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UCRANIA QUIERE APLICAR LA CONVERTIBILIDAD Y PIDIO CONSEJO A MENEM

EL PADRE DEL MODELO AHORA LO EXPORTA

La idea cuenta con el aval del Banco Mundial pero el FMI se opone, como lo hizo con Indonesia. No es habitual que se aplique convertibilidad en un país como Ucrania. Los ucranianos le preguntaron a Menem qué hacer y cuánto tiempo hay que sufrir. El presidente aconsejó "hacer cirugía mayor".

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El presidente Carlos Menem y el de Ucrania Leonid Kuchma, juntos en el Palacio Mariinski en Kiev.
Ucrania, dijo un funcionario, "es lo más parecido a Argentina en suelos y producción agrícola".

 

Por Maximiliano Montenegro
Desde Kiev

t.gif (67 bytes)  El gobierno ucraniano quiere estudiar el Plan de Convertibilidad con el fin de adoptar un modelo similar. Al margen de la protocolar agenda oficial, ayer representantes del área económica de Ucrania mantuvieron discretos contactos con funcionarios argentinos para recibir, de primera mano, una radiografía de la convertibilidad. Hace escasas semanas, el Banco Mundial recomendó a las autoridades ucranianas que observaran de cerca "el plan que aplicó Argentina en una situación similar" para estabilizar su economía. Las consultas se hicieron en reserva porque la idea de aplicar la convertibilidad en Ucrania no cuenta con el aval del FMI, que considera que antes el país debería embarcarse en un proceso de reformas (privatizaciones, desregulación, apertura comercial) sobre el cual no existe consenso político. Si se implementara un régimen de convertibilidad en Ucrania habría importantes cambios para los llamados mercados emergentes en el futuro.

Días atrás, el embajador argentino en Kiev, Luis Baqueriza, recibió un llamado que no lo sorprendió. Se trataba del ministro de Relaciones Económicas y Comercio ucraniano, Serhiy Osyka, quien le solicitó acordar entrevistas personales con funcionarios de la delegación argentina para conocer más a fondo el funcionamiento de la convertibilidad. Baqueriza estaba al tanto de que semanas atrás el director del Banco Mundial para la región había sugerido al gobierno ucraniano analizar la posibilidad de instrumentar un régimen económico como el argentino. Ayer, Jorge Campbell, secretario de Relaciones Económicas de la Cancillería se reunió con autoridades del Banco Central local a las que aportaron cuadros y gráficos estadísticos explicativos de la convertibilidad argentina. También surgió la posibilidad de que un técnico de Cancillería o del Ministerio de Economía viaje próximamente a Ucrania.

A partir de 1991, debido a la crisis en que se sumergió el país al declarar su independencia de la ex URSS e iniciar la transición al capitalismo, la economía ucraniana sufrió un colapso: el PBI se encogió a la mitad. Hoy el producto es de sólo 50 mil millones de dólares, seis veces menor que el argentino. Ucrania es uno de los cuatro mayores productores trigueros del mundo y, a decir de Felipe Solá, "es lo más parecido a Argentina en suelos y producción agrícola". En los últimos años, el gobierno logró desacelerar la inflación (del 3400 por ciento en el '94 cayó al 10 por ciento) anclando el tipo de cambio. Se estableció una banda de flotación cambiaria controlada para evitar una devaluación brusca del hryvnas: así, en 1995 un dólar cotizaba a 1,79 grivnas y en junio de este año cuesta 2,01.

Pero la economía sigue en recesión: el año pasado el PBI cayó un 3,2 por ciento. Y la situación social es cada vez más compleja: el producto per cápita alcanza apenas a los 980 dólares (en Argentina roza los 9 mil) y el salario promedio es de tan sólo 84 dólares mensuales. La malaria se soporta gracias a la economía de subsistencia orquestada alrededor de los Kolhosps, granjas colectivas, y a la protección social que aún brinda el Estado. La tasa de desocupación de acuerdo a datos oficiales es de sólo 2,9 por ciento, pero se cree que está muy subestimada.

Recientemente, el presidente Leonid Kuchma anunció un plan de ajuste fiscal, acordado con el FMI, con las medidas típicas: con recorte de empleo público, lucha contra la evasión, suba de impuestos y acelerar las privatizaciones, que vienen muy atrasadas.

Pese a la sugerencia del Banco Mundial, como ocurrió con Indonesia, el Fondo Monetario no quiere oír ni hablar de convertibilidad en Ucrania

hasta tanto no se realicen primero las llamadas reformas estructurales: desregulación de mercados, apertura comercial y privatizaciones de servicios (puertos, comunicaciones, transporte, financieros) para reducir costos.

Los funcionarios argentinos aceptaron el pedido de consultas del gobierno ucraniano, pero coinciden con el FMI en que "la convertibilidad no se sostiene sólo con fijar el tipo de cambio y acumular reservas en el Banco Central". En tanto, destacan los inconvenientes para avanzar con lo que reclama el Fondo. Por un lado, en las elecciones parlamentarias de marzo pasado el presidente Kuchma perdió a manos del comunismo la mayoría, lo cual le resta margen de maniobra. Aún así, hay quienes consideran que el presidente ucraniano está interesado en copiar de Menem, además de la convertibilidad, si fuera necesario, el método de los decretos de necesidad y urgencia. Por otro lado, es una economía muy protegida: en el '97, incluso, aumentaron los aranceles en carnes, pescados y frutas, y establecieron cuotas en otros sectores como el automotor. Como es sabido, la convertibilidad exige aranceles bajos para abaratar los productos internos, de modo tal que la inflación no termine forzando una devaluación.

Durante la calurosa jornada de ayer en esta ciudad, que mezcla la arquitectura barroca con las grandes moles de oficinas y hoteles de la era soviética, el presidente Kuchma no dudó en mostrar a Argentina como el modelo a seguir y le pidió consejos sobre economía en público a Menem. En una reunión con la prensa en el Palacio Mariinski, levantado alrededor de 1750, hoy restaurado, con brillantes blancos y azules en su exterior, afirmó: "Ucrania tiene mucho que aprender de Argentina: ha superado dos crisis financieras, la mexicana y la asiática, y hay que reconocer que los éxitos en materia económica de los últimos años han sido grandiosos". Menem sonreía segundos después, cuando la voz de la traductora llegaba a sus oídos.

La misma escena se repitió por la tarde, en un seminario con empresarios, pero con un matiz: "la gente necesita saber cuánto tiempo se tarda para dejar de sufrir, podría darme una respuesta señor presidente", le preguntó a Menem. "Primero hay que hacer cirugía mayor, después se van a requerir algunos años, no le puedo dar una fecha. Pero lo que sí le aseguro es que si inician las tareas de privatización y apertura tendrán éxito", contestó el riojano.

 


CON HINCHADA PROPIA EN KIEV
PIROPOS DE JAJÁN

Por M. M.
Desde Kiev

t.gif (67 bytes) "Usted va a seguir siendo presidente en el año 2000, estoy seguro señor presidente, porque usted en Argentina arrasa en las urnas". Menem no podía contener la risa cómplice de lo que estaba escuchando y atinó a decir: "Ojo, que acá están los periodistas", pero ni siquiera hacía falta negar nada. A medida que la traducción simultánea llegaba a los oídos del presidente ucraniano y de los empresarios que participaban del seminario, las risas se multiplicaron y desembocaron en un cerrado aplauso. Menem estaba exultante: no sólo dictaba cátedra de economía sino que además el cariño y la admiración brotaban de la gente que lo imagina perpetuándose en el poder. No es el sueño de cualquier presidente. El único problema es que la "gente" era Emilio Jaján, un menemista que en 1991 fue detenido en Miami por blanqueo de dinero: se había jactado, ante agentes encubiertos del gobierno norteamericano, de poder sacar narcodólares de Estados Unidos en valija diplomática y de conseguir audiencia con Menem, quien ya lo había recibido tres veces.

El Presidente recomendaba ayer por la tarde a su par ucraniano el camino a seguir para entrar por la puerta grande del libre mercado mientras repasaba los logros económicos de su gobierno durante un seminario empresarial organizado en el Ministerio de Relaciones Exteriores de este país. Cuando fue el turno de las preguntas, los empresarios se mostraron tímidos, tal vez inhibidos por la tediosa traducción simultánea, tal vez por el calor que brotaba de una sala abarrotada por unas cien personas.

Sólo un hombre de unos 70 años, completamente calvo, se animó a romper el hielo: "Soy un abogado argentino de origen ucraniano que participó en la privatización del correo, señor presidente. Le quiero decir que lo admiro y que estamos organizando dos ferias argentino-ucranianas, una en Argentina en el '99 y otra aquí en el año 2000, cuando usted va a seguir siendo presidente porque usted arrasa en las urnas", afirmó. Menem reía, sonreía, hasta se puso colorado. Pero no era necesario aclarar nada: está en carrera, porque la reelección está instalada bien alta en la polémica. Nadie escuchó hablar de la Constitución, del final de su segundo mandato, y de entregársela en el '99 al próximo presidente, como había prometido días atrás a los empresarios de Moscú.

"Yo le debo la vida, señor presidente", completó Jaján, mientras aseguraba que "los 400.000 ucranianos en la Argentina vamos a votar por usted". Le pidió al Presidente que declarara a las jornadas que pensaba organizar, de interés nacional y Menem le dijo que eso estaba descontado.

Apenas concluyó el encuentro, Menem se dirigió raudamente al ascensor, no sin antes estrecharse en un abrazo con quien lo había hecho pasar un buen momento para lo cual todo lugar es apropiado. Los funcionarios de Cancillería en cambio se apresuraron a comentar que Jaján no formaba parte de la comitiva oficial y que había abonado su pasaje de su propio bolsillo. Para el entorno presidencial estas demostraciones de pasión menemista serán de ahora en adelante cada vez más habituales. Porque, qué duda cabe, Menem está por tercera vez en carrera.

Argentina nuclear

La agenda oficial de Menem en Ucrania incluyó un tema distintivo. Ucrania junto a Argentina forma parte, con Brasil y otros tres países, del comité asesor en materia de seguridad nuclear designado por el Grupo de los Ocho (los siete países más desarrollados y Rusia). En particular, el caso de los controles recíprocos entre Brasil y Argentina fue presentado por el G-8 como un ejemplo a seguir por India y Pakistán. Menem visitó ayer el museo de Chernobyl, uno de cuyos reactores explotó en 1986. Argentina, Ucrania y Brasil podrían sumarse a los esfuerzos para reducir las tensiones entre India y Pakistán por las pruebas nucleares. Otro tema fueron los convenios de inmigración. En los últimos años han emigrado a la Argentina unos 15 mil ucranianos. La colectividad ucraniana llega hoy a las 400 mil personas y cien mil de ellas están radicadas en el Chaco. Por

lo demás, Menem volvió a insistir con el cruce de información entre servicios de inteligencia para luchar contra el terrorismo, el narcotráfico y el lavado de dinero. Firmó un convenio de garantías de inversiones recíprocas y manifestó su apoyo para que Ucrania ingresara a la Organización Mundial del Comercio.


Pizza con vodka

Cuando el periodista de Página/12 estaba por hacer migraciones en la Aduana ucraniana, una pregunta lo desconcertó: "¿Tiene su certificado médico?, preguntó una funcionaria rubia y de ojos claros. Pasada la confusión, todo el grupo de periodistas argentinos que llegó ayer por la noche a Ucrania debía comprar un "seguro de emergencia médico estatal", que por diez días cuesta la módica suma de 7,5 dólares y por un año se eleva a 122 dólares. Las razones de la existencia de tal seguro son, según el gobierno ucraniano, "mejorar la provisión de asistencia médica a los extranjeros" y "asegurarse de que, en línea con las leyes internacionales, las prestaciones médicas en caso de emergencia sean provistas, sin cargo, por los ciudadanos extranjeros durante su estadía en Ucrania".

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¿Cuánto tarda un ruso en comprar una cerveza? La respuesta es, en promedio, veinte minutos. Y es un reflejo de la fascinación y sorpresa que sigue provocando en el consumidor ruso el arrollador avance del capitalismo. En una de las salas de espera del aeropuerto de Moscú, eso es lo que tardaban quienes se detenían a comprar una cerveza en un puesto de bebidas ambulantes que, pese a su precariedad, tenía sobre el mostrador botellas de diez marcas distintas.



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