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ESTA NOCHE SABRA QUIEN SE LLEVA LA PALMA DE ORO EN CANNES

A LAS PUERTAS DEL FINAL

En el último lote d ela selección oficial, el griego Théo Angelopoulos se anotó en la lista de firmes candidatos al gran premio: su nuevo film, "La eternidad y un día", está entre lo meejor que se ha exhibido en el Festival.

 

En un signo trágico, el director había elegido primero a Volonté y luego a Mastroianni para ese papel

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Angelopoulos (derecha), junto al alemán Bruno Ganz, protagonista de "La eternidad y un día".

Por Luciano Monteagudo
Desde Cannes

t.gif (67 bytes)  No se puede decir que un film de Théo Angelopoulos sea una sorpresa, y menos en Cannes, donde el notable cineasta griego ha presentado regularmente la mayor parte de su obra, pero no cabe duda de que el festival se tenía reservada una de sus mejores cartas para el final: La eternidad y un día está sin duda entre lo más alto que ha ofrecido la competencia oficial este año, y seguramente será tenida muy en cuenta hoy a la hora de los premios, cuando a las 21 el jurado presidido por Martin Scorsese dé a conocer su veredicto. Más allá de la suerte que corra la película en el reparto de honores --ya en 1995 Underground, de Emir Kusturica, le arrebató la Palma de Oro a La mirada de Ulises, que debió conformarse con el Gran Premio del Jurado y el Premio de la Crítica--, La eternidad y un día es claramente el film de un cineasta mayor, de "O Megangelopoulos", como lo llaman en su país: Angelopoulos, el grande.

Aunque el film lleva sobre sí la marca del fallecimiento de dos entrañables amigos del director --Gian Maria Volonté, Marcello Mastroianni--, La eternidad y un día no es necesariamente un film sobre la muerte, como se ha ocupado de aclarar el propio Angelopoulos. Por el contrario, se diría que La eternidad y un día es un film que sale en busca del tiempo perdido, una película sobre la importancia del recuerdo de aquellos instantes de felicidad --simples, a veces fugaces-- que depara una vida y que vale la pena recuperar un día, para siempre.

Se sabe que Angelopoulos comenzó a pensar en su nueva película mientras trabajaba en La mirada de Ulises, cuando Volonté murió en pleno rodaje. Con el guión ya listo, el primer actor que imaginó en la piel de su protagonista fue Mastroianni, con quien Angelopoulos había trabajado antes en El apicultor y El vuelo suspendido de la cigüeña. Pero para entonces Marcello ya estaba muy enfermo, a punto de morir. Finalmente, Angelopoulos se decidió por Bruno Ganz, el magnífico actor de Wenders y Tanner, que en La eternidad y un día se hace cargo de un hombre que está, precisamente, por emprender su último viaje, un viaje que va demorando porque no sólo lo ata a la vida la memoria de su mujer, de sus libros, del mar, sino también la realidad de un chico de apenas ocho o diez años, un pequeño inmigrante clandestino al que rescata de un destino incierto y con el que recorre las calles húmedas y el puerto gris de Tesalónica.

La eternidad y un día marca un giro en la obra de Angelopoulos, una nueva dirección hacia un cine más íntimo, menos épico que el que solía hacer hasta ahora. En un festival que --a diferencia de otros-- se caracteriza por el silencio sacramental del jurado, no se sabe absolutamente nada hasta ahora acerca de la suerte que puede correr el film, pero en Cannes hoy todas son especulaciones acerca de los premios. El consenso de la crítica es que ha sido, a grandes trazos, un festival de nivel en general parejo, aunque sin grandes revelaciones. La prensa italiana tiene depositadas muchas ilusiones este año de volver a llevarse la Palma de Oro a Roma, después más de veinte años, cuando en 1977 y 1978 ganaron consecutivamente Padre Padrone, de los hermanos Taviani, y El árbol de los zuecos, de Ermanno Olmi. Y son ilusiones justificadas, si se tiene en cuenta la calidad de Aprile, el nuevo diario de Nanni Moretti, y la ovación que recibió La vita è bella, una fábula de Roberto Begnini que se anima a tratar el tema del Holocausto en un arriesgado tono tragicómico.

Por su parte, en un sondeo realizado entre algunos críticos por la revista Moving Pictures, la película en competencia con el puntaje más alto es My Name is Joe, de Ken Loach, que también tiene posibilidades de alzarse con el premio al mejor actor, por el estupendo trabajo de Peter Mullan. Chances similares se manejan también para Brendan Gleeson, el protagonista de The General, la película con la que recién ahora el realizador inglés John Boorman recuperó el nivel que tenía en los años '70, cuando Leo the Last le valió aquí en Cannes el premio al mejor director. Hay quienes aseguran que en este rubro el ganador va a ser el taiwanés Tsai Ming-Liang, no sólo porque El agujero lo muestra en su mejor forma, sino también porque en un reportaje a Scorsese realizado por la revista Studio antes de conocerse la selección de Cannes, el presidente del jurado manifestó su admiración incondicional por El río, el film anterior de Tsai.

Toda la delegación danesa, a su vez, se ha quedado en Cannes, lo que hace suponer que los autores del Dogma, Thomas Vinterberg y Lars Von Trier, tienen auténtica fe en sus respectivas películas, Festen y la controvertida Los idiotas. Y cuando se habla de actrices que pueden llevarse la Palma se mencionan a tres: Katrin Cartlidge por Claire Dolan, Isabelle Huppert por La escuela de la carne y la veinteañera Elodie Bouchez, magnífica protagonista de La vida soñada de los ángeles, primer largometraje del francés Erick Zonca, que también está en condiciones de pelear por la Cámara de Oro a la mejor ópera prima. Todos a esta altura están a la expectativa de ese instantáneo golpe de fama que es capaz de dar Cannes, de esa Palma que hace que un film o un director siempre queden en el recuerdo.


EL PREMIO A "SOLO CONTRA TODOS", DE GASPAR NOE

SERA DIFÍCIL OLVIDAR AL CARNICERO

 

t.gif (67 bytes) Los críticos presentes en el Festival de Cannes jamás podrán olvidar el film Seul contre tous (Solo contra todos) del argentino-francés Gaspar Noé, historia de un carnicero racista e incestuoso: por eso le dieron los 100.000 francos (20.000 dólares) del premio único de la 37ª "Semana Internacional de la Crítica". El premio a Noé, de 39 años, quien vive desde hace 20 años en Francia, donde estudió cine en la escuela Louis Lumière, es el resultado del voto de todos los periodistas que siguen el festival. Cincuenta mil francos serán para él y otro tanto para el distribuidor de la película. El personaje principal, interpretado por Philippe Nahon, es un hombre de cabeza cuadrada y sanguínea, un ex carnicero de 50 años que jamás sonríe, solo, fracasado, perdido en sus pensamientos de odio a la vida, con deseos de matar, fornicar con su hija y suicidarse.

Tras pagar una condena por haber agredido al obrero que cortejaba a su hija, el ex carnicero se instala en la gris ciudad de Lila, al norte de Francia, con su amante encinta y su suegra, esperando rehacer su vida. La búsqueda de trabajo será inútil, pues por su edad ya nadie lo contrata. La desesperación lo vuelve irritable y la cohabitación con su mujer y su suegra se convierte en una pesadilla para él. Una noche llega al límite, y da rienda suelta a su violencia. Después de atacar a patadas a su mujer encinta, el carnicero roba el revólver de su suegra y huye haciendo dedo hacia París, dispuesto a cualquier cosa. Sus negras ideas, producto de su miseria y su soledad, lo llevan a buscar a su hija de 20 años, interna en una institución. No tarda en cometer incesto con la muchacha y en matarla. "¿Película de un realizador astuto que quiere asustar a los burgueses? ¿Secuela azarosa de la cultura sucia y lobotomizada que sólo interesa a un puñado de perversos en un festival de cine? Sí, y mucho más", dice en una nota el crítico del diario Libération, Didier Peron, que sin dudas votó por este film.

Gaspar Noé logra transmitir la fealdad moral y física de su personaje. Su película es tan convincente que el espectador emerge de la sala con los cabellos de punta. "Los torrentes de fango de la voz en off del personaje nos ponen los pelos de punta, pero nos recuerdan la violencia de los discursos de los electores del Frente Nacional (partido de extrema derecha francesa)", sostiene Peron. Noé quiso ser provocador, duro, como si quisiera abofetear al espectador para que despierte y mire en torno a él la locura de la vida; para que sepa que cualquier hombre solo, abandonado de la mano de Dios, que deambula por suburbios de muros leprosos, es como un cartucho de dinamita, un desesperado dispuesto a morir matando.

 


CARLOS SAURA Y UN PPASO DE BAILE DESAFORTUNADO

t.gif (67 bytes) No se entiende muy bien qué puede haber llevado al director español Carlos Saura a filmar la película Tango, al menos tal como lo hizo. Estrenada ayer en Cannes en funciones especiales, fuera de concurso, Tango es una coproducción hispano-argentina, filmada en Buenos Aires, con fotografía del virtuoso italiano Vittorio Storaro, arreglos musicales de Lalo Schiffrin, coreografías de Juan Carlos Copes y Ana María Stekelman y la participación de algunos de los mejores tangueros que puedan encontrarse, como Horacio Salgán, Néstor Marconi y Ubaldo de Lío. Con todos estos talentos a su disposición, podría haberse esperado de Saura una película como Sevillanas o Flamenco, en donde registró lo más auténtico de la música y el baile de Andalucía, sin ninguna intermediación, simplemente con el registro de sus más puros intérpretes, en un estudio vacío.

En Tango, en cambio, que figura escrita y dirigida por el propio Saura (a partir de "una idea de producción de Juan C. Codazzi") se ha creído necesario incorporar una historia argumental, que interrumpe y banaliza la música y hace del film un producto for export, a la manera de uno de esos shows para turistas de paseo por San Telmo. Son muchos los cuestionamientos que pueden hacerse al film de Saura --entre ellos, que su trama se parezca demasiado a la de El exilio de Gardel, con Miguel Angel Solá una vez más intentando armar una especie de tanguedia-- pero lo más preocupante de la película es que especule con la memoria de los desaparecidos, en un número de baile particularmente desafortunado, que termina impúdicamente con una pila de cadáveres, convertidos en un mero golpe de efecto kitsch. Cuando Tango se estrene en Buenos Aires, será el momento de discutir a fondo estas y otras iniquidades de la película. Y no será una discusión agradable.


"TENÍA BRONCA CONTRA EL MUNDO"

Tras presentar "Corazón iluminado", Héctor Babenco explicó a Página/12 que su film exorciza un pasado doloroso.

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t.gif (67 bytes) "La idea básica que me motivó a hacer la película fue intentar recuperar la memoria, visitando paisajes olvidados", dice Héctor Babenco de Corazón iluminado, su primer film rodado en la Argentina, que se presentó ayer en competencia en el Festival de Cannes, casi al filo de las deliberaciones del jurado. Protagonizado por Walter Quiroz y Miguel Angel Solá, que interpretan al mismo personaje en diferentes etapas de su vida, Corazón iluminado es para Babenco una película de fuertes lazos autobiográficos, una ficción con la que exorciza un pasado traumático. "Había una memoria visual, una memoria activa que no quería abandonar, que no quería dejar que se escapara. Yo me estaba alejando cada vez más, estaba por hacer de nuevo una película muy realista en Brasil y me dije que no, que mi situación personal exigía otra cosa. En un momento en que mi salud física estaba sufriendo alteraciones muy dramáticas, pensé que había llegado el momento de acercarme a mí mismo y no de alejarme. Y la mejor forma fue intentar hacer una película que estableciera un armisticio, un puente de amistad entre el Babenco que deja la Argentina a los 17 años con una mochila al hombro y el Babenco que vuelve a los cuarenta y tantos, ya siendo otra persona, pero fruto de aquel que había comenzado a ser en Mar del Plata, en su primera juventud, en los años '60".

Escrita a cuatro manos con Ricardo Piglia, que también vivió en Mar del Plata por aquellos años, Corazón iluminado es para Babenco "un intento por crear una película que funcione en dos momentos de la vida de un hombre, pero no hacerlo fácil, con un flashback, a la manera de Cinema Paradiso, sino probar una estructura más radical, interrumpir una narrativa en la mitad y hacerla saltar de pronto veinte años hacia adelante. Queríamos otros códigos narrativos, subvertir las convenciones, ver cuánto puede contarse sin tener la necesidad de decir algo, simplemente proporcionando las informaciones más periféricas". Corazón iluminado tiene en todo su desarrollo un aura trágica, que se manifiesta claramente hacia el final. Según Babenco ese carácter trágico del film obedece "a que esta película fue escrita durante una época en que yo estaba muy enfermo y obviamente el tumor, en el sentido aristotélico de la palabra, todos estos fluidos que hacen que uno sueñe o esté con rabia o hambre, estaban extremadamente teñidos por una situación de inconformismo total. Sucedían cosas que yo consideraba que no eran justas que estuvieran sucediendo. Estaba muy enfermo, las posibilidades de cura eran muy complicadas, finalmente salí airoso, pero la película fue escrita en gran parte por un hombre con mucha bronca con el mundo, un hombre que no quería ser querido, que quería que los otros se fueran al carajo, al infierno. No entendía cómo yo me estaba yendo y los demás se quedaban aquí. Y me preguntaba: ¿qué hacer con la mediocridad del mundo...?". A ese interrogante intenta responder Corazón iluminado.



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