“Insistimos con hacer discos”, plantea Hernán Cabrera. Y cuando el director de la Orquesta Típica Ciudad Baigón dice “discos”, no refiere a un mero conjunto de singles, sino al disco como un todo conceptual. “Pensamos la obra en su totalidad, como el desarrollo de una idea. Así como le damos bola a la estética, su temática, también al orden de la obra. Algo con eso queremos decir”, propone a prósito de La rebelión de las polillas, tercera placa del grupo que grabaron en los estudios Abbey Road, de Londres, presentarán entre este jueves a las 21.30 y el domingo en su propia casa, el Galpón B (Cochabamba 2536). “Si uno lo lee o escucha en orden, va a encontrar preludios y también un recorrido en lo que las letras van diciendo”, agrega Gabriel Gowezniansky, violinista de la orquesta y uno de los compositores del conjunto. “En discos anteriores mirábamos la 'ciudad baigón' que imaginábamos y era un mundo complicado. Ahora la ciudad sigue ahí, podés percibirla en las estrofas, pero en los estribillos aparece un camino alternativo, un rayo de luz”, señala.

-En algunos pasajes se siente cierto aroma a 2001, ¿no?

Hernán Cabrera: --Puede que lo tenga, también. Puede que tenga una mirada un poco pesimista en algún punto, pero coquetea con la optimista. Quizás el último tema, que lo cierra, es más bélico. Sigue habiendo un poco de los anteriores discos, pero también una mirada más interior, de qué le pasa a cada uno.

Gabriel Gowezniansky: --También lo que sucede es que 2001 y esas fechas claves, aunque no trabajes directamente sobre eso, también escribís sobre eso. Porque lo viviste, lo padeciste y quedó en el karma colectivo de la ciudad. Por más que digas que tu metáfora habla de otra cosa, ess carga está. Después la cosa está en ver qué hacer con eso. Ahí está un poco esta mirada interna. Por ejemplo, está la zamba que tiene una mirada muy zen.

-¿Cómo fue eso?

G.G.: --¿Cómo explicarlo? Fue una experiencia. Cuando la mente esta completamente libre, vacía de la carga de tu historia personal, te podés encontrar en un momento de silencio. La letra apunta a eso. Si no soy esto ni aquello, ¿qué soy? ¿Quién soy? Pero el “qué soy” es aún más general, ni siquiera hay un 'quien'. Esta letra es la más profunda en ese sentido, se pregunta por el ser, qué estoy haciendo en esta ciudad y qué hago con eso. Y todo arte es una respuesta eso.

-Entre su segundo disco y este abrieron Galpón B. ¿En qué medida el espacio propio los influyó?

H.C.: --Por lo pronto, el Galpón nos lleva muchísimo trabajo. Hicimos nuestros primeros dos discos tocando en la calle y después, sabiendo que nos quedábamos sin la calle, decidimos hacer el Galpón. Ya son cinco años que estamos solos, que está la orquesta a cargo del lugar. Y muchos de nosotros nos ocupamos muchísimo del funcionamiento. El Galpón influye en todo porque ahí nos juntamos, ensayamos, pensamos. Además, tiene las condiciones que necesitamos como orquesta típica, que no son fáciles de encontrar, y también la posibilidad de programar nuestros propios shows. Así que nos da libertad. Es gratificante, pero nos demanda tiempo.

G.G.: --El Galpón también es resultado de lo que buscamos como orquesta, de ir hacia una cultura independiente. ¿Qué más independiente que tener nuestro propio lugar? ¿Que invitar a otros grupos y darle a esta ciudad un espacio donde la música independiente exista? Lo perciben los colegas. Un lugar gestionado por músicos es diferente de uno donde tenés a una persona haciendo los números. Nosotros los hacemos cada vez más, todos sabemos por qué, pero tiene toda una apuesta cultural de que el arte se sostenga a sí mismo.

-Este disco lo grabaron en Abbey Road. ¿Cómo fue eso?

H.C.: --Una experiencia increíble. En lo personal, estando ahí, yo no entendía muy bien qué pasaba. Estás con tanto en la cabeza, pensando en grabar, que fue todo en una jornada larguísima, porque no estás de turista. Estás concentrado en lo que tenés que tocar, en cosas técnicas, meter las notas, los tiempos de trabajo. Entonces empecé a disfrutarlo una vez que ya había pasado. Y fuimos ahí porque necesitábamos buscar otro sonido, uno que no habíamos podido generar en los estudios de acá. También para pasar por esa experiencia de exigencia. Y hubo una apuesta a grabar tango en un lugar donde se hace rock, porque todos somos rockeros. Por eso buscamos a alguien de ese palo para que lo mezcle y no suene igual al resto.

G.G.: --También es parte de lo que buscamos con nuestro trabajo, que es posicionar al tango nuevo. Haciendo nuevas letras, nuevo arte. Dentro de ese plan, no cualquiera graba en Abbey Road. Hubo que mandar material al estudio y también eso es mostrar que el tango actual está al nivel de los mejores del mundo.