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"LA CATALINA DEL RIACHUELO", TEATRO POPULAR EN SERIO

LA CATARSIS DE LOS MURGUEROS

Un grupo de cien vecinos del barrio está presentando la sexta edición de un espectáculo cuya acción transcurre a ritmo de murga, pero en una corte árabe cuyo califa tiene a media docena de clowns por gabinete ministerial, mientras lo cuida una troupe de policías armados con cachiporras y jeringas.

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En "La Catalina...", una inequívoca corte árabe retrata las miserias y deslices del poder.

El grupo está integrado por un centenar de personas, a las que El Galpón ya les queda chico.

 

LA CATALINA DEL RIACHUELO 8 PUNTOS

Murga teatral del Grupo Catalinas Sur.

Diseño escenográfico: Omar Gasparini.

Diseño de vestuario: Stella Rocha.

Dirección coral: Cristina Ghione y Andrea Salvemini.

Canciones y textos: Salvemini, Bianchi y Ghione.

Dirección: Adhemar Bianchi y Alfredo Iriarte.

En El Galpón de Catalinas (Av. Pérez Galdós 93) viernes y sábados, 21 hs.

 

Por Cecilia Hopkins

t.gif (67 bytes) La mayor parte de los espectadores que se acercan los fines de semana al Galpón de Catalinas ya conoce los rituales del lugar. En la esquina de Pérez Galdós y Gaboto, en el barrio de la Boca, hay clima de kermesse o club familiar. Todos entran a la sala con el choripán y el vaso de vino que no pudieron terminar en la vereda, y si no hay más butacas disponibles ocupan la escalera de acceso. Son muchos los que vuelven para aplaudir la sexta edición de la murga teatral del Grupo Catalinas Sur, un espectáculo que, en adhesión al tango que dice que "todo el año es carnaval", se propone prolongarlo indefinidamente. Una vez cumplido el acostumbrado discurso de bienvenida del director Adhemar Bianchi --que también incluye el reclamo de alguna clase de apoyo institucional para que el grupo pueda continuar con sus actividades--, la luz se apaga y comienzan los primeros compases de la murga.

Guiados por la convicción de que el carnaval es "un espacio en el que las clases populares transgreden las reglas dictadas por los poderosos", el grupo de actores toma el rumbo de la sátira bullanguera, ensañándose con las costumbres del poder. Entre todos recrean una corte árabe con mucho despliegue de gasas de colores y ombligos al aire. Enseguida aparece el califa y la media docena de clowns que tiene por gabinete ministerial, más una troupe de policías armados con cachiporras y jeringas. "Nadie se confunda: esto ocurre muy lejos de aquí" advierten a los gritos. Sin embargo, a la hora de disputarse los favores de la señorita Cándida Tura se inicia un desfile de conocidas figuras: Palito, Duhalde, Graciela y compañía buscan formar pareja con ella, bajo la bendición de un Roberto Galán de peluca y corbata de cartón.

Repartidos en distintos roles, los integrantes del grupo son cien, la mayoría vecinos del complejo Catalinas, un barrio que bordea la avenida Almirante Brown. Entre actores y músicos, a los 80 intérpretes les va quedando chico el escenario del galpón. Tal vez les roba demasiado espacio la escenografía de su otro espectáculo (Venimos de muy lejos iniciará en abril su octava temporada). Es por esto que el grupo luce demasiado compacto, sin muchas posibilidades de movimiento. De los cuadros presentados, sobresalen el presidido por El Rematador (un árabe que, según sus palabras, privatizaría hasta el Obelisco si lo dejaran), la Fiesta de la Globalización (una letra llena de ironía sobre la música de "Chica Barbie") y la Canción de los Desocupados. Ya casi al final, una María Julia envuelta en piel de tigre recibe las quejas ecológicas que entona la compañía en pleno, siguiendo la melodía de "Cambalache".

 


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