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UN TIRO EN EL DEDO GORDO

Por Julio Nudler

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Ernesto Gaba, economista jefe del Banco Francés (propiedad del Bilbao-Vizcaya), aprovechó ayer el lluvioso mediodía porteño para echarle una mirada diferente a la discusión de moda sobre el recalentamiento, la burbuja y lo que, según el Fondo Monetario y los consultores locales que le hacen coro, debería hacerse para prevenir una catástrofe. La película que contó Gaba desemboca en un repentino final (relativamente) feliz, pero antes de llegar a éste pasea al espectador por caminos diferentes a los repetidos en los últimos tiempos, y en ese trayecto estriba su gran atractivo. Estas son las estaciones de su razonamiento:

- La crisis asiática elevó el riesgo argentino, pero éste volvió a ceder luego. En el mercado de bonos, sin embargo, está hoy 150 puntos básicos (es decir, 1,5% anual) por encima que antes de octubre, como secuela del efecto dragón y del temor asociado al déficit externo. En cambio, en el sector bancario no hay secuela alguna de la crisis ni repercusión de la polémica con el FMI: depósitos y préstamos siguen subiendo, y las tasas han vuelto a bajar.

- A qué ritmo está creciendo la economía es difícil saberlo porque los últimos datos llegan hasta febrero, y los meses de verano son complicados como base de cálculo. De diferentes comparaciones se deduce que el crecimiento industrial está entre un mínimo de 3,5 y un máximo de 9,1%. Gaba arriesga como pronóstico para este año un 5,7% de expansión del PBI. No es un ritmo que permita hablar de un recalentamiento de la economía.

- Tampoco la sugieren los indicadores macroeconómicos que se utilizan para detectar excesos de demanda: la tasa de desempleo está en el 13,5% y los salarios no aumentan.

- La serie que escapa absolutamente a este panorama de equilibrio es la del déficit comercial, disparado a pesar de que no haya recalentamiento. Las proyecciones de Gaba: 7400 millones abajo en el intercambio, y 13.840 millones de rojo en la Cuenta Corriente (mercancías más servicios).

- Aparte de no haber recalentamiento, tampoco hay una burbuja especulativa. La "calidad" de la convertibilidad (medida como el cociente entre las reservas del BCRA y el M3, que incluye el circulante y los depósitos a la vista y a plazo) nunca fue tan alta: 46%. Los préstamos hipotecarios vienen creciendo a más del 10% anual, y en 1998 crecerían el 12,5%, pero habían partido de niveles muy bajos y recién van llegando a ser el 4% del PBI. Los precios de las propiedades están planchados.

- Tampoco existe una burbuja bursátil: más que eso hay un exceso de pesimismo en los inversores. En lo que va de este año la inversión en Bolsa rindió prácticamente cero en promedio.

- De nuevo: todo está en orden, pero el desequilibrio externo sigue acentuándose. En 1997 las exportaciones crecieron un 7%, mientras las importaciones aumentaban un 28%. Gaba estima para este año incrementos de 6 y 13,1%, respectivamente.

- La magnitud preocupante es la llamada elasticidad Producto de las importaciones. Es decir, en qué proporción aumentan las importaciones ante un crecimiento del PBI. En 1997 la elasticidad fue de 3,3: esto significa que la velocidad de expansión de las importaciones (28%) triplicó holgadamente el ritmo de crecimiento del PBI (8,4%). Esa elasticidad está bajando, y en el pronóstico de Gaba se situaría este año en 2,3%. Pero el problema subsiste, porque las exportaciones sólo marchan a un ritmo similar al del PBI.

- La dificultad está, por tanto, en la exportación. En este sentido, la Argentina perdió en 1997 un 5,7% de competitividad, y este año sufrirá una pérdida adicional de 1,3%, suavizada porque se frenará la revaluación del dólar contra las otras monedas duras. Hasta 1996 el país tenía menos inflación que el resto del mundo, y ésta era su virtud. Pero desde entonces la estabilidad dejó de ser una virtud porque ya no otorga competitividad, puesto que todo el mundo (¡hasta Brasil!) es estable.

- Otro problema muy serio fue el deterioro en los términos de intercambio, que expresan la relación entre los precios de los productos que exporta el país y los de sus importaciones. En 1997 hubo terribles caídas en granos y en petróleo, y se espera una baja ulterior del 20%. En todo caso, no parece un problema transitorio: en los dos o tres próximos años el cuadro no variará sustancialmente.

- En síntesis: la Argentina no puede devaluar mientras otros devalúan (salvo formas indirectas, como una buena reforma laboral, que baja el salario), la estabilidad ya no le sirve para competir, sus importaciones crecen mucho más que el PBI, y aunque las importaciones se desaceleran, las exportaciones caen más. En algún momento chocarán los trenes, deduce Gaba.

- Además, compara la idea de enfriar la economía (aunque no esté recalentada) con pegarse un tiro en el dedo gordo. Frenar el crecimiento afectaría la recaudación impositiva, aumentando así el riesgo argentino. Si se restringe el crédito, la suba de tasas atraería más capital golondrina. No hay remedio que sirva.

- El argumento oficial, desde la época de Cavallo, de que las actuales importaciones de bienes de capital (casi la mitad de las cuales van al sector servicios) implican exportaciones futuras, no satisface a Gaba. ¿Cuándo y cuánto ayudarán a exportar? No es una discusión demasiado práctica, según cree.

- Prefiere entonces ver el problema desde otro ángulo. Preguntarse qué aumentos de capacidad productiva se están generando a través de las inversiones. Centrado el monitoreo en cuatro sectores clave --minería, aluminio, siderurgia y petro/agroquímica--, la conclusión es que entre hoy y el 2001 las mayores exportaciones y menores importaciones originadas en aumentos en la capacidad de producción sumarán unos 3200 millones de dólares (sin entrar a considerar eventuales variaciones de precios), equivalentes a un 64% del déficit comercial de 1997.

- En base a esto, la conclusión de Gaba es que, si pese al calendario electoral no se dan pasos que afecten el actual equilibrio macroeconómico, el tiempo juega a favor del programa.

 

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