El ciclo Vamos al ballet viene haciendo la invitación que le da nombre a los chicos y chicas desde hace casi una década en Ciudad Cultural Konex (y desde mucho antes en otros escenarios, como el del Colón). Y el pequeño público viene respondiendo con entusiasmo, haciendo propia la propuesta en lo que es ya todo un clásico de la danza, los domingos a las 11, en la sala mayor de Sarmiento 3131. Esta vez la obra propuesta es Coppélia, que en la adaptación de Juan Lavanga, a cargo del Ballet Metropolitano de Buenos Aires y con coreografía de Leonardo Reale, se transforma en Coppelia y Swanilda.

El ballet original fue estrenado en París en 1870, con música de Léo Delibes, basado en una obra de E.T.A. Hoffmann, El hombre de arena. Los elementos más macabros del original fueron cambiados para esta versión pensada para niños (que acortó además la duración de tres horas a una, pensando en el tiempo de atención de este público), aunque se mantienen, claro, los personajes: Swanilda, la chica más traviesa y simpática del pueblo, su prometido Franz, el excéntrico Dr. Coppelius, dueño de la fábrica de muñecos, y su mayor creación, la muñeca Coppelia. 

Mientras todo el pueblo se prepara para una fiesta que se realizará para colocar una nueva campana en la torre principal, el misterioso Dr. Coppelius trabaja en esta muñeca, que tiene tamaño humano, cobra vida cuando se le de cuerda para bailar y es igual a Swanilda. En este caso, muy, pero muy igual: las bailarinas protagonistas (Celeste y Noelia Díaz) son hermanas gemelas, y esta condición permite sumar más de un juego y momentos “en espejo” en la puesta. “A los chicos les gustan mucho esos momentos que son cómicos, como cuando el Dr. Coppelius aparece un poco borrachín y cree ver doble”, comenta Lavanga en la charla con PáginaI12. 

Otros bailarines, como Nicolás Baroni, que encarna al Dr. Coppelius, no vienen del clásico sino de una formación como la de la compañía de Oscar Araiz, lo cual le da otra impronta al espectáculo. Del mismo modo Rodolfo Romero, que hace del Alcalde, es actor además de bailarín, y su personaje asume junto con el de la Alcaldesa (Agustina Ipiña) partes relatadas de la historia, integradas a los cuadros bailados. “Es la quinta obra que hacemos en estos casi diez años, y estamos muy satisfechos con el resultado, creo que es la que ha salido más pareja”, apunta Lavanga repasando puestas que tuvieron mucho éxito adaptadas para este ciclo, como El cascanueces y el Rey de los Ratones, o La Bella Durmiente y las Hadas Encantadas. 

Otra gran innovación de esta versión con respecto al original y otro “clásico” de las adaptaciones de Vamos al ballet es la incorporación de algunos nuevos ritmos que se suman a la pieza clásica. En este caso en el saludo final, por ejemplo, la mazurca tradicional se engancha al ritmo del rock, en una escena muy festejada por el público (la música es de Léo Delibes). Y otro acierto: la incorporación de un “ruidista” (el percusionista Santiago Córdoba, integrante de Violentango), que desde una plataforma al costado del escenario va haciendo sonar las campanadas de la fiesta, las piezas que se encastran para armar Coppelia, alguna explosión. Como un DJ de ruidos, como en los antiguos radioteatros, y en una obra de ballet.