Desde Madrid

La capital española se tiñó de rojo en la madrugada del domingo español. Una lava compuesta por miles de hinchas del Liverpool avanzó desde el Wanda Metropolitano hasta el centro de la ciudad, para celebrar su sexta Champions League. El epicentro de los festejos fue la plaza Felipe II, a pasos de la avenida Goya, pero las camisetas rojas estaban desperdigadas en cada cuadra adyacente donde hubiera un bar. La mística violenta de los hooligans fue parte de la historia. La mayorías de los hinchas rojos se dejó caer en la mesa de un bar o, cerveza en mano, se dedicó a seguir los festejos de un grupo reducido que entonaba canciones entre dos paradas de colectivos de la plaza Felipe II. Jordan Nailot, llegado desde Brighton apuraba una pinta mientras procesaba la victoria: “Es el mejor momento de mi vida. El partido fue pobre, pero lo importante es haber ganado”. A unos metros nada más, Dave and Matt Owen explicaban las claves de este triunfo: “Experiencia y actitud”. No todos eran hinchas ingleses en los festejos. En el apogeo de la globalización y el negocio del fútbol, los hinchas podían llegar desde Suiza o Rusia, como Andrey Lebedev, que ya había seguido a los 11 de Klopp en Kiev, y ahora se tomaba revancha en Madrid. “Este año la Premier League fue muy dura, pero pudimos ganar la Champions, y estamos felices por ello”, decía Lebedev.Consultados sobre cómo continuarían los festejos, nadie parecía saberlo, y es probable que tampoco vayan a recordarlo. La postal de los hinchas se repetía en cada ocasión por la presencia de una lata de cerveza en mano. Según los camareros de la Plaza Colón, donde estaba ubicado uno de los Fan Fest de la Champions, la primera pinta se había vendido a las nueve de la mañana, mientras aún ubicaban las mesas sobre la vereda. El promedio de orden por persona era de cuatro cañas dobles (medio litro cada una).La estimación de los hosteleros madrileños sobre la cantidad de cerveza que venderían por la fiesta futbolera superaba el millón de litros. Ya en la tarde, durante el servicio del tren rápido que une Alicante con Madrid, la policía había decomisado 300 litros de cerveza, entre otras bebidas alcohólicas.De todas formas, el exceso no arruinó la fiesta. Durante toda la tarde la Policía de España coordinó sin problemas un operativo de seguridad que había desplegado zonas separadas para cada uno de los equipos. Una delimitación que el público no parecía tener demasiado en cuenta. En las calles del centro las camisetas blancas del Tottenham y las rojas del Liverpool compartían pacíficamente las veredas.El clima acompañó la euforia de la jornada desde la mañana. El termómetro superó los treinta grados después del medio día, y por la noche marcó unos 25. Mientras los hinchas rojos copaban los bares y las tabernas españolas, una multitud de jóvenes salía perfumada para perderse en los clubes del barrio de Malasaña. Madrid ya conoce cuáles son las previsiones necesarias para albergar eventos de magnitud internacional sin afectar la rutina diaria.Este domingo, la capital española seguirá tomada por la liga de las camisetas rojas. Pero no será el escenario para que Sherlock Holmes plasme la secuela de aquella Liga de los cabezas rojas que atemorizó Londres dos siglos atrás. En esta ocasión,  será solo para demostrar que el fútbol inglés manda en Europa, y que, por fin, Klopp puede festejar.