La historia del Cine Teatro Helios, como la de la Argentina, está plagada de oscilaciones. Fundado en 1951, durante décadas supo ser un emblema del partido de Tres de Febrero en general y del barrio Ciudad Jardín de la localidad de El Palomar en particular, hasta que en 1986 un incendio lo dejó al borde del knock out. Tuvieron que pasar varios años para que renaciera cual Ave Fénix de ladrillo, no sin antes ceder parte de su terreno a distintos emprendimientos comerciales con el objetivo de financiar la nueva edificación. Pero el almanaque ya andaba por los años 90 y el negocio de la exhibición empezaba a abrazar el modelo multisalas, empujando al Helios a una crisis que, en vísperas del 2001, se decretó terminal: un remate para saldar deudas lo despojó de butacas, equipos y todo aquello que tuviera algo de valor. Quedaba, sin embargo, una nueva página por escribirse. En 2007 fue comprado por los actuales dueños para iniciar un reacondicionamiento coronado en 2012 con la adquisición de un flamante proyector digital gracias al apoyo del Incaa. Mismo proyector que entre hoy y el próximo domingo se encenderá para hacer de esa sala el epicentro de la cuarta edición del Festival Internacional de Cine Independiente de El Palomar (EPA Cine).

El evento surgió como un desprendimiento del cineclub que funciona todos los miércoles desde 2013. “Eso nos permitió ver que era posible proyectar un cine que no fuera necesariamente el comercial”, dice Eduardo Marún, programador del Espacio Incaa Helios y actual director del EPA, quien también reconoce las dudas iniciales respecto al potencial arrastre de público que podía tener un festival en ese lugar, a lo que se sumaba las dificultades relacionadas con la ausencia de mecanismos que permitieran conseguir apoyos económicos debido a que solo aplican en Capital Federal, como por ejemplo la Ley de Mecenazgo Cultural. Pero los palomarenses, afirma, respondieron, y cada edición registró un aumento de espectadores respecto a la anterior. Se trata de un público dispuesto a sumar herramientas que le permitan realizar un análisis más profundo de una película.

El EPA 2019 tendrá como apertura a Apuntes para una película de atracos, del español Leoìn Elías Siminiani, un híbrido entre ficción y documental centrado en un director de cine que contacta a un famoso ladrón vallecano con el objetivo de filmar su historia y, para su sorpresa, recibe una respuesta positiva. “Es una película que condensa el espíritu del festival en cuanto es muy chica y personal, y muestra un personaje encantador pero complejo, porque no deja de ser un asaltante de bancos”, afirma Marún. Por otro lado, el cierre estará a cargo de la argentina Cartero, de Emiliano Serra, que narra las vivencias de un joven que empieza a trabajar en el correo durante la década del ‘90. 

Ambas proyecciones se realizarán en el Helios, que junto al Cine Paramount, la Biblioteca Popular Ciudad Jardín y dos espacios de la Untref forman el quinteto de sedes. Allí se realizarán varias charlas con distintos focos temáticos, además de las proyecciones con música en vivo de Häxan, la brujería a través de los tiempos (1922), de Benjamín Christensen; Meshes of the Afternoon (1943) y At Land (1944), ambas de Maya Deren, y de diversos programas de cortometrajes, entre los que se destaca la retrospectiva dedicada a la cineasta experimental Narcisa Hirsch y una muestra con trabajos producidos en escuelas secundarias públicas del partido de Tres de Febrero.

Habrá también dos Competencias, una de Largos Internacionales y otra de Cortos Nacionales. La primera está compuesta por siete títulos que en común tienen no solo su carácter independiente, sino también “que son personales y requieren de un espectador activo”, según afirma el director. “Buscamos un equilibrio entre propuestas procedentes de distintos lugares y apuestas formales diversas, cuestión de que quienes vengan vean siete películas y mundos diferentes”, agrega. Dentro de esa selección se destaca la producción nacional Foto Estudio Luisita, de Sol Miraglia y Hugo Manso, que aborda la figura de Luisa Escarria, un nombre que quizás no diga demasiado, acorde al bajísimo perfil adoptado por esa mujer nacida en Colombia en 1929, pero que supo ser una de las fotógrafas más importantes del espectáculo argentino, en tanto por su estudio pasaron prácticamente todas las estrellas de los ‘60, los ‘70 y principios de los ‘80, desde Atahualpa Yupanqui, Tita Merello, Libertad Lamarque y Luis Sandrini hasta Moria Casán, Susana Giménez, Alberto Olmedo, Jorge Porcel y Juan Carlos Altavista.

La casa lobo, exponente de la cinematografía chilena.

En el septeto hay otras dos producciones latinoamericanas. Una es Algo quema, en la que el boliviano Mauricio Alfredo Ovando aborda las múltiples aristas de su abuelo, el general Alfredo Ovando Candia, quien fuera presidente de facto de ese país en dos ocasiones. La otra se llama La casa lobo y es uno de los exponentes de la efervescente cinematografía chilena más reputados del año pasado, un film de animación stop motion que abraza los códigos del género de terror para narrar la historia de una joven que se refugia en una casa tras escapar de una secta religiosa alemana en Chile y, como si estuviera en un sueño, esa casa reacciona a sus sentimientos, convirtiendo su estancia en una auténtica pesadilla. La coproducción eslovaca-croata Playing Men, de Matjaz Ivanisin; la china Chinese portrait, de Wang Xiaoshuai; la portuguesa Terra Franca, de Leonor Teles, y la británica Female Humale Animal, de Josh Appignanesi completan una sección que apuesta a la calidad en pleno corazón del conurbano bonaerense.

* Más información en el sitio web del festival www.epacine.com.ar/epa