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"NO TEMÁIS, ESTÁIS CON CESAR Y SU ESTRELLA, NADIE MUERE EN LA VÍSPERA"

Con esta frase, Carlos Menem intentó tranquilizar a los pasajeros del Tango O1 que se sacudió con ráfagas de viento de 140 kilómetros por hora. La zozobra del avión presidencial alteró la visita a Nueva Zelanda. Una segunda nave, con empresario y periodistas, la pasó peor aún.

Parecido: "Yo no soy Julio César, por supuesto, pero en casos así me gusta usar una frase que usaba el emperador romano cuando tenía un percance parecido (sic)."

Granillo: "Miéntanos un poco, brigadier, y díganos que no pasa nada" suplicó Granillo Ocampo pálido como la luna al brigadier Vázquez, jefe de la Casa Militar.

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Carlos Menem al partir de Canberra. Detrás, el Tango 01, que soportó un temporal de terror.

"La vi muy fea y lo primero que atiné fue decirle a Zulemita que se ajuste el cinturón de seguridad", contó el Presidente.


Página/12 en Nueva Zelanda

Por Luis Bruschtein                                                                     Enviado especial a Auckland

t.gif (67 bytes) Yo me di cuenta de la gravedad de la situación por mis conocimientos en la materia", relató el presidente Carlos Menem sobre el percance que vivió el Tango 01, el miércoles a las dos de la tarde, cuando intentó aterrizar en Wellington, la capital neocelandesa, bajo una fuerte tormenta de viento con ráfagas de más de 140 kilómetros por hora y estuvo al borde de la catástrofe. "Yo creo que nos salvamos solamente por la pericia de los pilotos y la potencia de los motores. Los fuertes vientos hicieron que el avión perdiera sustentación casi en el momento del aterrizaje --reflexionó Menem--, yo creo que al avión que se cayó en Perú hace un tiempo le pasó algo parecido."

Menem presentó sus disculpas a la primera ministra Jenny Shipley por no haber podido encontrarse con ella en Wellington, durante una conferencia de prensa conjunta que realizaron ayer a la mañana ambos jefes de gobierno en la ciudad de Auckland. Después del intento frustrado de aterrizaje, el Tango 01 siguió viaje hacia esta ciudad, de 900 mil habitantes, 700 kilómetros al norte de la capital neocelandesa.

El Tango 01 en el que viajaban el Presidente, su hija Zulema y parte de la comitiva oficial debía arribar a Wellington, donde se realizaría la mayor parte de la agenda oficial de esta visita. Cuando comenzó el descenso, el avión fue sacudido por fuertes ráfagas cruzadas.

"Miéntanos un poco, brigadier, y díganos que no pasa nada", suplicó un Raúl Granillo Ocampo pálido como la luna al brigadier Vázquez, jefe de la Casa Militar de la Presidencia. Por las ventanillas se podían ver las agitadas aguas del canal que separa la isla Norte de la isla Sur que forman Nueva Zelanda. "Me asomé y vi unas olas grandísimas, que además no iban todas para el mismo lado, chocaban unas contra otras, y pensé que el aterrizaje iba a ser difícil", relató otro de los 32 pasajeros que acompañaban al Presidente.

El Tango 01, un Boeing 757, intentó de todos modos el aterrizaje, pero las ráfagas cruzadas de hasta 140 kilómetros por hora no solamente lo sacudían como si fuera un barrilete a tan baja altura, sino que además le hacían perder sustentación. Cuando el avión se encontraba sobre la pista, a poco más de un minuto del aterrizaje previsto, una ráfaga lo sacó de curso y lo inclinó. Las alarmas advirtieron entonces al piloto que el aterrizaje era imposible y forzó los motores al máximo para retomar altura.

"Yo estaba en la cabina presidencial cuando me di cuenta de la situación, la vi muy fea --relató el Presidente-- y lo primero que atiné a hacer fue pedirle a mi hija y a su amiga Mónica Gostanian que se ajustaran los cinturones de seguridad y después fui a tranquilizar a los demás."

"Yo no soy Julio César, por supuesto, pero en estas situaciones me gusta usar una frase que usaba el emperador romano cuando viajaba en sus campañas militares y tenía un percance parecido." La frase con que tranquilizó al angustiado pasaje fue: "Tranquilos, no temáis, estáis con César y su estrella". "También usé otra frase que es más conocida -–agregó-- : 'Nadie se muere en la víspera'."

"El efecto se llama pérdida de sustentación -–fue la explicación técnica del Presidente-—, el avión vuela apoyándose en el aire pero ráfagas muy fuertes le pueden hacer perder sustentación, lo cual es muy grave en un aterrizaje, el avión perdió altura y la trompa se inclinó hacia adelante cuando ya casi estábamos aterrizando, solamente nos salvamos por los pilotos; estos muchachos están entrenándose constantemente con los simuladores." Menem reconoció que éste fue el momento más peligroso que debió afrontar en vuelos, incluso más aún que cuando se cayó el helicóptero en que viajaba, en Las Lomitas, Formosa.

Una idea aproximada de lo que sucedió en el avión presidencial la tuvieron los periodistas que cubren la gira, quienes viajaban en un avión de línea junto con empresarios y algunos funcionarios. Todos los vuelos habían sido cancelados y al único que se le permitió el aterrizaje fue al que traía a los periodistas. Apenas inició el descenso, el pesado avión comenzó a sacudirse como una coctelera y algunas máscaras de oxígeno cayeron sobre los pasajeros. El avión de Quantas, la aerolínea australiana que tiene fama de ser la más segura del mundo por su bajo índice de accidentes, se puso en posición de pista a poca altura del canal que separa la isla Norte de la Isla Sur que forman Nueva Zelanda. Cuando la pista comenzó a pasar por debajo del avión, éste se encontraba a pocos metros de altura, pero el viento lo sacudía peligrosamente al punto que el piloto debió poner al máximo los motores para volver a subir.

La maniobra fue acompañada por suspiros y algún grito en la cabina y varios pasajeros se descompusieron. El avión dio una vuelta en el aire e intentó nuevamente el aterrizaje, pero esta vez con éxito, pese a los fuertes sacudones producidas por las ráfagas de viento. Fue un aterrizaje accidentado y, al bajar, los pasajeros parecían fantasmas por el susto. Uno de los empresarios argentinos fue conducido a tierra en una silla de ruedas semidesvanecido por la impresión.

A la medianoche se informó que el Presidente se quedaría en Auckland, por lo que los periodistas y parte de la comitiva debió viajar hacia allá. En su regreso a la Argentina, el avión presidencial debe cargar al tope los tanques de combustible y con ese peso, más el viento y el hecho de que la pista del aeropuerto de Wellington es 200 metros más corta que la de Aeroparque, hacían muy difíciles las condiciones del despegue. Por esta razón, la primera ministra Jenny Shipley debió trasladarse a Auckland para reunirse con Menem y aquí se realizó toda la agenda oficial en sólo cuatro horas. Paradójicamente, Menem actuó como anfitrión y fue al aeropuerto a recibir a Shipley, con quien almorzó antes de emprender el regreso a la Argentina, a las dos de la tarde de ayer.



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