“Girl”, la película sobre una adolescente trans bailarina de 16 años, ha llegado a la popular plataforma de Netflix. Como la gran mayoría de las producciones sobre vidas trans, entiende por “transición” el proceso de transformación física a base de hormonas y cirugías. Y punto.  Y también al igual que la mayoría de las películas de la temática (nuestras vidas), está dirigida y guionada por varones CIS. Su director, Lukas Dhont, afirma que “es muy importante contribuir a la visibilidad de las personas trans”. Además de preguntarme si, luego de haber ganado el Queer Palm de Cannes, pensará que es igual de importante contribuir económicamente con la comunidad de la cual está sacando rédito, me permitiré cuestionar su afirmación: ¿de verdad contribuye exponer nuestros sufrimientos desde una óptica hetero-cissexista, sin hacer un mayor análisis sobre la raíz? Dhort asegura que el hecho de que ella sea bailarina, es una metáfora de “la lucha interna que ella lleva con su propio físico” mientras presenta a una chica a la que aparentemente nada le viene bien. Una sociedad que parece comprenderla, no le es suficiente. El maltrato está pero el foco está en ella y el dilema que el director propone, desde afuera. 

Siendo muy pero muy difícil dar una opinión generalizada sobre esto de por sí entre las personas que pasamos sentimientos de rechazo por alguna parte de nuestro cuerpo, (¡spoiler alert!), el director elige mostrarla al final de la película, luego de que Lara se corta a sí misma sus genitales (que no es lo mismo que una reasignación genital), relajada, decidida, caminando con confianza por un pasillo. Parece que esa mutilación autoinfligida fue el precio que con carne pagó para dejar de llevar el estigma a todas partes, más que un deseo autónomo y personalísimo. Pero, ¿con qué derecho se permiten sacar esas conclusiones de nuestras existencias? ¿Con qué derecho simplifican los factores y lanzan al mercado una representación de la adolescencia trans que impactará a muchxs trans de la misma edad? El derecho que se abrogan es el que resguarda el interés de la opinión pública del cis-mercado: Lara debe ser representada como un sujeto sin peligrosidad social, obediente, dulce y servicial, incapaz de dañar (salvo a si misma), ante quien no es necesario temer, si no sólo supervisar por piedad. He ahí la clara imploracion del director hacia los expectadores padres, impactando sobre la idea de hijxs apropiables… no será quién quieres que sea, pero será una “buena” hija, no será dañina! ¡Piedad! 

Un dato aquí es clave: Lara es la única persona trans en toda la película. ¿Cómo existir felizmente siendo un paradigma en contraposición a la realidad que se muestra objetiva (no existen las niñas con penes).  ¿Cómo respetarle o permitir que ella les ponga en duda si es una sola, una excepción? Vemos entonces un padre de apariencia comprensiva, que la lleva a cuanto profesional se le ocurra; que entra en su pieza sin preguntar constantemente; pero que jamás veremos frente a un psicoanalista tratando el problemático rol de esposa en el que varias veces pone a su hija, encargada principal de su hermano menor. 

El sumun de la morbosidad, que roza la pedofilia de la película, son todas las escenas en las que se muestra su genitalidad o su relación con esa parte de su cuerpo. Al igual que en prácticamente todas las escenas, siempre vemos desde otro ángulo que no es su mirada (no somos ella), en simultáneo con un sinfín de artilugios cinematográficos para presentar la escena de forma monstruosa. ¿Qué haría esa adolescente de ser real, si supiera que miles de ojos ven su cuerpo desnudo en pantalla? Probablemente, suicidarse. Entonces ¿Por qué se creen “progres” y no pedófilos los cómodos espectadores que creen que exponer y compartir la desnudez y mutilación de una joven de 16 años es tener empatía? El director nos vuelve cómplices de su propio abuso hacia el personaje. He escuchado infinidad de adultxs CIS-heterosexuales relatando traumas donde su cuerpo estaba al parecer en el centro de la escena, incluso su genitalidad. ¿Por qué seguir metiéndose con la genitalidad de lxs infancias trans? Se trata de una pedagogía de la sensibilización motorizada por la crueldad. Aquí, bajo la analogía de “el Rey desnudo”, lo que queda en evidencia es la crueldad bajo la cual aún creen que tienen derecho a armar destinos para nuestros cuerpos. El niño que mira al Rey y apunta su desnudez somos nosotrxs, lxs que hemos aguantado con el cuerpo sus imaginarios y gritamos: ¡Esto es crueldad!