Roger Federer no tiene nada que perder. A esta altura del partido, por el contrario, tiene muchísimo para ganar. Su regreso a los torneos de polvo de ladrillo podría configurar una suerte de catapulta con vistas a la segunda mitad de la temporada.

El suizo jugará el Masters de Madrid, que comienza el 5 de mayo, y luego Roland Garros, aunque también podría sumar en el medio el Masters de Roma, donde figura anotado pero no tiene obligación de asistir. Su última aparición oficial en canchas lentas fue precisamente en la capital de Italia, en 2016, en la caída ante el austríaco Dominic Thiem en octavos de final. Aquel año no pudo disputar el Grand Slam francés por el recrudecimiento de una dolencia en la espalda.

A diferencia de las últimas dos temporadas, en las que optó por otras prioridades, se saltó toda la gira de polvo y hasta llegó a permanecer más de tres meses alejado del circuito, Federer volverá a patinar en la tierra y a mancharse las medias de color naranja. En otras palabras, se meterá de nuevo en el barro y tendrá todo para sumar en su superficie menos predilecta. Pura ganancia.

La conquista en el Masters de Miami lo volvió a colocar como el número cuatro del mundo y la etapa europea de clay se le presenta como una buena oportunidad de recortar distancia con Novak Djokovic, Rafael Nadal y Alexander Zverev. Si bien el serbio no tiene demasiado para defender en esta parte del calendario, un rendimiento óptimo de Federer lo llevaría a discutir el segundo y el tercer puesto con el español y el alemán, quienes tienen una gran cantidad de puntos que revalidar. Recién después, cuando el circuito se mude al césped y más tarde al cemento norteamericano, el suizo podría incluso luchar por la cima del ranking con Djokovic, que tendrá toneladas de unidades para convalidar –fue campeón en Wimbledon y el US Open, por caso–. Sería una cruzada dependiente de diversos factores, claro, aunque puede ser factible si Federer consigue generar algún cimbronazo en los torneos por venir.

“No jugué ni un solo punto en todo el año pasado, y hace dos años apenas jugué dos días”, explicó el campeón de 20 Grand Slams tras comenzar sus entrenamientos en canchas lentas, en una muestra clara de lo que significará su reaparición. Aunque hayan quedado lejos en el tiempo, hayan sido opacados por el fenómeno Nadal, sus números en polvo de ladrillo no son nada despreciables. Sobre todo si se trata de una superficie que no le resultó primordial.

Federer totaliza 214 victorias y 68 derrotas en clay, con una eficacia muy positiva del 75,9 por ciento. Fue campeón en Roland Garros 2009, el título que lo llevó a completar los cuatro títulos de Grand Slam, y además conquistó otras diez coronas. Si bien sus choques con Nadal oscurecieron su desempeño, el suizo consiguió arrebatarle de las manos dos trofeos de Masters 1000: Hamburgo 2007 y Madrid 2009. De hecho, el triunfo en la final del certamen alemán cortó la racha de 81 victorias al hilo del español en polvo de ladrillo, una cifra que se mantiene como record absoluto y que en su momento enterró las 53 de Guillermo Vilas.

Agregar compromisos de la gira europea a su calendario también significa una carga extra para Federer, que cumplirá nada menos que 38 años en agosto y que jugó un total de 25 torneos en las últimas dos temporadas –doce en 2017 y trece en 2018–. Con Madrid y Roland Garros confirmados, la expectativa por Roma y los cuatro que ya tiene en su mochila personal, el suizo podría llegar este año a disputar hasta 15 o 16 certámenes, lo que implicaría una exigencia superior para su físico. Por otro lado, sin embargo, también sumaría kilometraje en busca de dos de los records históricos que todavía persigue y que poco a poco empiezan a crujir: los 1256 triunfos totales y los 109 títulos de Jimmy Connors.

Con 1198 victorias y 101 trofeos, el suizo empieza a acechar con firmeza al estadounidense. Añadir participación en el circuito puede contribuir a su búsqueda insaciable. Porque no jugará en polvo por una simple decisión; lo hará porque siente que puede ganar. Y ganar en el barro, por más difícil que parezca, no es imposible para Federer.

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