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ETTORE SCOLA CONCLUYO EL RODAJE DE "LA CENA"

NOS HABÍAMOS POLITIZADO TANTO

En su nueva película, el gran realizador expone una visión muy cambiada de la realidad italiana, en la cual las luchas sociales desaparecieron y sólo importan las relaciones humanas.

Según Scola, "La cena" no es una película política, en el sentido militante del término.
"Pero si por política entendemos nuestra actitud ante la vida, éste es un film político", dice.

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Por Elena Llorente
Desde Roma

t.gif (67 bytes) Militante de izquierda durante buena parte de su vida, el cineasta Ettore Scola piensa ahora que en Italia las clases sociales prácticamente han muerto y concluye en estos días La cena, una película con escaso trasfondo político pero que se interna en las relaciones humanas. "Ahora no hay más divisiones esquemáticas. Se tiende a una clase media generalizada dentro de la cual la principal distinción es aquella entre personas honestas y deshonestas", explica el director de Feos, sucios y malos. Según Scola,"La cena no es una película política, es decir militante en el sentido tradicional de la palabra. Pero si por política entendemos nuestra actitud frente a la vida y a los otros, entonces éste es un film político como lo son también los de Walt Disney", añadió.

Scola a menudo apuntó su dedo acusador de intelectual de izquierda hacia algunos problemas políticos de actualidad como hizo en Mario, María y Mario (1993), donde trató la crisis de los militantes cuando el viejo Partido Comunista Italiano (PCI) se dividió y cambió su nombre, después de la caída del Muro de Berlín en 1989. Pero la mayor parte de las veces los temas políticos aparecieron en sus obras magistralmente manejados como un trasfondo, mientras relaciones humanas difíciles pero realistas aparecían en primer plano. Fue el caso de Nos habíamos amado tanto (1974), que tuvo como telón los conflictos político-sociales de los años 70 en Italia, o de Un día muy particular (1977) con el fascismo como un ominoso marco que signaba las represiones de sus personajes. Otras veces el aspecto político fue todavía más sutil, como en El baile (1983), un film sin palabras pero con música, que resumía en una sala de baile los distintos momentos históricos por los que pasó Europa en este siglo. O en La familia (1986), donde un viejo caserón de Roma era testigo de casi medio siglo de vida italiana.

En La cena, Scola prefirió presentar en una "trattoria" --uno de los lugares más frecuentados por los italianos que, como se sabe, son fanáticos del buen comer-- su nueva visión del país. Es decir, una Italia que se muestra más preocupada por los problemas personales que por los temas políticos o sociales. "Mi juicio sobre la Italia de hoy es bastante positivo. No completamente optimista pero tampoco pesimista. No creo que en otros países se viva mejor", advirtió Scola.

Protagonizada por Vittorio Gassman, Giancarlo Giannini, Stefania Sandrelli y la francesa Fanny Ardant, que a esta altura forman algo así como su elenco estable, Scola quisiera que La cena participara del próximo Festival de Venecia, que se realizará a principios de setiembre. Pero todo depende de cómo marche la compaginación y los últimos detalles. En La cena Ardant es Flora, la propietaria del restaurante, y Gassman un viejo maestro de escuela primaria, bastante culto y al que le gusta quedarse a jugar a las cartas después del cierre de la trattoria. Sandrelli es Isabella, una cuarentona que siempre quiere parecer de treinta años y que tiene problemas con su hija, y Giannini es un profesor universitario empeñado en una complicada relación amorosa con una alumna mucho más joven que él. El film, narrado en tiempo real, relata lo que sucede en las dos horas en que esta gente está sentada en la mesa del restaurante y toca una variedad de temas, como los celos, la envidia, la droga y los problemas de los cuarentones ex hippies o ex militantes, que ahora no saben qué hacer de sus vidas. La cena fue enteramente filmada en un "casale", una vieja casona de campo en las afueras de Roma, donde se reprodujo una tradicional trattoria romana y el rodaje duró diez semanas, a partir de un guión escrito por el propio Scola y su hija Silvia, en colaboración con Furio y Giacomo Scarpelli.

 

Obsesiones de una obra

Ettore Scola tiene tres obsesiones reconocidas: el tiempo, la soledad y la historia. "En primer lugar, el tiempo; el tiempo que huye, que va dejando a su paso ruinas, frustraciones, ilusiones perdidas", dice. "Después, la soledad. El cine siempre ha retratado mejor y con más ternura a los personajes solitarios que a los bon viveurs. Por último, la historia, pero no la historia oficial, que uno nunca ve, sino las historias individuales, que alimentan a la gran Historia, con mayúsculas". Sobre estos tres ejes fundamentales se ha movido siempre la filmografía más significativa y trascendente de Scola y sobre el tiempo, la soledad y la historia gira ahora también La cena, su nueva película.



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