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PROSTITUTAS QUE ACTUAN SE SEÑORAS AVENTURERAS

CASADA Y ATREVIDA, TE BUSCA




CADA VEZ SON MÁS LOS HOMBRESS QUE PREFIEREN LAS AVENTURAS CON MUJERES COMPROMETIDAS Y NO CON PROSTITUTAS. ENTONCES CONCURREN A AGENCIAS ESPECIALIZADAS EN ESE TIPO DE VÍNCULOS. ELLOS CREERÁN QUE LA TRAMPA ES MUTUA. PERO TODO ES UNA PUESTA EN ESCENA. LAS "SEÑORAS" SON PROFESIONALES DEL SEXO QUE LES TERMINAN SACANDO A LOS INGENUOS MÁS PLATA QUE SI LA CONTRATARAN EN FORMA TRADICIONAL.

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t.gif (67 bytes)  "Casadas sin prejuicios. Se asegura reserva". Cada rubro en el comercio del sexo ametralla con códigos propios. En Buenos Aires, los clasificados dan cuenta de una nueva tendencia: cada vez son más los hombres que desechan el vínculo con una prostituta y rastrillan la ciudad en busca de una furtiva cita de amor con mujeres, pero comprometidas. Dicen los promotores que el ratoneo masculino explota ante la posibilidad de poseer el cuerpo de una mujer que tiene dueño. Para satisfacerlos, los que manejan el negocio tenderán una trampa. Ofrecen prostitutas camufladas de señoras. Mientras ellos nada imaginan sobre el engaño, ellas juegan a ser mujeres hartas de su matrimonio y en busca de una aventura. Y ellos terminarán pagando mucho más que un arancel común. Y quedarán convencidos de que ellas también están pagando por un rato de amor clandestino.

--Hola, consultora.

Griselda es recepcionista de una rara propuesta del rubro 58, a la que llaman Family Consultory. Del otro lado del tubo telefónico ofrece "vínculos con señoras casadas, con absoluta reserva y continuidad". Joaquín --su ficticio cliente-- pide precisiones y ella concede algunos datos. La agencia cobra "120 pesos, por única vez" por el contacto. El apart tiene sus propios "lugares de encuentro", eufemismo para no decir habitaciones o privados.

Hasta ahí el trato parece cierto. Pero la puesta en escena guarda algunos secretos. A él le dicen que los dos pagarán 120 pesos por la presentación. Pero las señoras no pagan. Cobran. Ellas no son casadas, ni buscan gozar transgrediendo alguna norma conyugal. Las prostitutas reciben una comisión por el servicio y al señor, además de cobrarle la presentación, le extraerán 55 pesos por esos "lugares de encuentro".

Alguna vez, Laura atendió el teléfono de la Family Consultory, aunque en ese momento el nombre no era tan sofisticado. A pedido del dueño de un pub, trocó su puesto de gato por el de recepcionista. Eran dos sus ocupaciones: la instrucción de chicas para el verso y la caza de clientes. Ellas deben fingir ser señoras. "Nada de nombres de loca, o ropa osada", recomendaba. Y en lugar de brillos y calados, las chicas aparecen enfundadas en trajecitos y tapaditos. Todas son señoras, cansadas de una relación conyugal en decadencia y en busca de algo que amengüe su rutina. La receta provoca sabrosos fajos de dinero. "Ellos se excitan sabiendo que están con mujeres casadas y nosotras les damos el gusto", aclara Laura.

La oferta puertas afuera es ortodoxa. Por recomendación, aviso en un diario o tarjeteo callejero, el interesado disca y obtiene información básica. Lo que sigue es la entrevista en la agencia. Frente a la recepcionista, tendrá un book con las candidatas disponibles y una vez que el dedo sentencie la solicitada, la agencia concretará la cita. La trampa está protegida por artificios. El y ella dejarán el pago juntos y al mismo tiempo, para reforzar la teoría de la mujer con compromisos, en busca --al igual que él-- de una aventura.

"La agencia le da los 120 pesos a ella para que simule ponerlos. Después, de lo que puso el tipo, ella se queda con 60 pesos". Laura confía algunas trampas. "De ningún modo las chicas pueden concretar encuentros fuera de la agencia --apunta--. A quienes quieren llevárselas les dicen que no pueden porque tienen compromisos y que las podría ver algún conocido entrando a un bar o a un telo". Laura explica que una de las entradas de dinero más importante de las agencias proviene de ofrecer sus propias recámaras con el servicio.

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Los avisos prometen cumplir con cualquer fantasía.

Encuentros: La agencia cobra 120 pesos por el contacto. El apart tiene sus propios "lugares de encuentro", eufemismo para no decir habitaciones.

Impotente

"La relación con mi marido es pésima; él es impotente. Me conecté con la casa para conocer una persona y tener una relación informal con alguien discreto". Este es el libreto que usó Betty, de paso por una de estas agencias. Pero mintió. Hace siete años quedó en la calle. Se separó y terminó sin techo y con una nena de meses. Hoy habla de la primera vez y recuerda el día que abrió su heladera y no tenía leche para darle a la beba. Ese resultó su quiebre. Compró el diario. Miró los clasificados y a la noche estaba en Uruguay al 100. Para entrar, le mintió al dueño. Explicó que tenía experiencia. Y esa noche se llevó 180 pesos. Durante años vendió sexo en departamentos privados. Alguna vez fingió ser señora casada y trabajó para una agencia donde los hombres buscaban vincularse con mujeres comprometidas pero atrevidas. Y a ellos también les mintió, como finge ante su esposo que piensa en su mujer como camarera, y todas las tardes vuelve a creerse la historia mientras ella patea esos bares y adoquines de Flores buscando clientes.


Libreto:
"La relación con mi marido es pésima; él es impotente. Me conecté con la casa para conocer una persona y tener una relación informal."

De aquí para allá

En el edificio de Santa Fe al 800, además de la rara Family Company, existe una agencia ortodoxa de vínculos y acompañantes. Hay también departamentos privados. El mismo ejército de mujeres se cambia de ambiente de acuerdo con las demandas. El edificio emerge como un anexo de dos pub. Sofía es una de las mujeres emergentes. Puede aparecer con look señora de tarde, ante un cliente del 8º F, y de noche volver al edificio, y con traje de gata meterse en el tercero. O venderse a través del book en la agencia del 3º F. Cuando su celular titila de día, sabe que alguien necesita sus servicios. No le gusta montar guardia, aunque muchas de sus compañeras deben hacerlo. La calle le enseñó a defenderse, incluso de quienes de noche funcionan como sus dueños. Sabe que del pub puede irse después de que el cortesano dejó dos copas pagas. Tiene una hora y media de tiempo para estar afuera, es decir, en alguno de los departamentos del edificio. Para eso, cuando el varón se lleva a la chica, paga 40 pesos. Si pretende otro sitio, el precio es superior.

Betty gatea hace dos meses. Mientras el mozo acerca la cuenta, la rubia se anima a confiar sus trucos. Ni cuando jugó a ser "señora" dejó de gatearles a los clientes. "Más sencillo --traduce-- llorarle la carta". De ahí vienen los mejores fajos de dinero de las prostitutas. "Si un tipo paga 150 para estar con vos, es un tipo de guita". Los mechoncitos amarillos de la frente dejan de moverse por un rato. Aquieta la cara, vuelve a pedirle a Carlitos la cuenta y sigue. Su señuelo da resultado. "Me vino un montón en la cuenta del celular", le llora a alguno o les dice que "los chicos se quedaron sin ropa". Así el bonachón le es útil no sólo para tapar agujeros sino también para alcanzar los 2500 pesos mensuales con los que pudo dar de comer a sus hijas, amueblar su casa y comprar una cama para matar de amor a su nuevo marido, ese que todas las tardes piensa que su mujer va a trabajar de camarera.

Producción: Alejandra Dandan.


LA ESTRATEGIA PARA CONVENCER A LOS CLIENTES

UN CONTACTO EN SÓLO 24 HORAS

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Argumento: "No es cuestión de que las vean. Son señoras que no quieren cambiar su forma de vida. Sólo quieren experimentar algo distinto, como vos."


La mayoría de las extranjeras están vinculadas con saunas.


En Once, Constitución y Flores reciben entre 2 y 5 pesos.

Por A.O.

t.gif (67 bytes) El hombre se para frente al edificio de Santa Fe al 800. Viene con el coraje juntado, pero igual mira para todos lados. Toca el timbre del departamento del octavo piso. Se supone que se trata de algo discretísimo, pero una voz requiere datos por el portero eléctrico: si tiene cita, si vino por el aviso. Hay gente detrás que escucha todo y el hombre quiere desintegrarse allí mismo. Finalmente, la puerta se abre. Pero el portero quiere estar seguro.

--¿Adónde va?

--Al octavo.

--¿Al octavo F?

--Sí --contesta y cree que quedó al descubierto ante toda la gente.

Una vez en la oficina, el clima se distiende. Allí, tampoco hay gran reserva. Hay mujeres que salen y otras que entran. Un hombre de traje está siendo entrevistado en uno de los escritorios. En el otro, se sienta el recién llegado. Sólo queda otra oficina, reservada, al parecer, para encuentros más reservados.

--Esto es muy discreto. Nosotros tomamos tus datos, vemos tu perfil y tus gustos. En 24 horas ya tenemos algo para ofrecerte --arranca la explicación Griselda, pero mira de reojo el bolso que lleva el potencial cliente. "No tendrás una cámara oculta, ¿no?", se llena de paranoia. "Y ustedes no me estarán filmando, ¿no?", replica el hombre con la idea fija en los grandes éxitos de Spartacus.

Hechas las paces, Griselda sigue ofertando. "Nosotros no tenemos ningún compromiso. Los presentamos a los dos, a vos y la señora y, si hay onda, cada uno paga 120 pesos por el contacto, por única vez. Después ustedes deciden qué hacer. Acá tenemos un lugar para los encuentros", anuncia y aclara que eso se cobra aparte.

--¿Y si quiero ir a tomar café primero, para conocerla mejor?

--Sí... Pero imagináte que las mujeres tienen sus compromisos. No es cuestión de que las vean. Son señoras que no quieren cambiar su forma de vida. Sólo quieren experimentar algo distinto, como vos. Esto es para relaciones informales. Imagináte que las mujeres son señoras casadas. ¿Vos sos casado?", pregunta.

--Sí.

--Ah, entonces lo que estás buscando son fantasías --interpreta rápidamente y lanza un ofrecimiento: "¿No querés dos?

--¿Cómo, dos?

--Sí, dos amigas. Son dos mujeres casadas que se conocen y quieren tener una experiencia juntas con un hombre.

--...

--¿O pensás que es muy jugado, así, todo de golpe?

Ante semejante desafío, el hombre, que tiene su orgullo, acepta. "Es sólo 30 pesos más. En lugar de 120 son 150", aclara la supuesta celestina.

Luego viene el resto de los requerimientos. ¿Rubia o morocha? ¿Tiene que ser profesional? ¿Tiene que vestirse llamativa o discreta? ¿Querés que también pueda charlar, no cierto?

Por su cuenta, Griselda escribe más requerimientos. "Que tenga buena onda", anota. Los datos ya se eternizaron en una ficha. Es la 5003. "Imagináte que esto empezó con el 01 y siempre anduvo todo bien", se esmera. Un gran cuaderno hace las veces de agenda. "¿Para la semana próxima está bien?", apura. El cliente acepta. La cita con las dos amigas será el miércoles a las 12.

--¿Tienen que ser las dos rubias?

--Bueno.

--Ay, pero ahora no me queda. Una es rubia y la otra morocha. ¿Puede ser? --implora Griselda y el hombre acepta una vez más. En realidad, fue ella quien prácticamente decidió todo.

Cerrado el trato, llegó la hora de señar el servicio.

--¿Diez pesos está bien?

--¿No pueden ser 20? Imagináte que son dos --fuerza Griselda y hasta entrega factura. Luego, despide al cliente con amabilidad. Sale de la oficina con él y comparte el ascensor. "Es que tengo que llevar unos papeles a otro piso", aclara sin que nadie se lo pregunte. Se baja en el tercero. Justo el piso señalado en el rubro 58 de los clasificados como lugar de provisión de modelos para acompañantes.


LAS EXTRANJERAS INVADEN BUENOS AIRES

HERMANAS LATINOAMERICANAS


t.gif (67 bytes) Vicky puso la pava sobre el fuego. La pieza apretaba pero alcanzaba para recibir a dos amigas paraguayas de visita. Era tarde de domingo. Vicky cedía y dejaba sus vicios centroamericanos para cebar mate. La pensión, en el corazón de Constitución, hervía de tonadas, anécdotas y de trabajo en común. Después de un rato se despidieron hasta el lunes. Ese día, las tres mujeres cruzaron miradas en Pantalla Gigante, un sauna de Once. Pero al mediodía el burdel estalló en llamas. Vicky perdió a sus dos amigas. Las dos paraguayas murieron atrapadas en el baño. Ni siquiera se conocieron sus verdaderos nombres. Es la realidad de una legión de extranjeras que llegan a Buenos Aires con la ilusión de ganar buena plata ejerciendo la prostitución. Sólo en Flores se calcula que todas las noches rondan 150 dominicanas de las 500 que se mueven en las calles porteñas. También las hay llegadas del Brasil, Paraguay, Perú, Uruguay, Bolivia y hasta de Cuba.

En las estrategias para evitar persecuciones y eventuales deportaciones, pagan mil pesos para conseguir marido argentino o 500 para obtener un documento. Pero casi todas terminan engañadas y, además de perder el dinero, pierden la esperanza de vivir legalmente en este costado del mundo.

También Vicky es dominicana. Desde diciembre del '96 trabaja de prostituta en Buenos Aires. Una noche de Caribe le soplaron que aquí podía hacer cien pesos en ocho horas. Esa vez las pupilas marrones bailaron: cien en su país valen mil. Ahora, desde hace seis meses, intenta desprenderse de los manejadores de putas. Está indocumentada y tiene miedo de hablar. Evita identificar al "fiolo argentino" --como lo nombra-- que regentea a las centroamericanas en la Capital.

De la isla la sacaron con pasaje de ida. "Por seis meses no tendría que pagar nada, ni hotel, ni el viaje o la comisión", cuenta una amiga de la dominicana. Una vez en territorio porteño, las extranjeras pierden poder de decisión y, por lo general, el control de sus propios cuerpos. Cuando llegan están dos o tres días en una pensión en las que abundan paredes descascaradas y baños populares. Alguien les arregla el paso siguiente: comprar la garantía para un alquiler y compartir un departamento entre tres o cuatro. Pero no se puede elegir cualquier edificio. Para la selección se tantean inmobiliarias acostumbradas a trabajar con departamentos privados en los que también existe el comercio del sexo, o se opta por los "aptos profesionales".

"Es la mejor forma de evitar problemas con el consorcio. Por lo general los edificios no tienen un portero que controle todo el tiempo y, con sólo hacer sonar el timbre, el portero eléctrico permite el ingreso", instruye una mujer del palo, pero nacional. Quienes se meten en este hangar terminan enjauladas entre los muros de los apartamentos. "Hacen una vaca para pagar al contacto local. Claro que algo les deja para comprarse medias, o una bombachita o corpiño", reprocha otra vez la amiga de Vicky.

La extranjera que protesta puede irse, pero normalmente no tiene con qué. "Por día tienen que dejar 150 pesos. Si no pagás, comienza el apriete. El que te contrata deja que le debas hasta dos días completos, después te raja". Coca habla y extrae conclusiones al mismo tiempo: "Si no llegaste a juntar para un día, se te hace imposible repuntar". Coca no viene de afuera pero habla por las que hacen silencio, pero también protesta porque las morenas la irritan. Y, dice, le quitan clientela. "Dos día atrás se armó una batahola bárbara en Flores. Las mujeres se le fueron encima a una negrita y la destrozaron... Yo no estoy de acuerdo pero... Tienen razón, ¿qué querés que te diga?".

Con la eliminación de los edictos, varias se animaron a dejar el encierro de departamentos y saunas. "Yo tengo encima un traje de 250 pesos, medias de 15, zapatos de 50 y no me voy a ir con un tipo por diez mangos. No". Pero para las dominicanas la cuenta es distinta. Mientras las locales pueden hacer en una tarde tres clientes de cuarenta pesos, ellas están dispuestas a servir a diez, por diez pesos.

La condición de indocumentadas se vuelve insostenible. Para despegar de las presiones, optan por comprar un casamiento y obtener la ciudadanía. Vicky pagó mil pesos a un criollo para casarse. "El tipo la siguió molestando porque quería sacarle más plata --confiesa--, se dio cuenta de que le mentía. La engañaron como la peor del colegio". Los papeles que le dieron eran falsos. "Los tipos enfocan a un grupo de diez extranjeras, a las tres primeras les hacen todo legal, bien de la Federal y pagan 400 pesos, el resto son todos truchos y para esto les chuparon 400 o 500 pesos a cada una", se explaya Laura.

La falta de documentos es un estigma que ahoga especialmente a peruanas, cubanas y dominicanas. El sexo importado de estados limítrofes cuenta con las ventajas del Mercosur: las mujeres no necesitan acreditar domicilio y trabajo en el país.

La mayoría de las mujeres extranjeras están vinculadas en la Capital con saunas. Por el servicio cobran el 20 por ciento de lo que pagan los clientes. En Once, Constitución y Flores, el servicio les reditúa entre dos y cinco pesos. En los mejores sitios pueden obtener 20 pesos con las propinas. Cumplen turnos de doce horas y los pesitos se aprietan fuerte como un tesoro. El bollito de papel se esconde, se mete bien adentro, al fondo, bien al fondo del bolsito que hace de cartera. Así, como lo hacían las paraguayas de Pantalla Gigante. Fue un bollito de plata lo que fueron a buscar al baño cuando quedaron atrapadas.

 

Producción: A. D.



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