Al margen de los distintitos abordajes y acciones con relación a la dolorosa temática del femicidio, existe una coincidencia en las diversas organizaciones comprometidas en su resolución: siguen en aumento. No hablemos del poder, el poder no mira. El compromiso proviene de algunos pensadores sensibles y de aquellos artistas que sostienen una larga observancia de sí mismos y del mundo que los rodea.

Cada uno de estos actores se pregunta de qué manera, con qué acciones, qué mecanismos son necesarios para que los femicidios no se repliquen. Nos respondemos desde la educación, pero el cambio de paradigmas donde el machismo es sólo uno de ellos, llevaría años. 

Mientras tanto los femicidios podrían seguir su ascenso en espiral y la repetición o porvenir. El penoso fenómeno puede tomar características epidémicas. Recordemos una de las mayores catástrofes de la humanidad a mediados del siglo XV, el juicio a las brujas que se expandieron de manera epidémica y en menos de dos siglos se enviaron a la hoguera cientos de miles de mujeres valiéndose de delirios religiosos y galimatías jurídicos. Nuevamente, el poder no mira y cuando lo hace conlleva consecuencias horrorosas. 

Para que haya porvenir y no repetición debemos preguntarnos por las causas sin eludir sus complejidades. Me remitiré sólo a dos, una de ellas ligada a la histórica relación entre el hombre y la mujer y la otra discursiva, las consecuencias del capitalismo en el tejido social. Me remonto a la Teogonía de Hesíodo: su obra data aproximadamente del siglo VIII antes de Cristo y ya desde entonces la mujer es considerada una calamidad que trae todos los males a la tierra. ¿Por qué una calamidad? Porque se rechaza la diferencia de los sexos, porque se teme lo femenino y se lo repudia.  

Otro recurso que ha atravesado la historia del amor en Occidente es idealizar a las mujeres, dejar de lado su condición real, repudiar su condición deseante. A tal fin se intenta componer con ella una esfera, un todo del cual no se puede aceptar su pérdida: ¿no nos llama la atención el suicidio de muchos hombres luego de consumado el femicidio?Para concluir, el capitalismo produce progresivamente una destrucción del tejido social que dificulta la relación en el registro humano, que favorece la violencia y que lleva al sacrificio de toda criatura con la lógica perversa del consumo. En un mismo movimiento rechaza amor, deseo y erotismo. 

He publicado el libro “En torno al femicidio. De por qué algunos hombres consideran a las mujeres una calamidad”, apoyándome en Benjamin, quien afirma que en el cinismo que acompaña lo actual debemos alejarnos del gesto universal del libro. Es necesario un lenguaje rápido y directo, un riguroso intercambio entre acción y escritura para que podamos apostar al porvenir.

* Psicoanalista.