“Lo que tiene de particular la milonga es que nos encontramos gente con vidas muy distintas y no nos preguntamos nada: nos abrazamos, bailamos y eso nos une mucho”. Patricia Borensztejn describe una escena que bailarines de tango de todo el mundo reconocen perfectamente, el instante del abrazo con un desconocido con el que se puede dialogar sin palabras mientras suena un tango. Borensztejn presentó su libro Crónicas de tango y milonga el sábado en el stand del Grupo Octubre de la Feria del Libro de Buenos Aires. A su lado, el periodista Carlos Ulanovsky la colmaba de elogios, mientras bailarines de algunas de las milongas porteñas más tradicionales acompañaban el encuentro, tan atentos a las palabras de la autora como al espacio para bailar que dispuso Ana Bocutti, organizadora de la Milonga Yira Yira.

“Uno tiene muchas vidas, es muchas cosas a lo largo de los años, y en algún momento me llegó el tango”, recordó Borensztejn cuando Ulanovsky reseñó a vuelo de pájaro gran parte de su vida, incluyendo su momento como detenida durante la última dictadura militar.

C.U.:–¿En qué circunstancia decís de otro “qué bien baila”?

P.B.:–Cuando me llega algo, no por el pasito, sino por la forma de abrazar, quizás. Es una emoción difícil de describir, y en parte eso quise reflejar en el libro.

Entre el público estuvo presenta también la pareja de Borensztejn, a quien conoció en Salón Canning, uno de los lugares más tradicionales del circuito. Con él confesó haber vivido o recibido muchas de las anécdotas que ficcionalizó en el libro. Justamente hablando de parejas, Ulanovsky citó un cuento de Crónicas..., “Pugliese” en que la narradora describe a dos personas diciendo que a los demás “les molestaba que hacían el amor al bailar”. “Es que la gente en la milonga es como en la vida, la gente envidia: veían a esta pareja y quiás tenían envidia por la profundidad que transmitían”, explicó la autora. ¿Alguna vez alguien dijo eso de vos viéndote bailar con Nacho?, quiso saber el periodista. “¡El dice que sí!”, río en respuesta. “El hombre baila mucho para otros hombres y los que lo miran, la mujer baila con ojos cerrados e intuye esa mirada”.

El mundo de las milongas, asegura la autora, es el mundo de las miradas. “Vos mirás, si te gusta cómo baila alguien hasta que de repente engancha tus ojitos y te saca a bailar”, detalla, aunque lamenta que los espacios tradicionales –que ella frecuenta– le nieguen ese rol a la mujer. “Es un gran problema porque me gustaría que la mujer también pudiera pescar los ojitos de los hombres, pero por ahora la milonga conservadora es así”. Como a muchos de los asistentes, a Patricia la identifica el título de otro de sus cuentos: “Que el fin del mundo te pille bailando”. Y si puede ser un tango, mejor.