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El amigo americano peregrina hacia la plaza de los asesinos

na18fo01.jpg (11126 bytes)El 25 de este mes, Clinton
inicia una controvertida visita a China. Están en juego India y Pakistán y sus escaramuzas nucleares pero también los negocios, la Plaza Tienanmen
y una relación más pareja.

Una vendedora del Museo Militar de Pekín sostiene un modelo del Misil de la Larga Marcha.
No está claro si China ha terminado su ayuda nuclear y misilística a Irán y Pakistán.

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t.gif (67 bytes) Un senador norteamericano declaró una vez famosamente que “levantaremos a Shanghai bien hacia arriba hasta que, Dios mediante, quede igual a Kansas City.” El impulso norteamericano de moldear a China a su propia imagen es, retóricamente, tan fuerte como siempre. El presidente Clinton habló recientemente de China “moviéndose para unirse a la próspera comunidad de las democracias libres”. Sin embargo, el tema hoy es si China está modelando a Norteamérica o si es precisamente el revés. La historia recordará a Richard Nixon por un gran escándalo en el país y un gran cambio de política exterior. En una forma curiosa, William Clinton está siguiendo los pasos de Nixon. El escándalo en el país es diferente, y menor, pero el de política exterior se refiere al mismo país, China, y puede llegar a ser considerado como la coronación, un cuarto de siglo más tarde, del acercamiento chino-norteamericano que Nixon y Kissinger iniciaron en 1972.
Si este eje potencial entre Washington y Pekín es o no algo bueno para el mundo es una pregunta difícil, pero por cierto está en vías de concretarse. Mientras el presidente Clinton prepara su visita a China a fines de este mes, todo sugiere que lo que Madeleine Albright llama la “relación estratégica” entre dos países es ya una realidad y quizá la realidad central de los asuntos asiáticos. La crisis económica asiática y las pruebas nucleares en el subcontinente han destacado no simplemente la importancia de China para EE.UU., sino su indispensabilidad. Los crecientes problemas económicos de Japón y la parálisis de la política japonesa están acelerando el proceso, que ya lleva un tiempo, en el que Japón está sufriendo una degradación relativa y China está gozando de una relativa promoción en relación con los EE.UU. Pero hablar del emparejamiento de Norteamérica-China solo desde la perspectiva de Washington, como si esto fuera todo un asunto de elecciones y decisiones de Norteamérica, es engañoso.
Estaría mal sugerir que los Estados Unidos son de alguna manera el socio junior en la relación con China. Por otro lado, no está al mando de esta relación como solía estarlo y de la forma en que la administración todavía quisiera que esté. La Norteamérica de Clinton no puede “alejarse” de China. La necesita demasiado. Cuando los chinos comenzaron a dar fondos electorales a la campaña del Partido Demócrata, eso representó, de una manera pequeña o indirecta, un grado de intervención china en la política norteamericana que Norteamérica no podía lograr en China. El affaire es una irregularidad que, aunque no de gran importancia en sí misma, revela la nueva intimidad tecnológica y militar entre Norteamérica y China. Lo que se está comerciando es apoyo técnico norteamericano para las fuerzas militares chinas a cambio de asistencia china en una serie de temas de proliferación y seguridad. La ayuda militar bien puede incluir, por ejemplo, algún tipo de ayuda útil para mantener las armas nucleares de China sin más pruebas. A cambio, Norteamérica ve el apoyo chino para los objetivos de Estados Unidos en el acuerdo chino para terminar con la ayuda nuclear y misilística a Pakistán e Irán (aunque si se ha terminado totalmente no resulta claro), el rol más activo de China en las discusiones sobre seguridad del sudeste asiático y el aparente fin al aventurerismo chino en los Mares de China del Sur.
Mas recientemente, China jugó un rol restringido en las consecuencias desastrosas de las bombas nucleares de India y Pakistán. En el frente económico, China tuvo la virtud de no devaluar su moneda y apoyó el enfoque de FMI a la crisis económica de Asia. A cambio, seguramente los chinos quieren que las restantes sanciones de los Estados Unidos sean removidas, el apoyo norteamericano para que los chinos sean miembros del World Trade Organization y una actitud por parte de Norteamérica mucho más restrictiva al abastecimiento de armas a Taiwan. Con todo esto sucediendo,probablemente no haya intercambio tan activo y con tanto niveles entre dos grandes países como entre Norteamérica y China hoy.
Clinton empezó su presidencia en 1993 con la idea que Washington podría impulsar al gobierno de Pekín a lo largo del buen camino con el uso de sanciones comerciales. Pronto la abandonó por su actual política de compromiso constructivo, una política que lo llevará a fin de este mes a la Plaza Tiananmen. Ahí será recibido frente al Gran Salón del Pueblo, cerca de donde los estudiantes fueron asesinados en 1989. Jonathan Mirsky, el ex corresponsal del London Times en Asia Oriental, recomendó muy firmemente que el presidente se pare en el exacto lugar donde Mirsky vio como un manifestante fue aplastado a muerte por un tanque blindado hace nueve años. La profesora Ding Zilin, la madre de un estudiante muerto en la plaza, lamenta el asentimiento de Clinton a la bienvenida en la plaza Tienanmen, pero dice que podría repararlo si es firme con el gobierno chino. Pero se pregunta: ¿Se anima a ofender al liderazgo chino?
Sin duda los que escriben los discursos de Clinton todavía están haciendo borradores y borradores de comentarios para hacer los “correctos” sobre Tienanmen, democracia, los asesinatos de 1989 y el Tibet sin ofender demasiado al liderazgo chino. Su tarea no es envidiable. El dilema de Tienanmen es que el actual régimen debe empeñarse en esa versión de la historia en la que los estudiantes son representados como parte de un peligroso levantamiento. Cualquier retirada de la línea oficial sobre Tienanmen es una “concesión” esperando algún futuro cambio de liderazgo. Pero ciertamente no vendrá ahora como respuesta a la presión de EE.UU.
La ofensa de Tienanmen contra el pueblo chino pertenece al viejo mundo de la autoridad comunista, pero en su naturaleza es de la misma clase que el nuevo tipo de injusticias que el régimen chino está imponiendo a sus ciudadanos. Eso fue para poner en movimiento una inmensa cantidad de cambios, cambios que les están quitando a muchos chinos de lo que tenían en forma de seguridad económica, mientras le trae prosperidad a una minoría relativa. Cuando una prohibición de la venta puerta a puerta, en si una indicación de la desesperación de tanto los vendedores como los compradores, produce asesinatos y disturbios, los peligros de este cambio para la gente común están claros.En esta nueva injusticia, Norteamérica es muy cómplice, porque apoyó tanto los cambios y porque tan obviamente cree que la combinación de comercio y dividendos sobre las inversiones, en el futuro beneficiará y mucho a los EE.UU.
Bao Tong, un ex alto funcionario del gobierno que fue encarcelado después de Tiananmen. valientemente hizo en público las preguntas que el gobierno de los Estados Unidos deben estar sopesando en privado. Preguntó: “¿Es China una fuente de estabilidad o una potencial fuente de inestabilidad? Cuando no tiene el poder suficiente, su actitud es de perfil bajo. Pero cuando se desarrolle y sea fuerte, ¿qué clase de rol va a jugar, sin un cambio estructural completo?”. Bao Tong hace la conexión que necesita hacerse. ¿Puede la responsable, poderosa China en la que EE.UU. tanto quiere creer, emerger de una sociedad que no ha repudiado el autoritarismo y la crueldad simbolizada por Tiananmen?

Traducción: Celita Doyhambéhère

 

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