El miércoles pasado, comenzó su temporada de exposiciones 2019 el Museo de la Ciudad de Rosario "Wladimir Mikielievich" (Oroño 2300, Parque Independencia), cuyo nuevo director, Nicolás Charles, asumió su cargo a fines del año pasado y le dio una impronta comunicacional dinámica y amigable.

No fue por falta de hospitalidad que el Museo bajó la temperatura de una de sus salas a 16 grados y la pintó de negro. En el antiguo invernadero se inauguró el miércoles la exposición de videos "Fugas y resistencias" y en el renovado patio, no lejos de las ya restauradas musas de la poesía que adornaban el frente de la farmacia L'Aiglon, el bar El Riel convidó a la multitud de asistentes con el trago "Amargo Obrera". Aquel mix de Amargo Obrero y almíbar de cítricos hubiera aliviado las dolencias laborales de las Obreras del frigorífico Swift a cuya visibilización está dedicada la muestra que podrá recorrerse hasta el 19 de agosto, de martes a domingos, en el edificio principal.

Con curaduría de Laura Pasquali, quien coordinó un equipo de trabajo integrado por Beatriz Argiroffo, Gisela Figueroa, Luisina Agostini y estudiantes de las carreras de Historia del IES "Olga Cossetini", Obreras. Trabajo en el frigorífico y el barrio Saladillo es una muestra única, que invita a una experiencia de inmersión sensorial y afectiva en el tema investigado. Los ámbitos de producción fabril, trabajo doméstico, lucha política y ocio de las obreras de la empresa cárnica estadounidense que dieron su perfil popular a la zona sur de Rosario son reconstruidos en cuatro salas diferentes, no sólo a través de una impactante y bien articulada selección de testimonios, objetos, fotos y otros documentos de época, sino además mediante intervenciones escenográficas al espacio expositivo que lo disfrazan temporalmente como frigorífico, casilla de chapas o protesta callejera, comunicando al público la historia local como experiencia, en forma vivencial. Al frío artificial (más tolerable que el del frigorífico, donde la patronal y la delegada del sindicato pujaban entre 6 y 10 grados Celsius, por no hablar de las cámaras frigoríficas a 20 bajo cero) se suman las paredes pintadas de negro para sugerir la oscuridad que recuerdan las obreras jubiladas entrevistadas en la investigación que dio origen a esta muestra, y un audio de sala que repone los sonidos cotidianos del frigorífico y el barrio, vivos en la memoria de las testigos: la sirena que anunciaba la entrada y salida de la fábrica, las chairas afilando cuchillas, las sierras eléctricas, las voces de las activistas. Del lado del hábitat, todo es miseria decorosa enmarcada por un pasaje de Las colinas del hambre, de Rosa Wernicke. En cuanto al ocio de las obreras del Swift, el chapuzón dominguero en el arroyo Saladillo es recordado en un poema de Alfonsina Storni y en una foto de Chiavazza.

En los aportes documentales y artísticos a la producción de la muestra se articularon al Museo de la Ciudad el Museo Municipal "Dr. Raúl Malatesta" de Villa Gobernador Gálvez, la Escuela Superior de Museología, la Escuela Musto, las carreras de Historia del Instituto de Educación Superior Olga Cossettini y coleccionistas particulares. Una docente de la Musto, Mabel Rodríguez, dibujó un paseo en imágenes para apoyar una actividad interactiva con el público alrededor del barrio. Charles se enorgullece del "rostro" de la muestra, el retrato "Obrera" pintado en 1962 por Aldo Magnani. Es una representación modernizante que organiza figura y paisaje fabril en una vigorosa geometría y una bella gama tonal de ocres y azules. Integró una muestra en la Musto cuyo curador, Guillermo Fantoni, aporta una biografía del casi centenario artista, quien prestó el original, su paleta y otros recuerdos del sur donde vive.

Trabajo en el frigorífico y el barrio Saladillo es una muestra única, que invita a una experiencia de inmersión sensorial.

El óleo de Magnani se reproduce en la tapa de Género, memoria e identidad. Historias de las trabajadoras de la carne del Swift Rosario (1930-1944). El libro reúne trabajos del proyecto de investigación de ese nombre que, dirigido por la curadora de esta muestra junto con María Pía Martín (doctora en Historia, UNR), fue radicado en el IES Olga Cossettini y en el ISHIR (Investigaciones Sociohistóricas Regionales) del CONICET (CCT-Rosario) y financiado, a partir de un concurso, por el gobierno provincial. La exposición se basa en la investigación cuyos trabajos se publican en el libro, y amplía hasta 1959 el período trabajado por Roxana Cáceres, Flavia Mansilla, Débora Contadin, Alejandra Pistocchi y Beatriz Argiroffo.

No se huele el hedor a sangre y grasa pero sí se leen en una pantalla los dolorosos testimonios de las obreras y viene a la mente, resignificado, el eslogan vegano "Carne es asesinato". La idílica revista empresarial "Swiftlandia", impresa como un velo que recubre la dura realidad de la explotación, contrasta fuertemente con las denuncias sindicales sobre las insalubres condiciones de trabajo y lo inhumano del "estándar", la presión patronal ejercida desde la crisis de 1929 para que cada obrera u obrero mantenga durante toda la jornada su máxima velocidad de producción, muriendo por agotamiento entre los 35 y los 40 años. Del Swift de Berisso, La Plata, provienen el fichero, el reloj y el cronograma que se exponen; había allí una "Oficina de tiempo" para organizar cada minuto de paga y labor.

Por una coincidencia imprevista, a la salida del Museo, un carrito vende panchos y hamburguesas hechos con productos frescos del Swift.