Se cumplen diez años de que cuatro chicos de Avellaneda formaran Albrío. Diez años de ir todos al mismo colegio, de tocar para juntar la plata del viaje de egresados y de que Nahuel Lervasi trajera un CD-ROM con siete canciones en las que tocaba la guitarra, el piano y cantaba. Enseguida fue llamando de a uno a los músicos para unirse, con la particularidad: no tocarían covers. Hoy Albrío está preparando el festejo de la década con nueve (¡o más!) músicos en escena: “Intentaremos retratar todo lo que pasó en estos diez años”, promete el bajista Francisco Carbone acerca de la celebración que será este 27 de abril a la medianoche en Club Lucille.

Con el fanatismo por Lost como paisaje de esos días de escuela, el cuarteto enseguida supo que quería manejarse de forma profesional en cuanto a la creación y producción de canciones. Así, y aún asistiendo a clase, comenzaron a grabar Los árboles dicen cosas, un demo de cinco canciones que salió en 2010. Luego vino el primer disco, Ciudad (2013), producido por Abril Sosa, que significó el cambio de paradigma en el porvenir de la banda. “Realmente aprendimos a ser profesionales. Sacar un disco con un productor conocido, con canciones, con una mirada, un objetivo, un trabajo mucho más serio y grabado en estudios El Pie”, recuerda el guitarrista Diego Galli.

Anteriormente, él y Nahuel habían viajado a Nueva York y sabían que allí se encontrarían con Abril Sosa para charlar. El líder de Cuentos Borgeanos terminó produciendo el primer disco y, desde ahí, Albrío continuó el patrón de trabajar con productores: “Nos ayuda fríamente a mirar una canción. El productor está menos encariñado con un tema y nos ayuda a trabajarlo”, dice Diego.

Tres años después grabaron Lo que queda en la distancia –también producido por Sosa y con participación de Marilina Bertoldi–, cuyas canciones funcionan con diferentes texturas, entre el sonido y las letras. “Valoro mucho la experiencia, la libertad con la que nos manejamos. Ya teníamos un recorrido con Abril, ya nos conocíamos. Nos dio más libertad, así pudimos explayarnos mejor”, dice el bajista.

Un punto alto de ese momento, y tal vez una situación con la cual trazar un paralelismo en cuanto a los problemas que se pueden presentar, fue el día de la presentación de Lo que queda en la distancia. Las entradas estaban agotadas hacía varios días y Albrío estaba exultante con tremenda noticia. Cuando llegó la noche de la presentación, el auditorio del lugar, que quedaba en un sótano, estaba inundado. Comenzaron a los baldazos. “Querían suspenderlo y dijimos ‘No, dame baldes’. La gente ni se enteró. En ese show habíamos invitado a Guarni, el tecladista de Tan Biónica, y nos daba una mano. El show fue un éxito. Afrontamos la situación”, dice Diego.

Motivados por la idea de integrar diferentes track lists, Albrío comenzó a producir una serie de singles. Desde 2018 y siguiendo los designios del mercado de redes y plataformas digitales, sacaron De pie de nuevo, producido por Macabre y Agustín Rocino de Catupecu Machu; Arrabal, con producción de Francisco Bochatón; y El lugar, trabajado con Francisco Ruiz Barlett. “Es un desafío para nosotros. Cuando sacás un disco no van a estar todas las canciones buenas: si sacás un single esa canción sí va a estar buena”, dice Diego. Y Francisco cierra con la enigmática aparición del siguiente productor, ya que desconocen quién mejorará una nueva canción bajo los parámetros artísticos de Albrío.

* Albrío celebrará sus diez años el sábado 27 a la medianoche en Club Lucille, Gorriti 5520.