Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


ASTIZ ADMITIO QUE DETUVIERON A EMBARAZADAS EN LA ESMA

DICHO POR LOS PROPIOS GENOCIDAS

Aunque ocultó muchos datos, la confesión del ex marino es importante para la causa sobre el robo de bebés en la dictadura.

La rutina de visitar despachos judiciales. Alfredo Astiz, ex marino, que se autodefine como "desocupado".

Es el primer represor no arrepentido que admite la detención de mujeres embarazadas.

na13fo01.jpg (11182 bytes)

 

Por Andrea Rodríguez

t.gif (67 bytes) Por primera vez un represor, aquel que se convirtiera en símbolo del horror de la ESMA, reconoció que hubo mujeres embarazadas detenidas en ese centro clandestino. Fue Alfredo Astiz, al declarar ayer ante el juez federal Adolfo Bagnasco en la causa que investiga el robo de menores nacidos en cautiverio o secuestrados junto a sus padres durante la última dictadura militar. Y su palabra tiene peso de prueba, porque declaró como testigo, o sea bajo juramento de decir la verdad.

Sólo el "arrepentido" Adolfo Scilingo se había allanado a semejante admisión, en medio de sus revelaciones sobre los vuelos de la muerte para arrojar prisioneros de la ESMA, aún vivos, al mar. Si los militares hicieron un estricto pacto de silencio sobre la represión ilegal, ese pacto fue, desde siempre, aún más férreo en todo lo relacionado con el secuestro y la apropiación de los niños. Astiz admitió ahora haber tenido trato con al menos una mujer embarazada, durante los años en que se desempeñó en la Escuela de Mécanica de la Armada (1977-1979).

Fue con la secuestrada Silvina Labayrú, recordó Astiz.

Según su versión de los hechos, él cumplió "funciones administrativas, burocráticas" en la ESMA y sólo "a veces" sus superiores lo derivaban a los grupos de tareas que salían a secuestrar prisioneros. En ese marco --dijo-- una vez le ordenaron llevar a una prisionera (Labayrú), que "estaba con un embarazo pronunciado, para que diera datos en el operativo". Unos meses después --Astiz dijo que no recordaba si fueron cuatro o cinco-- "se me ordenó llevar a esa misma mujer a un determinado domicilio en la Capital y advertí entonces que ya no estaba embarazada". En su declaración, el ex marino dijo que creía que ese domicilio era el de los padres de Labayrú y que allí había visto a un niño de unos pocos meses, que "supongo" era su hijo o hija. Astiz le aseguró al juez Bagnasco que después de la visita había reintegrado a la prisionera a la ESMA y que nunca más la había visto. También dijo que no sabía si el bebé había nacido o no en el centro clandestino.

Labayrú vive actualmente en España y fue testigo en el juicio a los ex comandantes del Proceso. Y Astiz admitió ante Bagnasco sólo una parte de la historia. La prisionera parió a su beba en la ESMA el 28 de abril de 1977. Y fue Astiz quien, con un documento falso, se hizo pasar por el esposo de Labayrú (Alberto Lennie) y acompañó a la secuestrada a inscribir a la niña en la circunscripción 8º del Registro Civil el 26 de mayo de aquel año. Llevaba, además, un certificado de nacimiento también falso, que afirmaba que la bebé había nacido en casa de sus abuelos maternos. Y después también se hizo pasar por el padre de la criatura en su bautismo. Fue también Astiz quien tacleó a la cuñada de Labayrú, Cristina Lennie, en el operativo en el que murió, todo por la misma época, el 18 de mayo de 1977.

Según testimonios recogidos por el periodista Uki Goñi para su libro Judas, sobre Astiz, el represor trasladaba habitualmente a Labayrú y a su hija, no a la casa de sus padres, sino a lo de sus suegros, la familia Lennie. La beba pasaba el día con su madre en la ESMA y a la noche dormía en lo de sus abuelos. Así lo relató Berta Lennie (la abuela) en su testimonio ante la CONADEP (legajo 7382). Y todo fue confirmado por Labayrú ante Goñi.

La causa que instruye el juez Bagnasco intenta determinar si durante la dictadura militar existió una asociación ilícita destinada a la apropiación sistemática de niños hijos de desaparecidos.

La solidez del pacto de silencio que los militares sellaron sobre ese tema quedó en evidencia hace un mes atrás, cuando otro represor de la ESMA, Jorge Rádice, declaró ante la Cámara Federal porteña, en la investigación que intenta determinar la suerte que corrieron los desaparecidos de ese centro clandestino, en pos del derecho a la verdad y al duelo de sus deudos. Rádice admitió que se ocupaba de todas las compras de los grupos de tareas, como alimentos y ropa para los prisioneros. Respondió rápido y sin pensar todo lo que se le preguntó sobre ese tema, salvo cuando los abogados de las familias víctimas quisieron saber si compraba leche en polvo para bebés y pañales. Entonces Rádice pensó bien lo que iba a decir: "Nunca compré nada que tuviera que ver con bebés. Nunca", recalcó.

 


 

 

Y CAPAZ QUE PIDE SUBSIDIO

Por A. R.

"Desocupado", dijo Alfredo Astiz cuando, como trámite de rigor, se le preguntó sobre su actividad o empleo al inicio del interrogatorio. Y ya sobre el final, motu proprio, admitió ser titular de una cuenta bancaria en Suiza. Aseguró que tenía despositados en esa cuenta "entre 1000 y 2000 francos suizos", es decir como máximo unos 1500 pesos. Explicó que esa cuenta se la abrió el Estado argentino cuando pasó a desempeñarse en la agregaduría naval de la embajada en Sudáfrica, porque era el procedimiento habitual para el pago de sueldos de personal que cumple tareas en el extranjero. Le ofreció, además, al juez Bagnasco los resúmenes de los movimientos de la cuenta. El depósito a nombre de Astiz fue descubierto por la procuradora general de Suiza, Carla Del Ponte, en el marco de una investigación solicitada por el juez español Baltasar Garzón.



PRINCIPAL