La realizadora mexicana Lourdes Portillo nació en Chihuahua, el estado mexicano más próximo a la frontera con Estados Unidos. Vive en San Francisco, Estados Unidos, hace más de 40 años. Su trayecto en el cine comenzó cuando era estudiante de arte en San Francisco a finales de los 70 y miembro del colectivo marxista Cine Manifest. Una de las documentalistas más importantes de la historia reciente, su obra es denuncia y reivindicación de derechos. En 1985, junto a la guionista argentina Susana Blaustein, hizo el documental Las Madres de Plaza de Mayo, que compitió por los Premios Oscar en la categoría documental. Tenía 13 años cuando en 1959 la familia decidió trasladarse a Los Angeles, suponiendo que la vida podía ser un poco más fácil. En Estados Unidos se formó en cine documental y alcanzó estilo propio. Hizo más de veinte películas, la mayoría de ellas basadas en hechos reales.

–¿Cómo se inició en el mundo del documental?

–En San Francisco conocí a un grupo de cineastas que hacía documentales y me atrapó descubrir cómo lo hacían. Más tarde aprendí cine experimental en el Instituto de Arte de San Francisco. Empecé a trabajar el género documental luego de conocer a Susana Blaustein Muñoz, directora de cine y guionista argentina, con quien hicimos Las Madres de Plaza de Mayo. San Francisco siempre ha sido una ciudad de mucho arte, mucha poesía, y de cine alternativo al que ofrece Hollywood. Es una ciudad y una comunidad que inspiran arte.  

–Muchos de sus trabajos tienen un gran componente de denuncia social, Señorita extraviada, Las Madres de Plaza de Mayo, El diablo nunca duerme, entre otros. ¿Qué la llevó a eso?

–Mi trabajo documental empieza a fines de los 70, principios de los 80, exactamente durante una época de dictaduras y gobiernos militares en América Latina. En aquellos años, todas las noticias que provenían de la región tenían repercusiones en los barrios latinoamericanos de Estados Unidos. Precisamente en muchos de esos barrios me doy cuenta de lo que estaba ocurriendo en Nicaragua, Brasil, Argentina. En aquel entonces en los suburbios se formaban –se forman– grupos de solidaridad a través de la música, el cine, la poesía, la literatura. Así fue que nos dimos cuenta de todo lo que estaba ocurriendo en la región. Justamente de la mano de estos grupos de ayuda e información es que empecé con el documental de denuncia social.  

–Hace un instante mencionó el documental sobre las Madres. ¿Cómo fue el proceso de filmación y cómo fue la recepción de la película en el mundo?

–El proceso de filmación comenzó con un trabajo de investigación junto a las mismas Madres de Plaza de Mayo: entrevistas muy extensas, visitas a los diferentes lugares que ellas nombraban como sitios de detención y tortura, charlas con ellas, juntas y separadas. El trabajo preliminar consistió de visitas a una gran cantidad de lugares que luego filmaríamos y entrevistas a reporteros, cómplices, etc. Hicimos dos viajes previos a comenzar la filmación, tiempo antes de que fuera electo el ex presidente Raúl Alfonsín. Presentamos la película en varios países, principalmente en Estados Unidos, pero también en España, Cuba, China, Holanda, Australia. En todos recibió muchísima atención, porque ahí se contaba una realidad desconocida; no había prácticamente información sobre la existencia de las Madres y su sufrimiento. En este sentido, la película fue más que un documental, fue una fuente de noticias, y fue recibida con entusiasmo y mucha solidaridad, precisamente porque la gente se dio cuenta y descubrió lo que estaba ocurriendo. Nos dio gran satisfacción sentirnos útiles. 

–¿Cómo llegó a saber sobre las Madres? 

–En ese momento estaba en el Instituto de Arte, en San Francisco, haciendo un trabajo que tenía que ver con el mundo del tango. En eso pasó Susana Blaustein, a quien le llamó la atención que estuviera sonando un tango. Pero el tango es una música universal. Nos pusimos a conversar y entonces me contó lo que estaba sucediendo en Argentina. Me contó cosas que yo desconocía, sobre “Las locas de Plaza de Mayo” y las desapariciones. A partir de lo que Susana sabía pensamos en hacer una película; sentíamos que la historia de estas mujeres lo merecía. Así empezó todo. Viajamos a Argentina, conocí a las Madres, nos organizamos y empezamos a filmar. Estas mujeres tuvieron gran influencia en mi camino. Me enseñaron todo de derechos humanos e iniciaron una llama en mí, un impulso a hacer algo por todas nosotras. Pienso en ellas muy a menudo; fueron una gran influencia realmente.

–¿Qué otras cuestiones influenciaron su trabajo?

–El revolucionarismo cubano tuvo mucha influencia en mí; algunas vertientes sobre todo. En aquellos años había un movimiento de documentales muy grande en el que fluían las ideas. La producción de documentales era festejada con mucho vigor; había un gran impulso, más que nada sobre América Latina.

–¿Qué sucede con la idea de “frontera”, que tanto se repite en sus trabajos? 

–La frontera me acompaña siempre. Nacer cerca de la frontera me ha afectado e influido muchísimo: el idioma, la cultura, los valores de la gente. Vivo constantemente en la frontera, y eso me gusta, porque me permite ver las cosas desde ángulos diferentes.  

–Suele contar que en su casa constantemente la alentaban a viajar y conocer gente. ¿Cuánto influenció aquello en el devenir de su profesión? 

–Creo que el aliento que recibí de mi madre y mi padre tiene mucho que ver con haberme dedicado al documental. Mis padres siempre me contaban historias de personas que habían conocido. Me acuerdo que en mi casa, cuando desayunábamos, siempre hablábamos de las cosas que pasaban, intercambiábamos cuentos de la gente común. Esta costumbre alimentó muchísimo mi deseo de querer dedicarme a esto. Mi padre administraba un diario en Mexicali, lo que hacía que respiráramos periodismo y noticias por todos lados. De alguna manera, creo que eso también facilitó mi vida dentro del cine documental y me ayudó a apreciar los acontecimientos de una ciudad, de un pueblo, y de su gente. 

–¿Qué encuentra en el género documental que no encuentre en otros?

–Lo que me apasiona es hacer trabajos que estén basados en la realidad. Me atrae escribir sobre lo que nos pasa, lo que nos ha pasado, y la manera en que hemos comunicado nuestras historias como seres humanos. La realidad que vivimos es muy apasionante, muy dramática. Mis películas son todas bien diferentes. Me gustó mucho hacer El diablo nunca duerme porque fue divertido y trágico al mismo tiempo. Es muy interesante ver cómo vivimos y nos tratamos en América Latina, y descubrir que somos unos en la calle y unos en casa. Este es un comportamiento muy latinoamericano y muy humano. La gente que se dedica al documental es muy real, muy apegada a la verdad. En realidad el género documental da para todo. En mi caso particular, creo que los derechos humanos y la existencia de las Madres influenciaron de tal modo en mi vida y en mi trabajo que elegí un enfoque; pero hay muchos enfoques. Lo mío fue una necesidad frente a la injusticia y la violación a los derechos humanos. Algo por el estilo me llevó a involucrarme con la historia que cuento en Señorita extraviada. Pero también me apasionó hacer El diablo nunca duerme, basado hasta cierto punto en el chisme y “el qué dirán” latinoamericano.  

–Justamente, en Señorita Extraviada denunció la desaparición y muerte de una gran cantidad de mujeres cerca de una ciudad fronteriza mexicana. ¿Cómo supo acerca de esa realidad? 

–Siempre dediqué tiempo a leer los diarios de nuestros países. Un buen día leí un periódico de Chihuaha, en la frontera con Estados Unidos. Ahí decía que se habían reportado cincuenta mujeres desaparecidas y que nadie sabía sobre su paradero. No podía creer que desaparecieran mujeres sin dejar rastro alguno. Una situación de tremendo atropello a las mujeres, a los derechos humanos. Fue entonces que decidí hacer una película sobre esa situación. Una vez en tema resultó que no eran cincuenta sino cientos y cientos de mujeres. Hacer el documental fue ver el lado oscuro de la vida; algo terriblemente oscuro. Fue como hacer un viaje al infierno; todo aquello ocurrió en el estrato social más pobre de Ciudad Juárez. En Argentina las Madres estaban llenas de fuerza y determinación, en Ciudad Juárez las familias estaban a la intemperie. Y al tiempo de hacer la película descubrí que aquel lugar era solamente uno de tantos otros en los que también hacían desaparecer mujeres. Descubrí que en ciertas ciudades desaparecían mujeres regularmente para traficarlas y luego matarlas. Me alegra haber hecho la película pero fue un trauma muy grande. Señorita Extraviada me marcó como activista de derechos humanos. Entendí mucho mi trabajo a medida que viajaba y presentaba la película en América Latina y otros continentes. Como cineasta, siempre quise documentar la opresión e inspirar a que otros se animen a hacerlo. 

–Dedicó gran parte de su carrera a investigar y analizar la identidad y cultura latinas. A partir de su experiencia como documentalista, ¿cómo las caracterizaría?

–La comunidad latina en Estados Unidos es tan variada como lo es Latinoamérica. Tenemos los intereses particulares de cada comunidad y al mismo tiempo los intereses de todas las comunidades juntas. Algunas comunidades tienen su cultura, su religión, su estatus social, cuestiones que nos unen y nos separan a la vez. Indudablemente lo que más nos une es el idioma y las similitudes en nuestras culturas. Mucha gente está muy involucrada en el bienestar de las comunidades; en general estamos muy pendientes de lo que pasa en cada una de ellas. En un país como Estados Unidos, es importante que las comunidades estén cerca unas de otras y unifiquen su voz para ser más efectivas a la hora de reclamar sus derechos. Las comunidades latinas proveemos una riqueza incalculable a la vida y la cultura de Estados Unidos; que no lo reconozcan es solo una táctica para menospreciarnos como lo han hecho.

–¿Cómo es el trato hacia el latino hoy, en momentos de políticas migratorias cada vez más duras? 

–En general, el trato depende de la proximidad que haya entre latinos y norteamericanos. Estados Unidos siempre vio al latino como un invasor. Creo que es una manera de despistar, porque según la historia más reciente, los últimos 200 años, los invasores de estas tierras fueron ellos. Ahora nos tachan a nosotros de invasores; difícil de comprender. Mientras América Latina siga al costado de Estados unidos esto seguirá igual y nos continuarán viendo como una amenaza. En Estados Unidos hay varios lugares donde los norteamericanos se asustan ante la presencia de tanto latino y tanta lengua española; se sienten amenazados y su reacción es el rechazo. En cambio, en otros lugares, en las costas, como Nueva York y California, la situación es diferente. 

–¿Qué dice el ciudadano común sobre la política migratoria de Donald Trump?

–Trump está haciendo lo que su partido quiere y solo responde a sus miembros. No todo el mundo está de acuerdo con su muro, ni siquiera llegan a un acuerdo dentro su propio partido. Es horrendo. Trump está respondiendo a la parte más conservadora y racista del país. Es un momento muy triste. 

–Las cuestiones de género ocupan desde siempre un papel central en sus creaciones, ¿qué la llevó a involucrarse como lo hizo?

–Las temáticas de género y los derechos de las mujeres siempre me impulsaron a investigar, probablemente porque soy mujer y veo todo desde esta óptica. Creo que la mujer de hoy está mucho más consciente de su posición y lucha por un lugar de equidad. Tal vez por los medios de comunicación disponibles estas luchas se han esparcido y es para festejar que las mujeres estemos más conscientes de nuestra posición. En Estados Unidos, el cambio ha sido lento; todavía hay mucho por hacer en términos de progreso y en lo que hace a la defensa de los derechos de las mujeres. A nivel mundial, lo que está sucediendo es histórico.