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Opinión

La complicidad civil


Por Eduardo Pavlovsky

t.gif (67 bytes)  Ultimamente parece abordarse desde diferentes medios la compleja temática de la complicidad civil como sostén ideológico de la dictadura militar y el genocidio. Verbitsky lo hace poniendo el foco de luz en las intendencias políticas radicales y peronistas durante el proceso, y desde otro espectro ideológico Grondona se pregunta en su programa: "Pero aparte de los monstruos que reprimían, ¿qué hacíamos los demás?". Creo que la complicidad es el gran tema de todos los genocidios y tal vez ha sido hasta hoy el menos explorado.

Cuando todavía hoy observamos que un sector de la población tucumana vitorea el gobernador Bussi, represor conocido del proceso y ahora descubierto con cuentas bancarias no declaradas en Suiza, uno no puede dejar de reflexionar. Es un caso emblemático para comprender la intrincada y compleja problemática del terrorismo de Estado. Bussi, no lo olvidemos, fue elegido gobernador de la provincia de Tucumán en elecciones libres.

Deberíamos recordar que durante el proceso militar un sector de la población, por variadas y múltiples circunstancias, fue complaciente o indiferente al terrorismo de Estado. Wilhem Reich lo señaló hace años en ese memorable libro titulado Psicología de las masas del fascismo donde abordaba el espinoso tema de la complicidad civil durante el nazismo. Convengamos que durante el proceso militar y mientras un sector de la población era vilmente torturado y asesinado por las fuerzas armadas, otro amplio sector de la población tuvo que soportar el terror, permaneciendo y resistiendo heroicamente en el país, sobreviviendo como exiliados en su propia patria.

Algunos, preferentemente del sector de la clase media, pudimos salir del país y vivir en el exilio. O sobrevivir. Algunos compañeros, como el actor Luis Politi, no pudieron sobrevivir el destierro.

Pero hubo también otro gran sector de la población que permaneció en el país sin miedos ni terrores y que alguna vez definimos como la "mayoría silenciosa" o "la masa gris astizforme". Ese sector permanecía ajeno al genocidio. Parecía ignorar lo que ocurría. De este sector que incluía una amplia gama de la clase media, muchas veces llegaban en sus viajes a los países del exilio de los argentinos relatándonos los magníficos proyectos personales que estaban gestando en el país.

Lo interesante es que muchos de ellos ni siquiera apoyaban al gobierno militar. Funcionaban sin embargo como un gran colchón social acrítico. Se los veía felices con sus compras y los numerosos viajes que emprendían. El festejo del Mundial del '78 y la convocatoria a Plaza de Mayo por la recuperación de las Malvinas, con el dictador de turno en el balcón, fueron tal vez dos singulares fenómenos sociales que ocurrieron en el proceso.

Insisto en el sector de la población que funcionó como una masa acrítica, porque fue ese sector, precisamente, el que facilitó, aun sin saberlo, que un país del horror tuviera la contrapartida de un país feliz. Esta gente indiferente es la que permitió que las Fuerzas Armadas pudieran cometer los crímenes aberrantes con tal grado de impunidad.

Hace unos años tuve la ocasión de asistir a la proyección de una película realizada por un joven cineasta alemán, donde se abordaba la temática familiar durante el nazismo y donde se mostraba el entretejido hitleriano en los vínculos familiares. Según me informaron la exhibición de esa película fue prohibida en Alemania Occidental. Tal era el patetismo de los lazos familiares hitlerianos en la Alemania nazi. Nadie quería verse retratado ni reconocido. La complicidad civil como fábrica familiar en un entretejido que atravesaba los cuerpos de los miembros de la familia. Cada uno vigilando al otro. La SS casera. En aquel tiempo, para la mayoría silenciosa alemana era una técnica extendida saber lo menos posible: "Nuestra ignorancia nos permitía vivir".

Esa ignorancia fraguada fue la que permitió el Holocausto y los crímenes de guerra. Entre nosotros, creo que tenemos que intentar comprender este fenómeno que surge "entre" la maquinaria represiva y los reprimidos. El gran sector apático y flácido. El colchón acrítico. Sin esta mayoría silenciosa se hace difícil comprender la tremenda impunidad de que gozaron los Bussi, los Astiz o los Massera. Este sector también convive hoy en la democracia, ejerciendo su singular peso de poder para facilitar el punto final, la obediencia debida y el indulto. Siempre ejerce su poder como mayoría silenciosa. En el campo de la cultura hubo una devastación durante el Proceso, hubo muchos mártires que hoy son ejemplo para muchos jóvenes. Walsh, Conti, Urondo, Gleizer, por nombrar sólo algunos. También los Gelman, los Viñas, los Alonso, todos con hijos desaparecidos, convivieron en un exilio doloroso. Pero también es cierto que hubo una cultura complaciente y acrítica que supo funcionar durante el proceso. Hubo muchos estrenos estelares, exposiciones, producciones de cine y teatro que facilitaron el silencio. También reuniones de intelectuales y artistas con algún dictador de turno. Y hubo una cultura por los bordes, no complaciente, que se expuso heroicamente como pudo y donde pudo. Tal vez la manifestación de resistencia cultural más importante fue la gesta de Teatro Abierto, ese invento de Dragún y Cossa que funcionó como un gran fenómeno de solidaridad social y producción de subjetividad. La gran gesta de las Madres de Plaza de Mayo constituyó el ejemplo ético más importante de resistencia.

Los bussistas que hoy apoyan al general Bussi son la actualización de esa masa gris cómplice del genocidio tucumano. Es una masa silenciosa que sólo en ocasiones rompe su silencio y a veces también es capaz de colmar las urnas. Ese es tal vez el mayor horror de la complicidad civil.

En su reciente libro Los verdugos voluntarios de Hitler, Goldhagen señala que el holocausto no sólo se produjo en las cámaras de exterminio a cargo de algunos sádicos, sino en muchos alemanes "normales" representativos de distintos estratos de la sociedad. Lo monstruoso se produce cuando en una sociedad el crimen aberrante se interioriza como normal. La frase de José María Muñoz en el año 1979 con motivo del festejo del Campeonato Mundial Juvenil de Fútbol, es un magnífico ejemplo, como paradigma cultural durante el proceso: "Los argentinos somos derechos y humanos".

El tema nos introduce en el desafío de la comprensión de la compleja trama de la complicidad civil en todos sus matices y variables, y para que esto ocurra debe darse necesariamente la interiorización de una subjetividad complaciente de gran parte de la sociedad a los fenómenos aberrantes de la tortura y de la represión.



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