El ring side era un auténtico hervidero de celebridades. En torno del cuadrilátero del fastuoso T Mobile Arena de Las Vegas estaban sentados Roberto “Mano de Piedra” Durán, Sugar Ray Leonard, Tommy Hearns, Evander Holyfield, George Foreman, Lennox Lewis y Gennady Golovkin. Y en el área de prensa, Julio César Chavez padre y Juan Manuel Márquez comentaban la pelea en vivo para México. Para que todos ellos coincidieran allí, necesariamente debía convocarlos algo y alguien grande. Y para el negocio del boxeo, hoy por hoy nadie es más grande que el pelirrojo mexicano Saúl “Canelo” Alvarez.

En un tiempo de muy buenos boxeadores pero sin grandísimas figuras, “Canelo” lubrica la industria con mucho dinero: sus peleas son eventos de interés mundial (en México se transmiten a través de tres señales diferentes, TV Azteca por señal de aire y ESPN y Combate Space por cable),  convoca miles de compatriotas en las ciudades de los Estados Unidos donde se presenta y deja jugosas ganancias a su manager Oscar de la Hoya, a sus auspiciantes y todos quienes lo rodean. Por todo esto, la cadena inglesa de eventos por internet DAZN le está pagando el contrato más extraordinario de la historia del deporte: 365 millones de dólares por 5 años y 11 peleas, de las cuales ya ha realizado dos. Ningún empresario le da tanta plata a alguien si este no es capaz de multiplicarla no una, sino varias veces, a lo largo del tiempo.

Como hasta hace poco fueron Floyd Mayweather y Manny Pacquiao, nadie mueve lo que él ahora mueve. Hay que mantenerlo en pie. Y en ese contexto de respeto y protección se entienden el empate y la victoria que recogió ante Golovkin en 2017 y 2018 y su triunfo por puntos del domingo a la madrugada ante el estadounidense Daniel Jacobs que le permitió retener el título de los medianos del Consejo y la Asociación y capturar el de la Federación.

Fue una pelea fría, cerrada, estratégica, con escasos picos emocionales y muchos rounds que admitían lecturas diferentes. Líbero arribó a un 115 a 113 favorable a Jacobs (72,574 kg) que recompensa sus golpes más certeros y la superioridad de su boxeo desde la larga distancia. Pero los jurados, acaso decidieron recompensar la levantada final de “Canelo” (72,340 kg): Glenn Feldman dio 116 a 112 y la dupla Dave Moretti y Steve Waisfeld arribó a un 115/113, todos para el mexicano. Un dato llamativo: los tres jueces ya habían trabajado en la segunda pelea entre Canelo y Golovkin. Dos de ellos, Moretti y Waisfeld, lo vieron ganador a Alvarez y volcaron el fallo a su favor.

Después de la controversia que ha sido común en sus últimas tres presentaciones, a “Canelo” se le vuelve a abrir un mundo de posibilidades: quiere pelear en septiembre en su México natal. Pero no será ante Golovkin por tercera vez y acaso tampoco ante Demetrius Andrade, el campeón de los medianos de la Organización. Su manejador Oscar De la Hoya imagina su futuro entre los supermedianos y hasta entre los mediopesados. Sea lo que fuere, algo vuelve a aparecer claro: el negocio del boxeo ha cerrado filas en torno a Alvarez y lo seguirá cuidando en la medida que asegure dividendos en todos los niveles. Será difícil entonces que al pelirrojo mexicano le ganen en una pelea pareja. No se puede parar la máquina de hacer billetes.