Lo tiene ahí, en la mandíbula, en los gestos, pero lo retiene cuando se le pide que sea el Carli para las fotos, y produce una mezcla de macho bravío con colita alta, labios pintados y la piel suave y sin pelos. Pero lo saca, se pone las manos debajo de las axilas y se acomoda el pantalón. Se fuma el pucho que no le tocó en escena y es Pilar/Carli, o esa fascinante atracción que ejerce una mujer haciendo de un hombre que, a su vez, extraña profundamente a las mujeres de su vida y también las mira con desconfianza, como cuando evoca a su hermana Gilda haciendo pis en la naturaleza, “como un animalito”. De todo eso habla Pilar Gamboa, porque es lo que la tiene en alerta desde agosto del año pasado, cuando Petróleo salió a escena en el Teatro Sarmiento, pasó por la Casacuberta del San Martín y ahora se ancló por un tiempo en el Metropolitan, siempre a sala llena. “Es que el contexto nos habla” dice Pilar sobre ese timing en el que cae esta obra que pone de cabeza los estereotipos para mostrar cuan maleables somos, cuan performático es el ser varón y el ser mujer y cómo siempre lo que subyace son personas con corazones rotos, muchas veces por las imposiciones de ese mismo mandato que las hace fuertes o débiles. Con Elisa Carricajo, Laura Paredes y Valeria Correa, Pilar Gamboa viene trabajando en Piel de Lava hace dieciséis años, y esa puesta del cuerpo también es una forma política de ejercer el oficio y preguntarse cosas, aunque sean difíciles de digerir. Petróleo muestra a un grupo de cuatro tipos que sobreviven a la precarización laboral, el frío y la falta de afecto en un trailer en el medio de la nada, y es la tensión entre ser reconocidos y ser ellos mismos lo que los recorta con el mundo, torpes y humanos, pero sobre todo, machistas. Es una obra que hace reír pero por ese defecto de verse reconocido, en esos comportamientos como en haber sido víctima de ellos. 

–¿Cómo es entrar y salir de estos chabones? Carli tiene mucho levante en las redes y a la vez representa todo lo que odiamos de un machirulo…

–Carli es un Frankenstein de todos los que han pasado por mi vida. Ex, amigos, familiares, profesores, es un engendro al que le puse el cuerpo y cuando empecé a probar me di cuenta: qué locura, hace treinta años que los estoy observando. La actuación para mí es un trabajo de observación, siempre un poco exacerbado pero con esto fue más loco porque estaba en el cuerpo esa energía, de haberla visto, de haberla padecido, de haberla amado, de haber detestado a ese estereotipo… El levante es total, de todo tipo de género posible en el planeta tierra. Privados de Instagram de chabones, de pibas, de trans. “Te quiero conocer” me escriben… Fue gracioso que se despertara todo eso. Me acuerdo de salir de algunos ensayos angustiada, de decir “cuando habitás la energía masculina hay algo que se relaja, que ocupa el espacio”. 

–Es desesperante cómo ocupan el espacio los chabones…

–Para quienes viajamos en subte es para mandarles carta documento: 

¡Tenés que cerrar las piernas amigo! Nosotras siempre estamos plegadas, que las piernas, que sentate derecha, en fin: de golpe te sentás en una silla, bajás el sacro al piso, abrís las piernas y te aparece un chabón que no sabés de donde. El otro día Elisa decía “yo recomiendo a todo el mundo draguearse e ir a tomar birra con amigas”, y Laura una vez dijo algo que para mi fue una gran clave que fue mas allá del dragueo o el histrionismo de cada una para construir esa energía masculina: los hombres se definen vincularmente. No nos preocupamos por ser excelentes imitadoras, sino por intentar definirnos teatralmente desde lo vincular. Trabajamos un montón para que tuviese verdad la composición pero pensando en ese sistema que forman los chabones cuando se relacionan.

–Porque en definitiva la pregunta que subyace es qué es un varón.

–El género es pura ficción. Esa también fue una clave: es todo performático. Yo me volví loca con el Carli, me daban ganas de salir a la esquina a hablar con alguien, empecé a tener una lógica de pensamiento masculino, o de ese tipo de chabón que todas conocemos que todo el tiempo tiene que estar chequeando en los demás: si lo que dice es divertido, si el otro se siente mal con lo que dice, si la mina a la que le habla pica o no, y a la vez con un humor gracioso, pícaro… Empecé a tener una lógica de improvisación que es una especie de trance, es rarísimo lo que digo pero esa hora y veinte yo pienso como ese chabón y es raro que suceda eso en la actuación. 

–¿Petróleo es para vos una síntesis de lo que está pasando en la calle, en la política, en las casas? No creo que sea casual que esta obra salga ahora en este grupo que ya lleva tantos años trabajando en conjunto.

–Totalmente. Y Petróleo no tuvo estrategias. Piel de lava es un laboratorio, nosotras siempre fuimos la anarquía entonces no hay jerarquía. Pero para que una anarquía funcione se necesita gente muy responsable, y lo somos todas: no es una democracia. Es raro el sistema, se convence con argumentos a la que no está de acuerdo. Exige mucha charla, mucha relación íntima, somos muy amigas. 

–¿Cómo podrían no serlo?

–Yo descubrí el mundo con ellas. Las conocí a los 19 años y estamos entrando a los 40 todas. Entonces también hay acá algo de la historia de este clan que es imbatible, a pesar de esa creencia de que grupos de minas son conflictivos. Ahora no lo pueden preguntar mas pero en una época nos decían “¿y ustedes cómo hacen?” Y nosotras no teníamos herramientas para mandarlos a la mierda tampoco. Decíamos “nosotras nos llevamos re bien, somos todas amigas”. Ahora ni se les ocurre pero nos han preguntado “¿Se indisponen todas juntas?”.

–¿El Carli podría ser un golpeador?

–Obvio. Esa hermana que se fue embarazada y no la vieron nunca mas… ya decís mmm. Yo me acuerdo que al principio salía de la función y le preguntaba a mis amigas ¿A cuál te cogés primero de los cuatro? Muchas me decían en un momento al Carli, ahora a Paladino (Elisa Carricajo), que viene un poco más deconstruido (risas). Una vez vino una feminista que le encantó la obra, nos re importaba su mirada, y cuando terminó la obra dijo “qué suerte que ustedes los siguieron mirando porque yo en un momento dije yo esto no lo miro nunca mas”. Y sí, nosotras no solamente los seguimos mirando sino que yo a veces pienso qué pena que me gustan. 

–¿Pero no pensás que te van a dejar de gustar eventualmente?

–Sí (risas), pero no por ahora. El feminismo abraza tantas miradas, son tan importantes las que están con el cañón adelante que porque están ellas nosotras pudimos hacer esta obra que tiene una mirada un poco más amorosa si querés, como decir “che, el patriarcado nos afecta a todos”.

–¿Sos feminista?

–Sí. Hace tres años empecé a leer y a pensar sobre el feminismo. El otro día hablábamos con las chicas y decíamos somos feministas desde siempre. Para nosotras fue un bastión Piel de lava, tenernos entre nosotras, generar, autogestionarnos, entonces me parece que soy feminista desde siempre. Cuando me dicen que Petróleo es una obra feminista yo diría mas bien gracias a que existe el feminismo pudimos hacer Petróleo. Cuando me preguntan “¿vos sufriste los ataques del machismo en el teatro?” Y sí, en el teatro, en el cine, en el bondi, los sufrí como todas. Cuando surge la denuncia de Telma tuvo un efecto enorme, y yo pienso si todas mis amigas y yo fuimos abusadas de alguna manera, ¿cómo puede ser que no tenga ningún amigo abusador? No me da la cuenta. Por eso siento que lo interesante de este contexto es que ellos también puedan reflexionar.

–¿Sentís que está pasando?

–No todavía, se necesita mucho trabajo, sobre todo si querés un resultado de base y no superficial como supone por ejemplo meter a las mujeres en agenda, que está recontra bueno, pero la estadística de violencia sigue igual.  Yo conozco varones que reflexionan, que se hacen preguntas pero son los menos, claramente. Después están los que te dicen “¿te puedo hacer ese chiste?” y yo los miro como diciendo “¿de verdad querés que gaste cinco minutos de mi tiempo en contestarte semejante imbecilidad?”