“Consideraban que yo podía tomar el lugar de Goscinny porque mi tipo de humor funciona con los adultos y los chicos”. Jul rememora el momento en que en la editorial Dargaud le ofrecieron tomar el lugar del legendario René Goscinny como guionista de Lucky Luke. Desde entonces lleva dos álbumes publicados y su última aventura, Un cowboy en París (dibujos de Achdé) acaba de ser publicado en la Argentina por Libros del Zorzal, junto a la reedición de dos clásicos de la saga. “Lucky Luke tiene que tener varios niveles: chistes de acción, cowboys, referencias a la cultura clásica, la popular, canciones; es una mezcla infrecuente entre los guionistas franceses”, comenta Jul a PáginaI12.

De visita en la Argentina, el multipremiado guionista galo sabe que ocupa un lugar de privilegio en el noveno arte. Para los franceses, el mítico cowboy es más que un “clásico”. Es una historieta “patrimonial”, una parte de la identidad cultural de su país. “Yo, como muchos otros en todo el mundo, aprendí a leer con Lucky Luke”, cuenta. “Cuando era pequeño escribía muchas historietas de Lucky para mí mismo, como los chicos que hoy hacen fan fiction de Harry Potter, así que lo siento natural porque no sólo escribí dos o tres historias, sino cuarenta en mi mente. ¡Es como un milagro hacerlo público ahora!”

A Jul no se le escapa que en el mercado francobelga se discute si es lícito continuar con los personajes una vez que murieron sus creadores –una polémica ausente en el mercado norteamericano, por ejemplo–. Es el caso del cowboy, pero también de Astérix y Corto Maltés. “Más allá del factor económico, creo que el desafío es hacer algo de una manera tradicional y fiel a su origen, pero también contemporáneo”, reflexiona. “Si fuera sólo lo económico, no vale la pena, es como mantenerlo en coma: está vivo, pero no vive”, observa. “Yo no quiero ser un cajero automático”, declara.

Este es el segundo álbum de Jul con el personaje. En el primero un grupo de judíos buscaba “la tierra prometida”, en este el cowboy acompaña a la Estatua de la Libertad ida y vuelta a través del Atlántico. “Mi editor me decía que estaba loco, que es difícil tratar estos temas de religiones, especialmente hoy día en Europa”, explica. “La historieta clásica francobelga tenía referencias políticas, pero no eran los temas centrales. En Un cowboy en París está el tema de la libertad, hay atentados: hay un eco de las situaciones que vivimos”.

–El villano se parece mucho a Trump, con su amor por las cárceles, lo punitivo y su intención de construir un muro con México.

–Sí, pero es para decir que Donald Trump no es un fenómeno solamente contemporáneo. Lo que representa existió siempre. Siempre hubo empresarios con el deseo de hacer política para su propio interés. Los de la época eran muy similares a Trump. Sólo que no tenían redes sociales.

–¿Por qué la decisión de sacar a Lucky Luke por primera vez de EE.UU.?

–Para probar algo nuevo. Él no había salido nunca del continente. Sí había estado en Canadá, en México, dos episodios muy divertidos. Pero además hay una justificación histórica. En los Lucky Luke que más me gustan hay un fundamento histórico: la invención del telégrafo, la construcción del tren, la fiebre del oro, Billy the Kid. ¿Cómo la historia de la Estatua de la Libertad no estuvo en ningún álbum antes, si fue exactamente al mismo tiempo que sus aventuras? Es una sorpresa para mí que no estuviera o que nadie lo pensara antes. Y Lucky Luke es símbolo de esta relación entre Norteamérica y Europa.

–¿Cómo es eso?

–Es un cowboy típicamente norteamericano, pero creado por Morris, un belga, y con guiones de un Goscinny que tenía su doble historia, su doble pedigree de argentino y europeo. Mucha gente piensa que es un personaje norteamericano. Si hablás con un turco, un ruso, piensan que es norteamericano. Tengo una amiga iraní y me contó que a todos los iraníes les gustaba, pero pensaban que era norteamericana, no una historieta típicamente francobelga. Hay que saber que es una parodia del western de Hollywood.

–¿Por eso hay tantos chistes belgas?

–Mis guiones tienen una dimensión un poquito intelectual. En francés se dice “mis en abisme” (“puesta en abismo”), como dos espejos que se miran y se reflejan al infinito. Me gusta hablar del mito de Lucky Luke adentro de la historia. Por eso las referencias a que ya no fuma, a que vivirá más de 70 años, que será un héroe, son juegos literarios con su propio mito, y él mismo diciendo con un poquito de ironía que no somos 100 por ciento serios cuando contamos historias.

–Menciona la dimensión política de su guión, ¿cómo es escribir desde este aspecto hoy en Francia? Sobre todo una serie con tanta repercusión.

–No hay que caer en la actualidad inmediata porque las cosas pasan muy rápido. Lo que parece importante hoy desaparece en dos días o dos semanas. Lo que me importa no es retratar exactamente la actualidad, sino cierto “aire de época”. Eso que respirás pero no tenés consciencia de eso. Uno como humorista tiene que destilar un poquito de ese aire y manifestarlo, porque es naturalmente invisible. Es el desafío con estas historias. Es importante para mí que Un cowboy en París no podría haber sido escrito hace 20 años: es una historia de hoy.