En el subsuelo del Antiguo Edificio de Correos y Telégrafos (CCK), despunta una instalación con cinco enormes óleos que desbordan los límites de las telas, otras treinta pequeñas pinturas y una profusión de macetas con plantas. “Los días soleados” es el intento de fijar, por medio de los juegos de la luz y el color, irradiaciones diurnas en el paisaje de una sala. Paola Vega (Buenos Aires, 1978) está acostumbrada a trabajar en grandes formatos: en 2016, en un muelle histórico de La Boca había pintado un mural monumental, inspirado en la obra de Claude Monet. Si bien se presume que los reflejos acuáticos del Riachuelo jamás serán parecidos a los de Argenteuil a fines del siglo XIX, esa obra de la artista (“Esplendor”) se plegaba al universo recreado antes por Benito Quinquela Martín. Actualmente, Vega (que junto con Ad Minoliti fundó diez años atrás el grupo de artistas argentinas Pintoras) trabaja en un mural en la Usina del Arte.

Monet, pero también Richard Diebenkorn, William Turner, Sarah Grilo, Alfredo Hlito, Hilma af Klint y Paul Klee sobrevuelan como musas la exposición del CCK. Aunque la pintura de Vega se puede definir sin rodeos como abstracta, sus obras despiertan un ánimo mimético en los que las contemplan. No se trata de una búsqueda de formas figurativas ocultas o insinuadas en la tela, sino del modo en que la pintura imita las emociones que suscita el acto de mirar. En ese sentido, sus pinturas “traducen” para los espectadores sensaciones, sentimientos y estados que pueden sentirse a cielo abierto, en medio de la naturaleza. Horizontes y nubes, nieblas y vapores, atmósferas y auroras rodean a espectadores y plantas en el interior de la pequeña sala del gigantesco centro cultural. 

En un espacio comunitario, la pintura de Vega suele crear un entorno doméstico. “Jardines de terrazas, de patios de vecinas de barrio, de mis abuelos. El jardín de mis abuelos con rosas y santarritas, con vegetación frondosa que bordeaba el hogar y que recibía a los visitantes. Por un caminito llegabas al porsche, a la pequeña galería y, a los costados del caminito, veías plantas y flores. El jardín que Manuel Puig imaginó para Cae la noche tropical, el jardín que imaginé leyendo su novela y el que vi en el teatro imaginado por otro. El jardín para mariposas que aprendí a hacer pero que nunca hice, el jardín para mariposas del Jardín Botánico de Buenos Aires, refugio nuestro, belleza”, escribe la artista-jardinera. En los últimos meses, Vega comenzó a experimentar con cerámicas y con pinturas de formato reducido, donde se bosquejan naturalezas muertas y figuraciones al estilo de Giorgio Morandi. Para el refugio de “Los días soleados”, seleccionó treinta óleos pequeños y algunas macetas de cerámica hechas y pintadas por ella.

Otra faceta reconocida de Vega es su trabajo como historiadora. Licenciada en Historia y profesora por la Universidad Nacional del Sur, en años recientes inició un trabajo de investigación y difusión de obras de artistas mujeres que habían quedado en el olvido, como Ana Sokol, sobre la que prepara un libro. Para la muestra en el CCK, rastreó el motivo de los jardines en el arte (que se remonta a los inicios de la humanidad). “El jardín de Monet, el gran jardín de Monet en Giverny, inspirador en tantos aspectos, fue para él su mejor obra de arte. Que el terreno sea una gran paleta, armar franjas de colores y luego que sea un lienzo para combinarlos. Pintar el estanque de los nenúfares una y otra vez, mil veces, y siempre distinto. Pintar con verdes, pintar con flores”, postula. En las cinco grandes pinturas (de 8,40 por 3,15 metros) se conjuga una paleta de colores pastel (habituales en su obra) con pinceladas de distinta textura. Blancos, rosados, celestes y amarillos vibran de manera tenue en la espesura del jardín del arte: la mirada también se cultiva.

Los días soleados. Primer subsuelo del CCK, sala 122. Sarmiento 151. CABA.