Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

"LO QUE IMPORTA"

Por Juan Gelman


na36fo01.jpg (8255 bytes)

T.gif (67 bytes) La importancia del juicio que el juez Garzón instruye en Madrid no le crea dudas: "Lo veo como algo enormemente positivo", dice a Página/l2. Es que para el coronel (R) del ejército español Prudencio García Martínez de Murguía el tema de la obediencia debida en el estamento militar es una vieja preocupación. En 1971, en pleno franquismo, comenzaba ya su empeño por el establecimiento en la institución del derecho de desobediencia "ante las órdenes delictivas, de evidente carácter ilegítimo, criminal o anticonstitucional", concepto que fue finalmente incorporado en la legislación militar española. De su otra preocupación habló claramente en un artículo publicado en El País del 3 de abril pasado: estimó un paso adelante la derogación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, "pero -–señaló-- su falta de retroactividad mantiene prácticamente intacta, de cara al siglo entrante, la peligrosa tradición de la impunidad de facto, con su insidiosa carga potencial". Ambas preocupaciones en el ámbito militar –-la obediencia debida, la impunidad-- llevaron al coronel Prudencio García a escribir un libro único en su género. El drama de la autonomía militar (Alianza, Madrid, l995), en efecto, analiza el comportamiento de las Fuerzas Armadas argentinas durante la dictadura desde un punto de vista inédito: el sociológico militar. O, si se quiere, desde los dilemas morales que provoca la disciplina militar.

Se trata de una obra rigurosa y bien escrita, fruto de una investigación que a ambos lados del Atlántico llevó a cabo el autor durante cinco años. El coronel Prudencio García no se limitó a consultar un sinnúmero de documentos de toda clase de fuentes. Sostuvo además decenas de entrevistas con civiles y militares -–represores y no--, víctimas y victimarios, ex presidentes, políticos, periodistas, otros profesionales, ex jefes guerrilleros, cubriendo de extremo a extremo el espectro ideológico del país. Lo hizo porque -–explica en el prefacio-- "resultaba imprescindible desde nuestra perspectiva sociológica -–precisamente militar y occidental-- dedicar el esfuerzo y el tiempo suficientes a la averiguación de cómo este conjunto de valores y proclamaciones así enunciados (por la dictadura militar, J. G.) -–Patria, defensa, orden, seguridad, cultura cristiana y occidental-- pudieron llegar a engendrar un cóctel tan letal, tan increíblemente mortífero e inhumano, tan escasamente militar, tan falsamente occidental, tan flagrantemente anticristiano como el que en aquella República hermana se desencadenó a partir de marzo de l976, llenándonos de estupor y consternación a medida que lo allí sucedido se pudo ir conociendo, hasta acabar -–por múltiples conductos-- verificado, documentado y expuesto al mundo en toda su trágica dimensión".

Son notorias las presiones que procuran cerrar el juicio instruido por Baltasar Garzón; los argumentos giran en torno a si un juez español tiene jurisdicción -–competencia, decimos en la Argentina-- para entender en crímenes cometidos en otros países y por nacionales de otros países. Claro que en este caso se trata de crímenes contra la humanidad, no prescriptibles, pasibles de ser juzgados en cualquier parte del mundo en virtud de los pactos internacionales de derechos humanos. Y no es difícil ver que, tanto en España como en la Argentina, la voluntad de defender la impunidad de los genocidas argentinos asoma su cabeza repugnante sobre las aguas de la controversia jurídica.

Esa dimensión no escapa al coronel Prudencio García, quien reafirma su posición sociológica y moral. "Yo no soy jurista --dice--, pero apoyo la realización del juicio porque veo que hay una sólida argumentación a favor de que la Justicia española tiene jurisdicción en este caso. Tal como afirman diversos juristas españoles, existe razonable base jurídica para argumentar a favor de nuestra jurisdicción, y también en contra de ella. En tal caso, me parece claro lo que hay que hacer: optar por aquella posición que defiende los derechos humanos, y no por aquella que los niega, habida cuenta de las amenazadoras consecuencias de la impunidad." Este hombre de habla rápida y precisa, que perdió de muy niño a su padre en la guerra civil española, subraya entonces: "Puede que los grandes asesinos y torturadores hayan conseguido impunidad en su propio territorio, en la Argentina. Neguémosles la impunidad en el ámbito internacional. Que al menos se vean acosados por órdenes de búsqueda y captura. Aunque hay que reconocer que, como cárcel, la Argentina es una cárcel muy amplia y confortable. Aun así, que se sientan observados y enfilados por la comunidad internacional".

Distinguido militar de carrera -–entre otros cargos ocupó el de jefe de la Unidad de Cooperación con las Fuerzas Armadas de El Salvador, dependiente de la División de Derechos Humanos de la misión de paz de las Naciones Unidas en ese país--, el coronel Prudencio García no sólo mira hacia el pasado. Piensa que en las primeras décadas del milenio que viene se podrán desencadenar en América latina -–y no sólo-- graves crisis sociales, acompañadas de la aparición de focos de violencia, y que se corre el peligro de que los ejércitos reiteren el modelo de represión ya conocido. Insiste entonces en la necesidad de crear un tribunal penal internacional que juzgue a todo aquel que cometa delitos de lesa humanidad en cualquier lugar del mundo. "No basta establecer ese tribunal -–indica--, hace falta una policía judicial internacional capaz de capturar a esos delincuentes para entregarlos a los jueces." Reflexiona que todo eso está lejos todavía y que, en consecuencia, juicios como el de Garzón, o la condena a perpetua dictada en Francia contra Astiz, o los 20 años de prisión a que fueron sentenciados in absentia varios coroneles chilenos en Italia, son aportes ejemplares a la causa de los derechos humanos en el mundo.

Es hora de reconocer -–afirma por escrito el coronel Prudencio García-- que el proceso instruido por el juez Garzón "ha contribuido a colocar un sólido ladrillo -–aunque tampoco baste-- en el muro destinado a cortar el paso a esa lacra, tantas veces avasalladora, que para muchos países ha venido constituyendo la tantas veces denunciada impunidad militar. Esa impunidad por tanto tiempo persistente y desafiante que seguirá amenazando el futuro de aquellas sociedades cuya debilidad civil les haga entrar en el siglo XXI con unos ejércitos todavía por encima de la ley y la moral".

Sí. La impunidad abre caminos a la repetición de la historia. El genocidio puede convertirse en paradigma de la civilización actual, temía H. G. Adler.

.

PRINCIPAL