Dice el poeta, dramaturgo y cineasta español Fernando Arrabal que “el genio con ingenio contempla la vida como un juego”; una máxima que, a todas las luces, le calza como un guante de seda (¿forjado en hierro?) al artista australiano Michael Pederson. Desde hace poco más de 5 años, el muchacho interviene espacios públicos de la ciudad de Sidney con piezas necesariamente ligadas al contexto, que acaba transformado sin más. Una cuerda de terciopelo acompañada por un pequeño cartel VIP, por caso, deviene sala para very important palomas en el rincón de un parque;  la colilla de un cigarrillo o la cáscara abandonada de una banana sobre la acera, escenas del crimen. Frente a la desembocadura de un caño, un petit aviso advierte: “Tienes que ser así de alto para entrar al vacío”... y bastante angosto a juzgar por el nimio molinete plantado frente al conducto. Alterar la normalidad y funcionalidad de estos sitios callejeros es la meta de Pederson, pronto a dejar panfletos con “Instrucciones para esconderse en público. Una guía de emergencia” en distintas coordenadas de su ciudad; capaz de plantar absurda señalética (sobre un muro de ladrillos, “Por favor no toque la puerta”; al lado de una reja rota, “Abierto las 24 horas”); o atornillar en un banco de plaza una placa que narra “la historia de los silencios incómodos de esta zona”. “El humor es una gran forma de llamar la atención de la gente, incluso si hay algo triste detrás de ciertas piezas. Ojalá la gente también encuentre en ellas algo en qué pensar”, ofrece el humilde Michael, a.k.a. Miguel Marquez Outside.