La Feria Internacional del Libro de Buenos Aires es una cita obligada para los amantes de la lectura. La Programación Cultural de este año incluyó 1300 actividades de variado tipo. Más allá de eso, la 45º edición será recordada por el discurso de apertura de Rita Segato, los abucheos al secretario de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto y la presentación del libro de Cristina Fernández de Kirchner. 

En la ceremonia de apertura, el eje de la cobertura mediática hegemónica fue la protesta contra Avelluto. El mensaje de la antropóloga feminista también tuvo repercusión informativa. Lo que quedó en segundo plano, en el plano de la difusión noticiosa, fue el fuerte discurso de la presidenta de la Fundación del Libro. María Teresa Carbano denunció que el sector “está atravesando una grave crisis, quizás la mayor que se conozca”. Los datos duros avalan ese diagnóstico: la cantidad de ejemplares editados en 2018 es casi 50 por ciento más baja que en 2015. 

La caída continúa su curso. La Presidenta de la Fundación precisó que “el primer trimestre de 2019 fue el peor en cinco años. Y si comparamos los índices de producción de éste versus el primero de 2016, la caída prácticamente alcanza el 50 por ciento; respecto de las ventas, solamente en este primer trimestre de 2019 cayeron casi un 12 por ciento respecto al primer trimestre de 2018”. 

Consultados por Cash, la mayoría de los editores coincide en que esta crisis es peor que la de 2001. Algo similar comentan los dueños de las librerías. En ese sentido, María Teresa Carbano sostuvo que “su situación, especialmente la de las pequeñas e independientes, se vuelve grave. La baja de las ventas, el aumento de los alquileres, el alto costo de los servicios las está empujando al cierre, cosa que ya comenzó”. 

En otras palabras, el adverso escenario que enfrentan las editoriales y librerías es similar al resto de las ramas industriales y comerciales: incremento sustancial de los costos (logísticos, tarifas, servicios básicos, papel e insumos gráficos) y fuerte caída de la demanda. 

A eso se suma, la interrupción de las compras gubernamentales. La gestión de Alberto Sileoni al frente del Ministerio de Educación en el anterior gobierno implicó un apoyo muy grande para las pequeñas y medianas editoriales nacionales. El programa de compras masivas de libros acercó millones de textos de muy buena calidad a estudiantes de las escuelas públicas. Por otro lado, la Conabip abandonó su compra anual centralizada y achicó los fondos destinados a subsidiar las compras de las bibliotecas populares. En una encuesta realizada por la Cámara Argentina del Libro, la mayoría de sus socios tiene expectativas negativas para lo que viene: el 29 por ciento considera que será “mucho peor” y el 39 por ciento opina que será “peor”.

La situación actual se asemeja a la década del noventa: achicamiento del mercado e irrupción de compañías multinacionales en el mercado local. El contacto directo con el autor, la creatividad y la innovación permitieron a muchas editoriales nacionales resistir el embate y permanecer de pie. Los cambios morfológicos en esa rama productiva tuvieron correlato institucional. Las editoriales extranjeras se agruparon en la Cámara Argentina de Publicaciones (CAP) y las pymes nacionales quedaron en la tradicional Cámara Argentina del Libro (CAL). Estas últimas son las que peor la están pasando.

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@diegorubinzal