La ausencia de sus tres gatos –el gran maullador llamado Queen, la glamorosa Varig y el distinguido Telperion– se manifiesta cuando llega la noche y en la cama faltan las vibraciones de sus cuerpos. Luisa Geisler, seleccionada por la Residencia de Escritores Malba (REM) para vivir durante cinco semanas en Buenos Aires, confiesa que al principio imaginó viajar con Queen, Varig y Telperion, pero finalmente su novio se quedó cuidando a la familia felina en Porto Alegre, la ciudad donde vive esta escritora y traductora brasileña que nació en Canoas (1991). “Como trabajo en casa, paso mucho tiempo con ellos. Los gatos son muy sutiles: te quieren, pero no quieren que sepas que te quieren”, advierte Geisler. La autora de Las luces de emergencia se encenderán automáticamente, publicada por Blatt & Ríos, se presentará hoy a las 18.30 en la Biblioteca del Malba (Figueroa Alcorta 3415) en “Narrativa en dos lenguas”. Allí dialogará con Carol Pfeifer y leerán algunos de los fragmentos traducidos de Contos de mentira (2011), en el marco de la Escuela de Otoño de Traducción Literaria, a partir del trabajo realizado por los alumnos y alumnas de la Cátedra de portugués del IES en Lenguas Vivas Juan Ramón Fernández.

En el departamento tipo casa, un primer piso luminoso en el barrio de Palermo, Geisler pide permiso para sacarse los zapatos y estar cómoda. Como si estuviera en su casa de Porto Alegre. Tenía 20 años cuando publicó Contos de mentira y la novela Quiçá, editada en español con el título Quizás (Siruela). Las luces de emergencia se encenderán automáticamente, traducida por Julia Tomasini, podría ser un elogio a la amistad, una novela construida a través de las cartas que Ike le escribe a Gabriel, en coma luego de un accidente doméstico, para mantenerlo al tanto de todo lo que ocurre. “Vos con veintitrés años y pañales geriátricos. Pero no vas a recordar eso, espero –le escribe en una de las cartas–. Y quizá, cuando te despiertes, yo le prenda fuego a esta parte de la historia. No merecés esto”. La escritora brasileña cuenta en la entrevista con PáginaI12 que le parecía interesante que la novela fuera “casi un monólogo, como gritos contra el silencio, intentando decir cosas y no escuchando las respuestas”. “Lo más importante era explorar el lenguaje cuando escribes cartas, que a lo largo de la novela se vuelven como un flujo del pensamiento. Quería explorar el lenguaje que se puede tener cuando hablas solo”, plantea Geisler, ganadora dos veces del premio Sesc de Literatura, que en 2012 fue elegida por la revista Granta como una de las mejores escritoras brasileñas menores de 40 años.

–¿Por qué Ike odia tanto Canoas? ¿Ese odio lo compartís con el personaje? 

–Canoas es una ciudad que tiene varias industrias, pero no es una ciudad que le interesa a la gente, no es bonita. Cuando era más joven, odiaba Canoas, pero como hace más de un año que no vivo en la ciudad –me mudé a Porto Alegre–, puedo verla con más distancia. Canoas no está bien encajada, entonces me parecía interesante que el personaje la odiara. En Canoas me hice mejor escritora porque leí más. No es una ciudad ideal, pero no es una ciudad terrible. Canoas tiene mucho desarrollo económico porque tiene una base militar –y yo nací allí, porque mi mamá era enfermera militar–, que es lo más canoense que se podría imaginar, porque es como el centro de la ciudad. Si no hubiera nacido en Canoas, no sería escritora porque habría cambiado toda mi formación.

–¿Cuándo empezaste a escribir?

–En mi cabeza siempre estoy escribiendo; para mí, escribir es como una manera de pensar... Cuando era muy niña, me gustaba hacer dibujos y escribir una historieta, y decía que había escrito un libro. Hasta hoy intento ver si mis padres pueden encontrar uno de esos primeros libros-dibujos que escribí... Desde muy chica me gustaba la idea de escribir. Cuando era adolescente empecé a escribir fan fiction con Harry Potter. Cuando terminé el secundario, hice un taller de escritura creativa.

–¿Quiénes fueron los autores más importantes en los momentos en que te formabas como lectora y escritora?

–Yo leía de todo, no tenía ningún tipo de restricciones. Un escritor que intenté leer tempranamente es (João) Guimarães Rosa, un escritor modernista brasileño muy experimental, pero me llevó mucho tiempo entenderlo, aunque intentaba leerlo y siempre veía la lectura como un proceso de descubrimientos. Hoy es mi escritor favorito. Borges también es muy importante, probablemente es uno de los motivos por el que estoy aquí, porque es el escritor que me enseñó mucho sobre el hacer literario. James Joyce es también muy importante; al principio no lo entendía, pero cada vez crece más en importancia. Mi maestría literaria la hice en Irlanda. Después están los clásicos, como (Joaquim) Machado de Assis y Antón Chéjov... Pero es difícil para mí, porque los libros que leí de niña también fueron importantes; es como preguntar cuál es tu banda favorita.

–¿Cómo es la relación entre escritura y traducción?

–Me gusta mucho traducir porque es una manera de escribir. Escritura y traducción van juntas. Cuando estoy escribiendo, en general traduzco; no porque quiera sino porque tengo plazos de entrega. La traducción es mi empleo oficial, es lo que me permite pagar el alquiler y comprar la ración de los gatos.

–¿Cómo es ser escritora hoy en un país gobernado por Jair Bolsonaro?

–Bolsonaro es un peligro inmenso. En Brasil, el mero hecho de escribir ya es revolucionario porque el gobierno que tenemos está en contra de todo tipo de subjetividad y de todo tipo de arte; es un gobierno que es antintelectual y anticultura. Bolsonaro está hace seis meses, pero ya cambió el ministerio de Cultura a secretaría; y es un gobierno que dice que en las universidades públicas no se hace nada; que los estudiantes andan desnudos y drogados. No importa si se escribe un poemita sobre las flores, el mero hecho de escribir ya es revolucionario. Para Bolsonaro, los artistas están siempre fumando marihuana y no hacen nada. Ahora hay una disputa simbólica entre armas y libros. El 15 de mayo hubo inmensas protestas en todo el país por los recortes en educación y mucho de los manifestantes llevaban libros. El libro es un hecho político. Los artistas y escritores debemos posicionarnos porque es extremadamente difícil cuando la figura máxima del poder dice que lo que haces no es importante, que somos locos que no hacemos nada y que deberíamos conseguirnos un trabajo real. Lo único que puedo hacer es seguir escribiendo.