Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

EL ENEMIGO FAVORITO


na36fo01.jpg (16553 bytes)

na36fo02.jpg (20202 bytes)

Por Mario Wainfeld

T.gif (67 bytes) Una versión futbolera pero esquemática diría que la pica empezó cuando los ingleses les gritaron "animals" a los argentinos comandados por Rattin. Una versión más historicista diría que todo comenzó con la guerra de Malvinas. O con las invasiones inglesas. Todas tendrían una parte de razón, pero sólo una parte porque la pica futbolística con los ingleses viene de siempre, tiene vida propia, ya ha acuñado una serie de postales y hoy, qué duda cabe, sumará una más.

La primera postal es de los '50, en el mismísimo Wembley. La Argentina era por entonces autárquica y aislacionista, aun a la hora de jugar a la pelota. No participaba en los mundiales y de pronto concertó un amistoso. La idea subyacente era "si le ganamos a los inventores del fútbol somos campeones del mundo". Empezamos ganando pero nos pelotearon de lo lindo. El arquero era de Vélez, un tal Rugilo, no demasiado conocido. Parece que se atajó todo. La radio lo bautizó "El León de Wembley" y así le quedó para siempre. Las fotos de época lo muestran clavado en la raya (los arqueros de antes salían tan poco) o volando de palo a palo, con unos bigotazos que le dan un aire de hombre mayor. El León no lo pudo todo, perdimos dos a uno en los últimos minutos. Pero quedó en la postal.

La siguiente postal tiene como fondo la cancha de River, escenario de la revancha. Argentina ganó 3 a 1 y lo que quedó en el recuerdo fue el gol de Ernesto Grillo. La leyenda, sustentada en la tradición oral, quiere que se gambeteara a medio mundo y cuando todos esperaban el centro pateó desde un ángulo imposible y golazo. Algunos precarios films de época (ciertamente huérfanos de replay) sugieren que el arquero le regaló el primer palo. Pero el mito es el mito y el gol de Grillo quedó en la postal.

La siguiente es del mundial del '66. Argentina se defendía ante el local Inglaterra esperando los penales, como Paraguay el domingo contra Francia. El referí, un alemán bombero a más no poder, echó a Rattin por discutir (en esa época, créase o no, no había TV en directo, ni Mc Donald's, ni tarjetas rojas y amarillas). El gallardo capitán resistió la medida, se sentó en la alfombra de la reina, mientras José María Muñoz vociferaba por radio "atacan a un gran país, un país libre"... en el que acababa de tomar el poder una dictadura militar.

Las otras dos postales ya se vieron por TV color y en vivo. Son las mejores, más frescas, las que definen el ser nacional. La pillería, la trampa, la sorna de la mano de Dios y el otro gol, en el que un argentino les enseñó a los inventores del fútbol quién era el dueño de la pelota. Maradona suele contar que en un amistoso anterior en Wembley había estado a un tris de concretar un gol similar. Se gambeteó a God y María Santísima o, si se prefiere, a todos los ingleses y al quedar frente al arquero la acarició con la zurda. La pelota, mujer al fin, casquivana, se fue al lado del poste. A la vuelta su hermano Lalo, con el privilegio que da la sangre, se permitió darle una lección de fútbol: "Debiste gambetearlo y pegarle después". Diego registró y cuando en México repitió el portento, gambeteó al arquero e hizo un golazo irrepetible, digno del teatro Colón, incluso porque tuvo, como se ve, un ensayo general.

Si el lector quiere recordarlo, le aconsejo ponerle como fondo el relato de Víctor Hugo Morales en el que el uruguayo en un instante se olvida de seguir contando los dribblings de Diego y empieza a decir lo que ruegan los hinchas cuando se va construyendo un gol así "que sea, que sea", enronquece. Y fue.

Jugamos más partidos contra Brasil. Jugamos dos finales del mundo contra Alemania, a la que, además, le ganamos amistosos formidables. Jugamos una final con Holanda y nos comimos un baile y cuatro goles en el Mundial del '74. Tuvimos partidos épicos con Italia: la eliminamos de la Copa del Mundo del '74 y de la del '90, en su propio pago, y ellos nos eliminaron de la del '82. Ninguno de esos choques llega al dramatismo y la pasión que tienen los partidos contra los ingleses. Habría que ver por qué tanto. Las Malvinas, las invasiones, guste o no, algo tienen que ver, pero queda dicho, hay otras razones específicas del fútbol. Dicen los que saben que la identidad de las personas se constituye cuando se reconoce al otro. La identidad futbolística argentina --esto lo dijo ya Juan Sasturain-- se forjó enfrentando a "otro" bien especial, al inventor del juego. Son nuestro enemigo favorito, aquel que elegimos para (definir nuestro) ser, ganando, perdiendo, sufriendo la injusticia. Haciéndoles goles con destreza o con desvergüenza. Hoy se plasmará otra postal, tal vez de victoria. Que sea, que sea. Passarella, please, dale una mano a Dios, poné al Muñeco Gallardo.

PRINCIPAL