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LOS PIOJOS, UN EQUIPO CON TOQUE, FÚTBOL Y GOL

Las presentaciones de "Azul" en Parque Sarmiento sirvieron como prueba del brillante momento artístico que vive la banda. El show dio pie a una ceremonia colectiva de tono inolvidable.

 

 

Con una puesta impecable, Los Piojos revalidaron todos sus títulos.

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Andrés Ciro, un cantante de notable comunicación con la gente.

Por Esteban Pintos

t.gif (67 bytes)  Los shows brindados este fin de semana reafirmaron la sensación generalizada que campea en el aire rockero de este país, desde hace un par de años. Los Piojos se acercan bastante (si no lo consiguieron ya) al concepto de aparición musical más importante de la década. En realidad, lo suyo pasa --y haciendo saber que se está cayendo en un lugar común-- por esa combinación infalible en el lugar correcto, en el momento exacto. El rock de la calle y el fútbol explotó en los noventa y no es casualidad que sea llevado adelante por multitudes de aquellos que eran niños y preadolescentes durante los años de gracia de Diego Maradona (86/90), cuando el fervor nacional por el fútbol a través de algunas épicas victorias alcanzó el grado máximo. Después entran a jugar otros factores también. Aquello es también un cruce de sensaciones y emociones que pueden resumirse: la leyenda de Sumo (se muere Luca) y la eclosión definitiva de la pasión stone argentina (vienen los Stones). Esa ecuación, incluso conceptualmente en los antípodas, gobierna hoy el panorama rockero argentino. Y da como resultado una identificación colectiva generacional que encuentra en Los Piojos a los perfectos ejecutantes de la banda de sonido de este momento. Algo de eso pasa con los Redonditos de Ricota o con La Renga --también con Divididos--, pero nunca tan patente como con Los Piojos.

Las cálidas noches del Parque Sarmiento dejaron también la constancia del crecimiento musical de la banda, un potente conglomerado de instrumentistas ávidos de crear, ejecutar y perfeccionar. Las guitarras de Kupinski y Fernández, a las que se agrega el cantante Andrés Ciro por momentos, han adquirido nuevas tonalidades que revisten a cada canción de una sonoridad diferente, superior quizás al original. Detrás (o delante, como se quiera), la base Buira-Rodríguez lleva adelante un galope constante que es casi la marca registrada del sonido piojo. Basta con escuchar la versión en directo de "Arco" --el impactante comienzo de Ay ay ay (1994)-- para entender de qué se trata. Las nuevas canciones del flamante Azul abrevan en esas fuentes, siempre, pero intentan guiar a la banda hacia otros caminos, otros paisajes sonoros: el vals eléctrico "Vals inicial", primer momento de sosiego de la noche tras la explosión del comienzo, y "Quemado", de climáticas vueltas rítmicas, dan una idea aproximada de estos nuevos caminos. Otras canciones de Azul, más encuadrables dentro del estilo piojo ya clásico, conservan la frescura y el encanto de algunos otros clásicos de los días del teatro Arpegios, pero incluso están potenciadas por la gimnasia de tocar y tocar. "Genius" es rock and roll festivo y contagiante; "Desde lejos no se ve" y "El balneario de los doctores crotos" son pura energía rioplatense. Una suave canción como "Agua" tuvo, con el coro de niños que la registró en estudios, un agregado extra de emotividad: la multitud cantó como pidiendo por ella en el calor de un estadio cerrado y creó espontáneamente un magnífico coro caótico con la banda y los chicos, que iba y volvía y rebotaba. Ese griterío se pareció mucho al rugido de un multitud que acaba de gritar un gol y todavía rebota por las tribunas, excitada y feliz.

Antes y después de los estrenos, en algunos casos complementados por una sección de cuerdas, otra de vientos y el aporte efectivo del Pollo Raffo en las teclas, la banda dio rienda suelta a su mejor juego colectivo. Quedó dicho de "Arcos", pero también habría que hablar de "Llevátelo", "Los mocosos" y el tan stone del barrio "Tan solo". La energía de estampidas eléctricas como "Manise" y "Pistolas" y el recreo rockero que permiten canciones como "Taxi boy" y "Shup shup". O sea, de lo mejor que pueden ofrecer Los Piojos de su repertorio de tres discos anteriores, mostrándose en un gran momento musical, escapando de los fantasmas de la sobreexposición, reafirmando el romance con una hinchada fiel y seguidora (ahí están las banderas como prueba) y haciendo pensar que hay para rato. Como la banda argentina de rock más viva de la década.


Amor: Los Piojos se muestran en un gran momento musical, escapando del fantasma de la sobreexposición y refirmando el romance con una hinchada fiel.



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