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PREPÁRENSE QUE AHORA VIENE LO PEOR EN KOSOVO


La cuarta y la peor de las guerras de la ex Yugoslavia está por comenzar. Pero ésta, a diferencia de las anteriores, puede arrastrar a las potencias regionales e iniciar un megaconflicto imprevisible.


Mensaje: El único mensaje importante que los kosovares aprendieron de Dayton fue que la comunidad internacional respetaba la violencia de los serbios de Bosnia.

Potenciales: No hay duda de que éstos son los potenciales de una guerra. El Grupo de Contacto se ha reunido para discutir lo que ya es una crisis y puede devenir en desastre.



Por Martin Woollacott

Desde Londres

t.gif (67 bytes) Occidente no pudo evitar el estallido de tres guerras en la ex Yugoslavia en esta década. La primera, en Eslovenia, fue corta y apenas sangrienta; la segunda, en Croacia, más larga y sangrienta; la tercera, en Bosnia, más larga y más sangrienta aún. Ya debería haberse aprendido que donde hay un potencial para un conflicto en esta región, la guerra será el próximo paso, a no ser que sus razones sean confrontadas rápidamente.

Y sin embargo, la cuarta guerra yugoslava, la guerra de Kosovo, ya comenzó. A través de la pesadilla de los Balcanes, los albaneses de Kosovo han sido los menos tenidos en cuenta por todos aquellos que han sufrido el nacionalismo extremista serbio. Aunque los albaneses de Kosovo hasta ahora eludieron la guerra real, han sido oprimidos, humillados y privados de cualquier vestigio de control sobre sus propios asuntos. Fue en Kosovo que Slobodan Milosevic aprendió a tocar la tonada chauvinista. Fue en Kosovo que la estrategia de la Gran Serbia fue traducida por primera vez del reino de la teoría al de la práctica. La forma que tomó ahí no fue la depuración que devastó a Croacia y a Bosnia --Kosovo se salvó porque los militares serbios creían que no podían luchar en dos frentes a la vez-- sino una cruel relegación étnica que convirtió a los albaneses de Kosovo en no-personas en su propia patria.

Kosovo fue una provincia autónoma, técnicamente parte de Serbia, pero con un status similar al de las repúblicas constituyentes de Yugoslavia. Milosevic barrió con todo eso en 1990, mediante un golpe que robó a Kosovo de su autonomía y marcó el fin de la vieja Yugoslavia. Los serbios, el 8 por ciento de la población, monopolizaron el poder político, las oficinas administrativas y todas las posiciones en las fuerzas de seguridad. Como resultado, hay en Kosovo una estructura estatal casi exclusivamente serbia, unida artificialmente a una sociedad albanesa. Esa sociedad trató, contra todas las probabilidades, de mantener el gobierno, el Parlamento, la administración pública y el sistema educativo que fueron proscriptos en 1990. Hizo esto mientras apelaba a la comunidad internacional para que reconociera su derecho a la autodeterminación, en una mínima parte dentro de una Yugoslavia reordenada. Conducidos por Ibrahim Rugova, los kosovares llevaron a cabo una campaña no violenta, en parte por la malignidad de las fuerzas serbias que podían volverse en su contra, en parte por la actitud cuidadosa del gobierno albanés y en parte en respuesta al pedido de los europeos y los norteamericanos que no querían una guerra más amplia que pudiera abrir las fronteras de los Balcanes del sur.

Su recompensa a una tolerancia única entre los pueblos de la ex Yugoslavia fue ser ignorada. Lord Carrington los dejó fuera de la agenda en la primera conferencia internacional sobre Yugoslavia en Bruselas en 1990. Fueron aquietados y silenciados en los años que siguieron, y cuando lograban conseguir una audiencia, se les decía que su tema sería abordado después del acuerdo bosnio. El acuerdo de Dayton no les dio nada, salvo la seguridad de que ciertas sanciones sobre Belgrado serían mantenidas hasta que hubiese una solución aceptable al problema de Kosovo. Como escribe Miranda Vickers en su nueva historia de Kosovo: "El único mensaje importante que los kosovares aprendieron de Dayton fue que, al reconocer aunque fuera sólo en parte a la República Serbia de Bosnia, la comunidad internacional respetaba la violencia de los serbios de Bosnia. Eso convenció a muchos albaneses de que la comunidad internacional entendía sólo el lenguaje del conflicto armado, y no el de la no violencia". El apoyo al Ejército de Liberación de Kosovo, el movimiento guerrillero que surgió a mediados de los '90, aumentó. Rugova se encontró enfrentado a rivales que, aunque no apoyaban abiertamente una lucha armada, tomaban una línea más militante que la suya.

Los kosovares albaneses vieron el éxito de los bosnios serbios para obtener su propio cuasiEstado con conexiones con Serbia y se preguntaron por qué no podían tener ellos un Estado semejante son conexiones similares con Albania, y algunos llegaron a la conclusión de que sólo lo podrían conseguir si luchaban por ello. Pero no fueron sólo ellos los que sacaron nuevas conclusiones de lo ocurrido en Dayton. Los serbios kosovares, por el contrario, vieron lo que pasó con los serbios de Krajina y temieron que les sucediera lo mismo.

Mientras tanto, Milosevic en Belgrado, también estaba desesperado. Darle la autonomía a Kosovo, que era lo mínimo para acabar con el conflicto, bien podía terminar con el hombre que llegó al poder con la promesa de no abandonar jamás un lugar sagrado para Serbia. Luchar otra larga guerra, igualmente, podía terminar con su carrera política. Milosevic es un líder gravemente debilitado que trata de posponer su propia remoción y de obtener alguna energía o crédito de la situación de Kosovo, como un guerrero o como un pacifista o, en su repugnante manera, como ambos. La derecha, que ha entrado al gobierno, puede tener su propia gente en Kosovo. Los paramilitares, que pueden o no obedecer a Milosevic, también están ahí, como una colección de unidades armadas, con diferentes cadenas de mandos y quizá, diferentes jefes.

No hay duda de que éstos son los potenciales de una guerra. Los miembros del Grupo de Contacto sobre la ex Yugoslavia se han reunido para discutir lo que ya es una crisis y se puede convertir en un desastre. Deberían enfrentarse al hecho de que ellos cargan con gran parte de la responsabilidad, y sólo pueden descargarla al descartar los débiles argumentos sobre la soberanía yugoslava y serbia que los han obstaculizado en el pasado. Buscando la cooperación de Milosevic en Montenegro y sobre todo en la República Bosnia Serbia, le han prestado muy poca atención a lo que estaba sucediendo en Kosovo, y por cierto han hecho poco para detenerlo. El principal enviado norteamericano, Robert Gelbard, puede haber llegado a dar aliento a los halcones serbios, cuando en Pristina llegó a condenar en febrero el terrorismo del Ejército de Liberación de Kosovo en los más duros términos, pero no dijo nada sobre las actividades de los serbios armados, regulares e irregulares, cuyo número aumentó en los dos últimos meses.

La renuencia de Rusia para encarar acciones contra Serbia limita lo que el Grupo de Contacto, como tal, puede hacer. Pero Estados Unidos y las potencias europeas no llegarán a ningún lado si se limitan a condenar la violencia en ambos lados. Tiene que haber un plan para Kosovo que le ofrezca un nuevo status de autonomía que, mientras preserve una conexión formal yugoslava y derechos para la minoría serbia, les devuelva poder real a los albaneses. Irónicamente, muchos de los serbios de Kosovo están tan ansiosos por lograr un acuerdo negociado ahora como lo estaban por el golpe que abolió la autonomía de Kosovo en 1990. Ese nuevo status puede muy bien llegar a la independencia en todo, menos el nombre. Otra posibilidad es una "Zona Franca de Kosovo", bajo la supervisión de una comisión conjunta albanesa-serbia y garantizada por la Unión Europea, como recomendó un artículo reciente del Informe de Guerra, la revista que ha estado monitoreando los hechos en la ex Yugoslavia a través de los conflictos provocados por Milosevic desde que hace 11 años proclamó ante manifestantes kosovares serbios: "Nadie debería animarse a golpearlos". Se estaba refiriendo a historias falsas, en su mayoría de malos tratos albaneses a las minorías serbias, uno de los mitos que ayudaron a impulsar a Yugoslavia a una década de guerra.

Se les puede perdonar a los albaneses el utilizar el lema de Milosevic como propio. Nadie debería animarse a golpearlos. Aparte de un plan inmediato para tratar la presente crisis, tiene que haber un esquema y una diplomacia para el futuro a largo plazo de todos los albaneses. Divididos entre tres estados, demográficamente vigorosos, y que ahora están dándose una organización política, representan por lejos el problema de autodeterminación pendiente más importante en Europa. No se irá solo y no será más fácil de resolver a medida que pase el tiempo, como lo demuestran los hechos de las últimas semanas. Ese es el problema que deberá manejar el Grupo de Contacto de ahora en adelante.

 

Traducción: Celita Doyhambéhère.


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