Las bases han apostado por un sistema de señales emitido por Borrell resumibles en cuatro: izquierdismo, experiencia de gobierno, rigor intelectual, independencia respecto del aparato. El efecto equivale a la ingestión de un euforizante por parte de toda la izquierda, dentro y fuera del PSOE porque la victoria en sí misma es una derrota de la mediocre politiquería que ha hecho de lo inevitable la única síntesis entre lo nuevo y lo viejo. Hay un flujo de joven militancia hacia los socialistas y de simpatía de otros sectores de izquierda por la derrota de la conspiración de lo rutinario. Aznar y el PP han reaccionado con una gran agresividad contra un candidato al que temen y contra unas renovadas expectativas de la izquierda electoral y social. Sus aliados nacionalistas de Cataluña y el País Vasco se alarman ante el efecto Borrell dentro de sus propios ecosistemas electorales y la nomenklatura del PSOE ha experimentado un envejecimiento repentino de novela de bioficción o de drama de Priestley. A Borrell le costará mantener las esperanzas suscitadas por sus señales alternativas porque el socialismo democrático atraviesa un período de crisis de identidad y, de prosperar los criterios de Blair, incluso no tardará en dejar de autollamarse socialismo. Está claro que Borrell ahora no puede seguir siendo tan independiente respecto del aparato y por lo tanto o él cambia al aparato o el aparato lo secuestra y lo inutiliza, pero ese secuestro sólo significaría una paradójica victoria suicida. Puede autolimitarse a ser brillante candidato frente a un opaco Aznar, pero si no compensa las expectativas creadas como renovador del código ético y político del PSOE, las mismas bases que han dado tan estimulante lección de laicismo militante pueden sentirse estafadas, así como una izquierda extramuros del PSOE que se ha apropiado de esta victoria como si les fuera en ella la esperanza como virtud nada teologal. No estaba previsto que uno de los síntomas del milenarismo fuera que la izquierda estuviera todavía capacitada para ayudarnos a superar el tedio histórico. Me temo que el 1º de enero del 2000 volveremos a las rebajas y a las grandes liquidaciones fin de temporada. |