La relación entre Estados Unidos e Irán enfrenta uno de sus peores momentos y las condiciones para el despliegue de un conflicto bélico están sobre la mesa. Hace poco más de un año Washington abrió un nuevo frente con Teherán al retirarse del acuerdo nuclear o Plan de Acción Conjunto y Completo (JCPOA, por sus siglas en inglés) que había suscrito su antecesor Barack Obama junto a los gobierno de Francia, Reino Unido, Alemania, Rusia y China. Desde entonces, la potencia del norte lanzó nuevas sanciones para paralizar la economía de Irán y cortar sus exportaciones de petróleo. Pero la reacción iraní no llegó sino hace pocos días cuando el presidente del país islámico, Hasan Rohaní, anunció que quitaría las restricciones a la producción de agua pesada y uranio, incumpliendo de esta manera con parte del acuerdo.
“La posibilidad de una guerra existe hoy más que nunca”, opinó el doctor en Estudios Árabes e Islámicos y docente de la Universidad de Qatar, Luciano Zaccara, a este diario. Hace una semana, Estados Unidos elevó la tensión en el Golfo Pérsico con el envió de una poderosa fuerza militar que incluye los bombarderos B-52 a la base de Al Udaid en Qatar y baterías de misiles Patriot. Según trascendió desde Washington, su actitud responde a presuntos indicios de un ataque iraní en su contra. Irán por su parte niega estar preparando un ataque, pero si está alerta a los movimientos estadounidenses. En palabras de Zaccara, las sanciones de EE.UU. y el despliegue de una flota de bombarderos muestran que hoy más que nunca el gobierno de Trump, o al menos un sector dentro del establishment político, baraja la opción de una confrontación militar directa.
Sin embargo, en sus últimas declaraciones la presidencia iraní dejó en claro que el país persa no tiene ninguna intención de iniciar una guerra contra Estados Unidos. “En estos momentos, Irán está más preocupada por forzar a la Unión Europea para que le garantice la continuidad del acuerdo nuclear JCPOA y de evitar que las exportaciones de petróleo iraní caigan por debajo del 1,5 millones de barriles por día, que de iniciar una contienda que no solo terminaría por romper todos los lazos internacionales, sino que además destruiría por completo la economía del país, y pondría en peligro la continuidad del régimen político vigente”, opinó Zaccara. Irán, continuó el profesor, conoce los límites de sus acciones respecto de Estados Unidos. “La política exterior iraní es mucho más racional de lo que se suele pensar”, opinó.
Pero aún no está claro a qué apunta la maniobra de Estados Unidos. Hay quienes hablan, por ejemplo, de guerra psicológica y de amenazas, al considerar que Washington, bajo el mandato de Trump, no hizo más que replegar sus tropas. Como fue el caso de Siria, de donde el año pasado retiró un ejército de 2.000 hombres, algo similar a lo que hizo en Afganistán. Para Zaccara, Trump no está interesado en involucrarse en una guerra directa, sino más bien en forzar a Irán a renegociar el acuerdo nuclear y dejar así un legado positivo y no una nueva guerra en Medio Oriente. “Y como el consejero de Seguridad, John Bolton, es quien está más interesado en una guerra con Irán, es probable que pueda dejar su puesto en los próximos días”, opinó el doctor en Estudios Árabes e Islámicos.
Julio Burdman, profesor del Seminario de Geopolítica de la Universidad de Buenos Aires, también coincidió en conversación con PáginaI12 que la jugada de Trump apunta a ser sólo una amenaza: “A Donald le gusta la espuma retórica mucho más que el conflicto. Lo vimos en muchos casos ya. De hecho, comienza a recibir críticas por parte de las derechas políticas de los países aliados”, opinó Burdman. Para el analista el movimiento de Estados Unidos pareciera ser disuasivo porque el despliegue que está haciendo en la región, tanto aéreo como terrestre, tendría consecuencias muy costosas para todos los actores en caso ponerse en marcha. Zaccara, por su parte, agregó que el envío del portaviones USS Lincoln corresponde a una maniobra naval planificada desde hace más de un año, por lo que no se puede considerar como una decisión de última hora. El profesor subrayó también que no todos los países de la OTAN que aportan recursos al USS Lincoln están alineados con la política exterior estadounidense. Ese es el caso por ejemplo de España que decidió retirar su buque del grupo Lincoln antes de que entrara en aguas del Golfo Pérsico.
Pero entonces si ambos países le esquivan a un enfrentamiento bélico, ¿qué está de fondo en este conflicto? El lugar de Irán en la región, opinó Burdman. Si bien hay distintas hipótesis sobre el surgimiento del país islámico como potencia regional, sostiene el académico, da la impresión de que Teherán está aprovechando las circunstancias para desplegarse. Y eso, opinó Burdman, es lo que está prendiendo las alarmas. Para el académico de la UBA Irán tampoco está preocupada por incumplir con parte del acuerdo y las sanciones impuestas por Estados Unidos no lo asustan mucho. “Las élites iraníes están acostumbradas a las sanciones. E incluso las que apuntan al sector petrolero pueden hasta ser un buen negocio si empujan hacia arriba los precios”, consideró.
El profesor analiza este caso a la luz de la trama regional. Para Burdman, Teherán salió fortalecido de la guerra en Siria, de la derrota del Estado Islámico y de la reorganización militar en Irak. Mientras tanto Israel y Arabia Saudí coordinan acciones para contener el avance iraní. Si bien la prensa saudí es muy crítica respecto a Irán, afirmó Zaccara, fue también cautelosa en acusar a Irán directamente por los incidentes en el puerto emiratí de Fujairah, donde dos buques petroleros saudíes sufrieron un sabotaje. Para Zaccara, el liderazgo saudí también sabe los límites de su política exterior. Sin embargo, señaló: “Ante este panorama, cualquier chispa podría provocar un fuego en el golfo Pérsico, a pesar de que tanto Irán, como Arabia Saudí, e incluso Estados Unidos, estén más interesados en evitar una guerra que en empezarla”.
Informe: Sofía Solari.