Cruzo la puerta y entro en una sala en penumbra. Una batería aguarda silenciosa sobre el lado izquierdo del escenario. Está por empezar “Transparencia en trance”. Rápidamente se llena el cuarto, se proyecta una lluvia de imágenes y una percusión acelerada precede el ingreso de lxs actorxs a escena. Sus cuerpos se alborotan eléctricamente en el espacio, agitando el ambiente. Al detenerse, todxs se desparraman por el lugar, mientras que algunx de ellxs toma la posta, sentándose sobre un banquito iluminado en el centro. Y pareciera que el agite interior que dejó tanto movimiento da lugar, sin miedo, a las palabras sinceras de un relato, que no surge del azar. 

Brotan como empujadas de las bocas las anécdotas, que son parte de sus propias historias que se irán trazando durante la obra. Pero los relatos son frescos, con la transparencia de quien, haciendo proceso, no juzga sus sentires. Y un texto que podría suceder con mucho drama, se transita con soltura, como jugando a decir. La tensión, siempre presente, está del lado fuera de la escena. Está para quienes abrimos la escucha e inevitablemente, nos identificamos (o no) con les jóvenes que se narran.

“Cuando era chica, no tenía muñecas -relata Helena Klachko desde el banquito-. Tenía figuras de acción. Toda la colección de100 % Lucha. No me gustaban, ni me sentía identificada con esos musculosos enormes. Pero jugaba, porque como cualquier nene quería jugar… Un día la vi a mi abuela tejiendo. Me llamaron la atención esos ovillos de lana de muchos colores… Sin que se diera cuenta, le robé uno. Armé una peluquita, y así fue como ‘La Mole-Moli’ pasó a ser Carla.” Helena (23), es activista de Mujeres Trans Argentina y estudiante universitaria. Me cuenta que disfrutó mucho todo el proceso de la obra. “Considero que es muy lindo cómo se trata todas las veces que surge la temática trans; pero me gusta en general cómo se trabajan todas las partes en que entran en juego la sexualidad, el género, la identidad. Los textos se armaron de una forma muy coloquial, casi como los contamos desde que los llevamos a ensayo la primera vez, de forma que es entendible para quien sea que vea la obra.”

Maia Mónaco, directora de la obra, agrega: “El proyecto nació de charlas con mis hijxs. Las cosas que les pasan, que sienten, aquellas que les cuestan. La relación con la droga, con el sexo, con la identidad… todo lo que sucede en escena comenzó con una búsqueda que partió de la improvisación de lxs actorxs en relación con los dispositivos que les propuse, que son algunos de los que hace tiempo trabajo en seminarios de producción escénica. Lo que hoy en día sucede en cada función es producto de la conjunción del agite corporal y rítmico que dialoga con los micro relatos audiovisuales que proyectamos, para dar luego lugar al corte rápido, al banquito y que surjan los relatos que deseen contar, sin pensar demasiado”.

Parecería que la práctica de agitar el cuerpo, de moverlo libremente, arrojara lejos la vergüenza para encarar ese momento un tanto confesional de tener la luz de frente, el banquito y la quietud, para dar lugar a sus reflexiones libres. En “Tansparencia en trance”, lxs jóvenes que participan, ya sea en escena o a través de la proyección audiovisual, van tejiendo imágenes constitutivas de sus vidas; narran ni más ni menos, la construcción de sus propias identidades, de sus formas de ser, de amar y de estar. Y permiten así la identificación de quienes miramos, para repensar cómo nos hemos constituido, que historias nos resuenan más propias o alejadas, en un ambiente de poco peso moral que permite el tránsito sin tensión. Es en la creación de ese momento sin ser juzgadxs, que les jóvenes se muestran en transparencia; es ese aleteo despreocupado el trance que nos permite soltar y estar con una escucha atenta para repensar. Resultan buenos disparadores de aquellos temas que asimilamos como parte de nuestra adolescencia en la adultez, mientras nos socaba las estructuras lo que no hemos puesto en palabras a su tiempo. Una buena propuesta para compartir también con estudiantes de secundaria -imposible no resaltar que es entrada libre y a la gorra, en tiempos de macrisis- y hablar relajadas de lo mucho que nos han enseñado debe ser tabú. 

Los miércoles a las 21.30 en Cultural Morán, Pedro Morán 2147.