Ha pasado una semana larga, larguísima, desde el anuncio de la candidatura de Alberto Fernández. No sólo dejó a todos con la boca abierta, también aceleró los tiempos de la política, inyectando una sobre presión a las definiciones de todos los espacios. 

Hay que decir, en primer lugar, que Alberto retiene todos los votos de Cristina o mejor que Cristina le transfiere todo su caudal electoral. El 89 por ciento de los votantes de Scioli en el ballotage 2015 aprueban la decisión de Cristina de proponer la fórmula Fernández-Fernández. Pero además, la figura de Alberto suma un par de puntos a una fórmula que ya de por sí es en extremo competitiva y que supera los 40 puntos. 

El grueso de los votos de Unidad Ciudadana está entre los jóvenes, pero también entre las personas de entre 30 y 50 años. Son los que hoy hacen peripecias para “parar la olla”, muchos de ellos votantes opositores a la fórmula de Scioli en el 2015. Es el segmento donde Alberto representa diálogo, apertura, moderación, “nestorismo”. Los mayores, en cambio, son los más refractarios tanto a CFK como a la fórmula Fernández-Fernández; es el segmento donde Mauricio Macri concentra la mayor adherencia. 

Si a este esquema se sumara Sergio Massa, esa alianza tendría grandísimas chances de ganar en primera vuelta. Esto se puede observar a partir de distintas hipótesis electorales. El escenario hipotético en que no se presentara Massa, la fórmula llega a 44,7 puntos. La migración es elocuente: aproximadamente dos de cada tres de votantes del tigrense terminarían optando por el espacio que inaugura la fórmula F-F. 

Ya desde hace meses se observa, en simultáneo, el crecimiento sistemático de CFK y el derrumbe de la figura de Macri. Esto abre una brecha de al menos 10 puntos a favor de la fórmula sorpresiva. Cristina creció y viene creciendo en silencio. Es decir, creció con el contenido disponible que los electores ya tenían en la cabeza, con la memoria emotiva que se guarda de su gobierno y, también, hay que reconocerlo, con los desaciertos económicos del gobierno nacional. A esa memoria, Alberto adiciona sentido y promesa de mesura, apertura, diálogo y unidad. Mientras que en la otra punta del arco político, una nueva presidencia de Mauricio Macri solo cosecha 32,9 de sentimientos positivos; al tiempo que en el 61,5 de la población se activan sentimientos negativos. La mitad de ellos, 31,6 por ciento, sienten miedo. Los más negativos emocionalmente son los jóvenes; a siete de cada diez los embarga el malestar.  

El 12 de junio es el cierre de listas. Mucho tiemp si se tiene en cuenta la dinámica que inauguró el anuncio. Poco tiempo si lo que se busca es aceitar una coalición de Gobierno.