“Estamos juntas, Frenesí.” Eso le dice Lupe, mientras la mira un poco de reojo, y con otro poco de ternura. El intercambio ocurre en el medio del salón. Justo en ese instante, que dura solo la milésima de un momento, se produce un silencio entre el público. Frenesí aprueba el veredicto de Lupe y hace con su vestido blanco un gesto un poco cómplice, y otro poco presumido.

Lupe es Charly Camacho. Marica, maestrx de primaria, gorda, no binarie, tallerista y vecinx de Parque Patricios. Estudió actuación, música, pedagogía y también la técnica del clown con maestrxs del medio. Frenesí es Gemma Rizzo Ríos. Docente de teatro en la escuela pública, marica, femeneidad trans, se formó en la técnica del clown, también es tallerista, de Hurlingham.

Así se conforma Carmelitas Clown, una dupla de payasas que supo constituirse en 2014 para la conducción de una varieté destinada a la organización del Encuentro Nacional de Colectivos de Varones Antipatriarcales de aquel año. “Travesía” es su último espectáculo.

Ahora Frenesí corre, o salta con ritmo, forma círculos sobre el piso que es blanco y negro. Está montada en dos tacos elegantes y kilométricos. Lupe la sigue con la mirada de sus pestañas. A la escena la musicaliza Gaby Gap, la cantautora y compañera de espectáculo. Está interpretando “Valse d’Amelie”, de Yann Tiersen. Y juntas, las tres, desde esta sala de Villa Crespo, en este otro instante que se dilatará sin más, están burlando a la tendencia naif y posmo del universo moderno.

Esta obra de teatro clown disidente propone una ruta. Ocurre en su trama un encadenamiento de mundos imaginarios, un homenaje político a la carcajada. “El clown recrea a través del objeto imaginario”, define Gemma Rizzo Ríos cuando introduce el argumento artístico del texto de la obra. “Travesía es el primer espectáculo de Carmelitas Clown, es la reunión de ciertos elementos que venimos trabajando anteriormente, y cosas nuevas”. Canciones, lecturas y cuerpos en acción. 

Otra secuencia: la línea de tiempo marica. Lupe y Frenesí relatan y convocan a la presencia de Batato Barea, enorme clown travesti-literario, saludan a Urdapilleta y a Tortonese, también a Hija de Perra y Pedro Lemebel. Llegan a Federico García Lorca. De su obra se desprende una escena, y esta dupla hará de este momento un conjunto de instantes tan sutiles como explosivos. Entonces, Frenesí invocará a las crianzas; ella misma, sentada en la orilla de un río, o de un lago, interpretará una zamba, a cappella, como quien honra a la nostalgia. Y después, en la misma secuencia, Lupe hará lo propio con “Canción de cuna”, de Susy Shock, artista trans sudaca, y la madrina trava de las Carmelitas.

“Mi madre me agenda con mi nombre autopercibido”. Eso dice el diario de Frenesí y ella, subida en el entrepiso de la sala, lo está leyendo. “La Chica Gorda entra al médico por una inyección contra la gripe, y recibe una conferencia sobre el índice de masa corporal”. Eso dice la poesía de Rachel Wiley, y Lupe la está leyendo. Están las dos juntas, las dos payasas están subidas en la tarima contigua a la consola del sonido. Desde abajo, el público está encerrado en una órbita que parece estar pintada por el color de la intimidad, algunxs inclinan sus cuellos, otrxs vuelcan en sus posturas para acompañar a la escena con sus miradas y para masticar, quizás, a la contundencia de las palabras.

¿Por qué dos payasas se exilian? ¿Por qué la travesía? “Nosotras sentimos que somos expulsadas, pero hay una decisión de no querer volver al cis-tema que nos rechaza”. Estas payasas se exilian por doble rigor, porque no responden a la hegemonía organizada y porque son expulsadas. “No solo es la payasa trava. También es la payasa gorda, la payasa marica, la payasa trans. Nosotras hablamos de nosotras, desde la subjetividad de una cuerpa gorda cuando va al médico o se la ve en la calle. Y también desde la subjetividad de una persona trans que no responde ni al canon del binarismo de femeneidad trans, ni tampoco a lo que se espera de esa femeneidad.” Es en esta visibilidad del mundo íntimo en donde Lupe y Frenesí interpelan, sensibilizan, abrazan y ríen.

La despedida. Con letra del chileno Álex Anwandter, la sala enciende y entona un estribillo: “Hoy soy mujer/ Hoy soy mujer/ El maricón del barrio/ Aunque me prendan fuego”. Lo personal es poético y político. Lo político, y los estribillos, serán colectivos. 

Carmelitas Clown presentará  “Travesía” el 2 de junio a las 19 en el Club de la Música (Villa Ballester) y todos los domingos de julio en el Teatro del Perro (CABA). Instagram: Carmelitas Clown Oficial