen momento como otro tipo de planes. Su entrenador Sebastián Prieto le había propuesto el año pasado viajar menos y, en ese contexto, ya estaba encaminado el ingreso de otro coach del seno íntimo: Mariano Hood, el subcapitán campeón de Copa Davis en 2016. Por el momento, está claro, es una opción que permanece frenada.

Con ganas de despejar la cabeza y alejar los fantasmas, el número nueve del mundo estuvo hasta hace pocos días en Miami con amigos, en la zona de Brickell, y les dio vacaciones a los integrantes de su equipo de trabajo hasta dentro de un par de semanas. En tanto, se entrenaba de forma liviana para ver la evolución de su rodilla. Un video lo mostró en una práctica con Tomás Etcheverry (19 años, 645° del mundo), quien luego desmintió en diálogo con este medio que las imágenes fueran actuales porque en aquel momento jugaba un torneo en Portimao, Portugal. También se lo vio pelotear con la griega Maria Sakkari –50° del ranking WTA– en las instalaciones del Crandon Park, la antigua sede del Masters 1000 de La Florida.

El distanciamiento con Batista, el hombre que lo trató desde el inicio de la lesión, queda de manifiesto con las otras consultas médicas que Del Potro realizó fuera del país. El ex número tres del mundo viajó a Barcelona y se atendió con Angel Ruiz Cotorro, el profesional de confianza de Rafael Nadal, el mismo que asistió a David Nalbandian en su operación de cadera, en mayo de 2009. El tandilense confirmó, en su anuncio por las redes, que el especialista en traumatología deportiva está satisfecho con los progresos y que pronto volverá a entrenarse en los courts. ¿Acaso no había trabajado con Sakkari en una cancha? ¿O aquellas imágenes no fueron más que una puesta en escena? Aún no existen rastros de una eventual operación; sí, por el contrario, cada vez más incertidumbre.

El campeón del US Open 2009 aparece en la lista de jugadores para el Masters 1000 de Madrid, que comienza el próximo 5 de mayo, aunque todavía es temprano para saber si jugará. En pleno desasosiego, mientras tanto, se esperan definiciones sobre su futuro.

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