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UN POLICIA CONFUNDIO A SU HIJO DE 4 AÑOS CON UN LADRON Y LO DEJO EN COMA
Un gatillo dolorosamente fácil

Un cabo de la Bonaerense pensó que estaban asaltando su casa y disparó contra una sombra. Pero era su propio hijo, que quedó en coma. Son numerosos los policías que matan por error.

El caso vuelve a sacar a la luz la liviandad con que muchos policías disparan.
Ya en marzo pasado, otro uniformado mató a su hijo confundiéndolo con un ladrón.

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t.gif (67 bytes)  "Es un caso lamentable e incomprensible, pero hay que pensar que todos estamos un poco paranoicos por los robos." La vecina del barrio La Esther, en Burzaco, ensayó una piadosa justificación frente al drama que protagonizó el cabo de la Policía Bonaerense Gustavo Ariel Gagliardi, de 27 años, quien hirió de un tiro en la cabeza a su propio hijo, de cuatro años, al que confundió con un ladrón. El chico está internado, en coma, en la Clínica del Niño de Quilmes. El caso ocurrió en el domicilio que Gagliardi, quien pertenece al cuerpo de Guardia de Infantería de Avellaneda, comparte en Burzaco con su esposa y sus dos hijos. Fuentes policiales dijeron que el suboficial está siendo asistido porque sufre "una fuerte depresión". El hecho vuelve a sacar a la luz la ligereza con que los policías manejan las armas, incluso cuando no están de servicio (ver aparte).

"Por el momento estamos ante un caso de lesiones culposas donde se investiga el manejo imprudente y negligente de un arma", informó el juez de Lomas de Zamora Hugo Van Schilt, quien interviene en la causa. Por su estado emocional, Gagliardi todavía no había sido citado a declarar y tampoco está demorado, aunque por la carátula que anticipó el magistrado el delito cometido es excarcelable. Incluso, por razones humanitarias, el juez permitió que el policía permaneciera en la clínica donde el niño está internado en estado de coma.

Fuentes judiciales aseguraron que "no hubo testigos del hecho" y que el policía "pensó que había un ladrón dentro de su casa y por eso tiró". Los voceros indicaron que una vecina "oyó el disparo, escuchó gritos y se acercó a la casa para ver qué pasaba, pero no pudo ver nada". Las circunstancias en que ocurrieron los sucesos tienen todavía algunos puntos confusos porque existen versiones distintas.

Según el informe oficial suministrado por la Policía Bonaerense, el hecho ocurrió a las 20 del martes. A esa hora Gagliardi regresaba a su casa, en Paraná 1653, de Burzaco, luego de cumplir tareas en la Guardia de Infantería de Avellaneda y en un servicio de custodia adicional. Le llamó la atención observar "las luces de su domicilio apagadas". Tuvo temor al pensar que su familia era "víctima de un robo" debido a que esa misma mañana "varios delincuentes habían ingresado al lugar".

Ante ese cuadro, según la Policía, el suboficial abrió la puerta de su casa "con su arma reglamentaria en la mano" y una vez adentro "una sombra pasó corriendo delante de él, por lo que efectuó un disparo". Después se dice que "al encender la luz pudo comprobar que había herido en la cabeza a su pequeño hijo de cuatro años". El propio padre llevó al chico hasta el Hospital Meléndez de Burzaco, desde donde fue trasladado primero al Hospital Churruca, donde fue intervenido quirúrgicamente, y finalmente a la Clínica del Niño de Quilmes.

En ningún momento se aclaró, en el parte oficial, si la esposa y el otro hijo de Gagliardi se encontraban en la casa en el momento de ocurridos los hechos. Según informó la policía de Burzaco, la luz de la casa estaba cortada "porque Gagliardi carecía de dinero para pagar la factura". El oficial de turno de Burzaco aseguró que durante el intento de robo ocurrido en la mañana del martes, los delincuentes "trataron de forzar la puerta". Sin embargo, en la ayer deshabitada casa de la familia, no se observaba desde afuera ninguna señal de violencia.

Los vecinos aseguraron que "en todo el barrio hubo un corte de luz" y no sólo en la casa de los Gagliardi, a la vez que confirmaron que los robos allí "son permanentes, de manera que muchos andan armados para evitar los asaltos".

El policía vive en una casa humilde, en un barrio que tiene calles sin asfaltar. Muy pocos lo conocen porque "trabaja todo el día" y porque "hace apenas unos meses que se mudaron al barrio". Pedro, uno de los vecinos, aseguró que "después de las siete de la tarde el barrio es una boca de lobo". Agregó que "si uno anda por acá de noche, te roban hasta el pantalón. Si salís vestido de acá es como si te sacaras el Quini seis con 12 millones de dólares de premio".

 

Otros errores sin remedio

En los últimos tiempos, a caballo de la psicosis de la falta de seguridad, se han producido algunos casos de "gatillo fácil" que terminaron en forma doblemente trágica porque hubo víctimas fatales inocentes y porque, debido a un exceso de celo, el asesino y el asesinado pertenecían a una misma familia.

* El 1º de enero de 1997, en una lujosa residencia de Punta del Este, fue asesinado de un balazo en la cabeza el joven José Luis Ricciardi, nieto del propietario de una de las joyerías más famosas de Buenos Aires. El joven, que ese día cumplía 15 años, fue muerto por el coronel retirado del ejército argentino Norberto Eduardo González, de 57 años, quien era la pareja de María Cristina de la Arena, de 61, abuela del chico asesinado. González, quien está detenido en Uruguay acusado de homicidio, dijo que disparó su pistola calibre 38 porque confundió al chico "con un ladrón".

* El 27 de marzo pasado, en Quilmes, ocurrió otro suceso más grave todavía, por el vínculo que unía a víctima y victimario. Luis Corbetto, de 66 años, mató de un balazo a su propio hijo, Roberto Corbetto, de 33, cuando éste ingresó en la casa en la que ambos vivían. El padre estaba alterado porque horas antes un grupo de jóvenes había intentado entrar al domicilio.


"Hay falta de instrucción"

"Mi hijo jamás utilizó la pistola y la mala suerte hizo que disparara justo anoche. Para que vean que no es un asesino `gatillo fácil', fíjense que disparó a baja altura, para no matar." La madre del cabo Gustavo Ariel Gagliardi salió a anticiparse a las noticias periodísticas. El Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), en su último informe sobre violencia policial, precisó que en la provincia de Buenos Aires "el 39 por ciento de los 123 civiles muertos por la policía" en 1997 cayeron a manos de agentes que, como Gagliardi, se encontraban de franco o fuera de servicio.

También es alto el porcentaje de heridos civiles por policías fuera de servicio (123 casos que significan el 38 por ciento del total) y de agentes muertos y heridos cuando están de franco. El CELS precisó que en 1997 murieron 25 agentes (64 por ciento del total) y resultaron heridos otros 31 (43 por ciento), en momentos en que estaban fuera de servicio.

Sofía Tiscornia, directora del programa de Violencia Policial y Seguridad Ciudadana del CELS, opinó que casos como el del cabo Gagliardi ocurren "por dos factores predominantes: la psicosis de falta de seguridad que obsesiona a policías y a civiles, y por la falta de instrucción en el manejo de armas por parte de la policía".

Tiscornia dijo a este diario que "la instrucción de tiro en la policía es deficitaria, pero lo más grave es que en ningún momento se les enseña adecuadamente cómo y cuándo se debe evitar el uso indiscriminado de las armas de fuego". Al cuestionar el uso de la pistola reglamentaria por parte de policías en franco de servicio, el CELS puntualizó que los agentes actúan porque "aun en esa condición están obligados a portar el arma".

 


 

DETUVIERON AL CUADRUPLE HOMICIDA DE QUILMES
El asesino que cayó por una llamada

t.gif (862 bytes) Fue el deseo de comunicarse con su hija lo que irónicamente hizo caer a Hugo Acevedo, el hombre que masacró a su familia. Tras pasar 131 días prófugo, el cuádruple asesino fue detenido en la noche del martes en una cabina telefónica de Flores. Se había afeitado el bigote y llevaba el pelo teñido de un color rojizo. Los policías, sin embargo, no dudaron en reconocerlo: llevaban el dato preciso de la intercepción telefónica. Acevedo quiso escapar, pero esta vez no llegó a recorrer más de cien metros.

Su nombre figuraba entre los 14 "Buscados" por los que el gobierno bonaerense ofrece recompensa. Pero nadie cobrará los dividendos de la captura. Fue la investigación encabezada por la jueza Margarita Allaza de Iturburu la que terminó dando con el prófugo. Habían detectado ya que Acevedo llamaba cada tanto a distintos familiares desde teléfonos públicos. Un grupo en el que rotaban 16 detectives controlaba entonces varias líneas telefónicas. Acevedo cayó hablando con su hija, en un locutorio ubicado en la calle Avellaneda 2730.

El raid asesino de Acevedo en Quilmes tuvo lugar el sábado 7 de marzo. La primera víctima fue Juan Carlos Visiconte, la pareja de su ex mujer: se trenzaron en una discusión dentro de un auto, que terminó cuando Acevedo sacó un arma y lo mató de cinco balazos. Luego se subió a un remise y se dirigió hacia el salón de belleza donde trabajaba su ex mujer, Estrella Domínguez, de 50 años. También a ella la mató a balazos. Ya sin control, siguió hasta la casa de su padrastro, Vicente Eleuterio Acevedo, de 83 años, quien se convirtió en la tercera víctima de sus disparos. Cuando ya la policía lo buscaba por esos tres crímenes, encontraron el cuerpo de su pareja actual, Mirtha Isabel Díaz, de 35 años, que había sido asesinada por asfixia en la casa que compartían en el barrio de Bosques.

Una de las preguntas que se habían hecho los investigadores era cómo solventaba sus gastos Acevedo, prófugo durante más de cuatro meses. Ayer el contenido de sus bolsillos reforzó las sospechas de que habría recibido algún tipo de ayuda: el hombre llevaba un documento falso y 1610 pesos.

De la lista de 14 buscados del gobierno bonaerense, ahora quedan sólo 12. Además de Acevedo, quedó excluido Juan Martínez, acusado por la muerte de su madre, quien se suicidó el 26 de junio pasado. Una aplastante mayoría de los restantes --10 de los 12-- son policías. Curiosamente, los más difíciles de encontrar.

 

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