Un sello editorial como Juventud, que está a punto de cumplir cien años y se mantuvo en ese trayecto como una empresa familiar, representa en sí mismo toda una historia en España, y esa historia acompaña de hecho a la historia del país. Juventud fue, por ejemplo, la que “descubrió” para el mundo de habla hispana Las aventuras de Tintín, allá por los ‘50, y aunque la historieta belga había comenzado a salir en los ‘30, pasaron años hasta que se volvió el fenómeno global que fue después. Y fue, sobre todo, uno de los primeros sellos en hacer su apuesta al libro álbum, cuando tal categoría aún no circulaba como tal. De visita en Buenos Aires, Luis Zendrera, el editor de Juventud y nieto del fundador del sello, dialogó con PáginaI12 sobre esta historia, y sobre el presente del libro infantil y juvenil.  

Otro nombre de familia aparece muy pronto en la charla con el editor: el de su tía, Concepción “Conchita” Zendrera, rescatada como la figura que se empeñó        –casi hasta el capricho– en convencer a su padre en apostar a Tintín, aun cuando durante varios años las historias del joven periodista belga no cosechaban demasiados lectores. También apostó a otras series como la de Los cinco, de la británica Enid Blyton, que actualmente encuentran lectores argentinos a través de Continente, distribuidora local del sello (Los Cinco y el tesoro de la isla y Los Cinco se escapan son algunos de los títulos de la serie con distribución local). Alguna vez Juventud hasta tuvo su propia sede en la Argentina, y todavía circulan entre los coleccionistas o entre lectores cuidadosos ediciones como las de los Libros Pequeñines, pequeños como su nombre, de los ‘50.

De aquella labor pionera de Conchita, editora infantil del sello entre 1944 y 1992, queda su rol como gran impulsora del libro álbum, además del comic o los libros de historietas. También un catálogo que recorre autores fundacionales como Hans Christian Andersen, Astrid Lindgren, los hermanos Grimm, Jack London o Mark Twain. Títulos como Cuentos por teléfono, de Gianni Rodari; clásicos como Alicia en el país de las Maravillas y Peter Pan y Wendy; álbumes ilustrados como El oso que amaba los libros, Sopa de calabaza y El cazo de Lorenzo, entre otros, son parte de los bestsellers del catálogo.

–En la Argentina, la industria editorial atraviesa una severa crisis. Sin, embargo la LIJ es un sector “en resistencia” y el libro álbum sigue mostrando un asombroso volumen de ediciones. ¿Cómo describe el panorama español?

–En España se vive un fenómeno parecido al de la Argentina. Aquí empezó una severa crisis en 2008 que hizo que el sector editorial bajara un 40% sus ventas. Desde 2014 dejó de bajar, pero la recuperación es muy lenta. No pasa del 0,5, ó 0,9% anual. En toda esta época, las diferentes estadísticas indicaban que el segmento que menos bajó fue el de la literatura infantil y juvenil. Eso propició, por un lado, que muchas editoriales que nunca habían publicado en este campo se pusieran a hacerlo también; por otro, la proliferación de muchas pequeñas y micro editoriales dedicadas exclusivamente al libro álbum, muchas con gran calidad. Es cierto que el libro álbum vive una época dorada: cada vez tiene más aceptación no solo de padres inquietos, también de maestros y pedagogos. También es cierto, como dato significativo, que la cantidad de editores de libro álbum que vamos a la feria de Bolonia, la más importante de este segmento, se ha multiplicado por cinco desde 2008 en adelante.

–Destaca a su tía, Concepción “Conchita” Zendrera, como central en el surgimiento del libro álbum en España. ¿Qué rescata de su visión y de su legado de editora?

–En mi opinión, toda la LIJ de habla hispana está en deuda con ella. Su visión de futuro, sus diferentes y arriesgadas apuestas a las que el tiempo dio la razón, hacen de ella una pieza fundamental de la literatura para niños y jóvenes. Se la recuerda por su “hazaña” con Tintín, que con el diario del lunes fue un éxito, pero que costó mucho dar a conocer. Como bien señala, la labor de Conchita fue central para el libro álbum. Costó muchos años introducirlo en el mercado hispanoamericano. La época dorada que está viviendo se la debemos a ella y otras personas pioneras en este sentido. Carmen Diana Daerden y Verónica Uribe desde Ekaré, en Venezuela, también fueron figuras destacadas en este sentido. Y como una continuidad de aquella impronta pionera que fue la de Conchita, debo mencionar también la gran labor de la editora actual de Juventud, Elodie Bourgeois. Su inestimable ayuda y olfato nos han permitido tener hoy en día un catálogo renovado y muy valorado en todo el mundo de habla hispana. Es gracias a ella que vamos camino de los cien años, como decimos, con espíritu joven.

–Dice que Tintín en un principio no funcionó en España. ¿Cómo se abrió paso?

–Se empezó a publicar en 1957. Apenas se vendió hasta 1965, cuando las ventas se dispararon. No hay una razón concreta... Yo diría que el boca a boca hizo que en los siguientes años fueran pocas las familias que no tuvieran algún ejemplar en casa.

–Al repasar esta historia familiar que lleva cerca de un siglo, ¿qué es lo que más lo enorgullece de Juventud?

–Sin duda, la cantidad de gente con la que hablo y me dice que empezó a leer con libros de Editorial Juventud, ya sea en España o en Latinoamérica. Es el mayor piropo que se le puede hacer a un editor. 

–¿Cómo observa la circulación del libro en la Argentina?

–Cada año que tengo la oportunidad de visitar este país, salgo maravillado de comprobar hasta qué punto el argentino es un pueblo lector. No solo tiene algunas de las librerías más grandes y bellas de Hispanoamérica. Un evento como el de la Feria del Libro, por ejemplo, tiene una gran afluencia de público, ajena a las vicisitudes socioeconómicas que pueda estar atravesando el país en ese momento. Es sin dudas sorprendente.