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Quasimodo y sus padrinos
Por Miguel Bonasso

t.gif (862 bytes)   La carta enviada por el capitán de fragata retirado Fernando Enrique Peyón a sus vecinos de Villa Urquiza, horas antes de que H.I.J.O.S. le hiciera un "escrache" salvajemente reprimido por la Policía Federal debe ser utilizada por abogados, fiscales y jueces para procesarlo, igual que a Astiz, por apología del crimen. (Probablemente, ya alguien tuvo la misma idea y presentó la denuncia.) Pero, además, en este caso sería preciso que la sociedad civil y la clase política tomen nota del lenguaje desafiante usado por el marino, porque ese lenguaje puede ser el preludio de graves acciones de provocación. Como las que se anuncian ya en los anónimos recibidos por el juez Marquevich. Según informó ayer Página/12, Peyón dijo textualmente en su nota: "Yo en lo personal tuve el privilegio, el alto honor y la gran responsabilidad de defender a la Patria de los embates del terrorismo, pero también debo decirle que pertenecí a una elite que tuvo una honrosa y destacadísima actuación en esa guerra, la cual fue, tal vez, el factótum de la derrota de las Organizaciones Terroristas que a su vez, dentro de su orgánica de superficie tuvieron muchas organizaciones que hoy nos persiguen (Madres de Plaza de Mayo, Abuelas, Organizaciones de Derechos Humanos y otras)". En realidad, según lo probó la Cámara Federal que juzgó y condenó a las juntas militares y luego procesó a los responsables de la ESMA, Peyón integró una banda de facinerosos que, amparados en la fuerza del Estado, robaron los hijos y los bienes de los secuestrados e hicieron desaparecer clandestinamente a casi cinco mil personas. El personaje que, según Página/12, trabaja actualmente en el Servicio de Informaciones Navales (SIN) y en la empresa de seguridad de Yabrán, Brides, fue una figura destacada en el sector Operaciones del Grupo de tareas 3/3/2 que funcionó en la ESMA. Peyón (alias Gerardo, Giba, Quasimodo, Eveready, Eugenio, Mochila o David Fernando Avena) ha sido definido en varios testimonios de sobrevivientes como "torturador y psicópata". Entre 1990 y 1992, Quasimodo trabajó junto a su amigo y jefe Jorge Eduardo Acosta (alias el Tigre) en Eximport Funds, la empresa trucha que este último había creado para realizar tareas "de inteligencia" en el Mercado Central. Un pingüe negocio que les obsequió la administración menemista y que se cortó por las denuncias reiteradas de ATE. Hoy encuentra refugio en el SIN, en la oscuridad de las empresas de Yabrán y en los bastones largos de esa policía que él sabía que actuaría "con los medios necesarios". Datos inquietantes que deberían inducir a los legisladores decentes a pedirles informes a los protectores de Quasimodo en el Gobierno.

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