Desde Caracas 

De las ametralladoras a los acercamientos en Oslo y la falta de acuerdo. El panorama se ha modificado en un mes en Venezuela. El 30 de abril en la madrugada era el intento de golpe militar encabezado públicamente por Juan Guaidó, el prófugo Leopoldo López, acompañado por varios diputados de la Asamblea Nacional. Desde hace varios días el escenario se ha trasladado a la capital de Noruega, donde el chavismo y un sector de la oposición han mantenido inicios de diálogos. 

Existe una relación directa entre los dos momentos. La incapacidad político-militar del 30 de abril obligó a la derecha a iniciar el reconocimiento público del adversario en un espacio de diálogo. El plan de esa madrugada no funcionó. ¿Cuál era? Liberar a López por la puerta grande, ponerlo junto a Guaidó al frente de un levantamiento donde debían plegarse cuarteles, altos mandos de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (Fanb), sectores institucionales, y desencadenar una masividad popular como una ola hacia el Palacio de Miraflores. 

En los hechos lo único que sucedió fue López, Guaidó, algunos diputados y dirigentes, unos cuarenta hombres en armas, el jefe del servicio de inteligencia, cinco mil personas en las calles, seguido de huídas a varias embajadas. 

A partir de allí se multiplicaron especulaciones. Una de ellas fue que había sido una trampa tendida por quienes, según Elliott Abrams –el encargado especial de Estados Unidos para el caso Venezuela– se habían comprometido. Abrams señaló entonces que formaban parte del esquema el comandante en jefe de la Fanb, el presidente del Tribunal Supremo de Justicia, y el jefe de la Guardia de Honor Presidencial. Existía, afirmó, un acuerdo de quince puntos que nunca fue difundido, ni confirmado, como tampoco la supuesta participación de quienes señaló. Al contrario, aparecieron en sus respectivas funciones y al lado de Maduro.

Los medios de comunicación aliados al intento de derrocamiento del presidente Nicolás Maduro cuestionaron abiertamente la operación del 30 de abril. Pusieron en tela de juicio no solamente a la derecha venezolana sino también a los actores de la administración de Donald Trump y las tensiones internas: el presidente norteamericano estaría a favor de una salida con diálogo, mientras que el eje John Bolton y Mike Pompeo estaría dispuesto a avanzar en una escalada militar.   

Las especulaciones, aún presentes, se vieron modificadas por la información sobre el primer acercamiento en Noruega, trascendido de manera extraoficial hasta ser reconocido el 17 de mayo. Guaidó se vio enfrentado a acusaciones de sus filas que lo señalaron de haber manejado la ida a Oslo sin informar a otros sectores de la oposición y, en consecuencia, de tomar en consideración la posibilidad de modificar el orden de los pasos que prometió desde el primer día: cese de la usurpación, gobierno de transición, elecciones libres.  

El 28 de mayo tuvo lugar el segundo acercamiento en Oslo. El autoproclamado presidente mantuvo su discurso con tono de ultimátum, reforzado por hombres de su partido Voluntad Popular, como el enviado a Estados Unidos, Carlos Vecchio, prófugo de la justicia, quien afirmó: “Todas las opciones pasan por la salida de Maduro”. No habría nada que negociar salvo la forma y el destino de la partida de Maduro. 

El día 29 el Ministerio de Asuntos Extranjeros de Noruega –que pidió máxima precaución en la reserva de los resultados– informó a través de un comunicado que en la reunión fueron abordados temas económicos, políticos y electorales. 

La resolución pasaría en parte por elecciones. ¿De qué instancia, en qué momento y con qué condiciones? Es parte del debate sin acuerdo. La otra dimensión central es la económica: Venezuela es una economía bloqueada por Estados Unidos que busca generar una asfixia. “Es como en Star Wars, cuando Darth Vader ahorca a alguien, eso es lo que estamos haciendo económicamente con el régimen”, explicó de manera gráfica el asesor de seguridad norteamericano, Bolton. El objetivo es ahora golpear el epicentro del plan del gobierno en alimentación para enfrentar los altos precios: la comida importada para los Comités Locales de Abastecimiento y Producción.

La situación política nacional del gobierno le otorga una posición de mayor fortaleza para un diálogo, mientras que la económica lo muestra en mayor debilidad. Los datos publicados por el Banco Central de Venezuela dan cuenta de las dificultades: la contracción del PIB desde el tercer trimestre del 2013 de septiembre del 2018 ha sido 52,3%, la inflación en el 2015 fue 180,9%, 274,4% en el 2016, 862,6% en el 2017, 130.060,2% en el 2018. ¿Qué márgenes tiene el gobierno con estos números, un bloqueo económico y financiero internacional y una producción de petróleo que aún no presenta números de recuperación productiva?

Guaidó anunció no haber llegado a un acuerdo en Noruega y haber recibido un llamado del vicepresidente norteamericano Mike Pence para respaldarlo. El gobierno, a través de Jorge Rodríguez, ministro de comunicación que participó en ambas reuniones de Oslo, afirmó que seguirán trabajando “por la paz, la concordia, la democracia y la defensa de la Constitución”, en continuidad con la apuesta al diálogo del chavismo que Maduro explicó: “costó mucho llegar a Noruega, varios meses de conversaciones secretas”.  El presidente también agregó: “Sean valientes, díganle a su gente la verdad”, en referencia a Oslo. 

Si la derecha que fue a Noruega, subordinada a las directrices norteamericanas, abandona el incipiente diálogo ¿volverá a las ametralladoras o un esquema de escalada de violencia? Su discurso la ha encerrado en una postura de máxima: solo la salida de Maduro será aceptada. El asunto es que negociar es, entre otras cosas, ceder.