Estuve en el estadio de Salta cuando Marcelo Gallardo dio una lección de humildad y al mismo tiempo un ejemplo de honestidad brutal. Fue el miércoles pasado, cuando River por la Copa Argentina venció 3 a 0 a Argentino de Merlo. En el momento en el que el equipo de Nuñez ganaba por dos goles, la hinchada millonaria comenzó a cantar el clásico “Ole, ole”. En ese mismo instante, el Muñeco se dio vuelta, se acercó a la hinchada  y con cara de “que sea la última vez” le pidió a la barra brava que deje de cantar eso. “No hay que cargar al rival y nosotros no estábamos para tirar manteca al techo tampoco”, dijo más tarde en la rueda de prensa, como admitiendo que tan bien no estaban jugando. Lo que no se contó fue que la hinchada de River respaldó el gesto del entrenador, aceptó el reto y comenzó a cantar cantitos teñidos de humildad. Comenzó con un clásico:  

“Vamos los Millos  que tenemos que ganar

respetando la hidalguía del rival…”.

Y siguió en la misma línea con este otro: 

“Esta es la hinchada loca del Millonario,/la que alienta a River con  nuestro canto./ Somos en cierta forma un buen equipo,/ aunque tampoco, claro, es para tanto”.

Y tras la goleada final, sin exagerar en el festejo, guardando serenidad y después de aplaudir al rival de la noche, Argentino de Merlo, la hinchada millonaria, ahora bautizada “Los Mesurados del Tablón”, se fue cantando esta canción:

“River, mi buen amigo,/esta campaña volveré a estar contigo./ Al contrincante siempre lo estimo,/ soy su rival pero nunca su enemigo”.

Contagiados con ese espíritu de modestia que partió de Gallardo y luego continuó la hinchada riverplatense, los pocos hinchas de Argentino de Merlo que se hicieron presentes en el estadio Padre Martearena de Salta, comenzaron a cantar:

“Merlo querido,/damos la vida por vos./ Te seguimos a todos lados/ todos tus hinchas, los 32”.

Y no solo hicieron alusión al escaso número de concurrentes, también a la austeridad del club y de su equipo: 

“Yo soy de Merlo, señor./ Nuestro club siempre está en la lona./

Si querés salir campeón/mejor hacete del Barcelona”.

No estaría mal que esta honestidad gallardiana se apodere del fútbol argentino. Me imagino a árbitros que declaren así: “Dirigí muy por debajo del promedio, no vi dos penales. Soy un desastre, no puedo dirigir ni un picadito de playa entre solteros y casados”. O a jugadores admitiendo faltas: “Señor juez, el gol lo hice con la mano, no corresponde que lo dé por válido, merezco la roja”.  Y me imagino que los dirigentes de la AFA… bueno, no, no tengo tanta imaginación.