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Franco, Franco, Franco


Por M. Vázquez Montalbán

t.gif (862 bytes) La polémica italiana sobre la oportunidad histórica de la victoria de Franco en la Guerra Civilna32fo01.jpg (15682 bytes) Española, llega a España a las puertas del verano, estación en la que España casi no existe; está de vacaciones. No por ello el debate italiano deja de resultar mortificante para las víctimas del franquismo, sabedoras de las trampas ucrónicas que se están perpetrando en el debate. Cuando Franco se alzó para defender a España del comunismo, el Partido Comunista era apenas un grupúsculo de escasísima presencia parlamentaria, dato reconocido por uno de los generales golpistas, Mola, en sus memorias. Mola temía al sindicato socialista y al anarquista, pero minimizaba los efectivos del PCE que crecieron extraordinariamente a partir del estallido de la guerra. Sin entender la avidez intervencionista de la oficialidad española curtida en la guerra de Africa, impulsada por una de las oligarquías más reaccionarias de Europa, influida por la filosofía de desprecio al poder civil que se cultiva en todo el mundo como consecuencia de la debilidad de la democracia en situación de lucha de clases, no se comprende la causa fundamental del golpe de Franco, golpe militarista oligárquico adornado con la ideología de choque fascista en su versión falangista. Lo cierto es que el franquismo hizo una guerra civil en la que aplicó todo el salvajismo ensayado en las guerras coloniales africanas, hechos contemplables por jóvenes fascistas italianos, ahora no tan jóvenes pero que consiguen una oportunidad de exculpación si prospera la hipótesis de que Franco fue uno de los ángeles profetas de la guerra fría al servicio de Occidente. Si el franquismo practicó una crueldad represiva sistemática durante la guerra, no la detuvo en la posguerra y las penas de muerte, las torturas, la violación de derechos humanos fueron prácticas habituales, respaldadas por gobiernos regenteados por fascistas, militares, demócrata cristianos colaboracionistas y miembros del Opus Dei, como fuerza espiritual de reserva cuando estaba agotado el falangismo.

Es falso que Franco fuera espontáneamente tolerante con los judíos, sus escritos firmados con seudónimo, Jokin Bor, están cargados de antisemitismo y Walter Benjamin, valga de ejemplo, se suicidó en la frontera porque las autoridades franquistas no le concedieron el visado que lo ponía a salvo de la persecución nazi. Los neofranquistas italianos pueden venir a confesar sus pecados ante el Memorial Walter Benjamin en Port Bou. Nicolás, hermano mayor del Generalísimo, lo convenció de que no fuera abiertamente hostil con los judíos por la fragilidad económica de España, por la ayuda que habían recibido de la Banca Morgan durante la cruzada y porque en el futuro habría que contar con el lobby judío internacional. Es falso que Franco utilizara la prudencia para no implicar a España en la II Guerra Mundial.

Utilizó la ambigüedad porque temía que entrar en guerra significaba perder el control de un país desbaratado por el reciente final de su guerra civil, un país en el que se debían avalar día a día las provisiones de alimentos fundamentales para una supervivencia dramática que no impidió la existencia de miles de muertos de hambre y de tuberculosos. Franco condicionó finalmente participar en la II Guerra Mundial si Hitler satisfacía la apertura de las zonas de influencia de España en el Mediterráneo y Norte de Africa, lo que hubiera significado serios problemas de aceptación por parte de la República de Vichy y de Mussolini. Finalmente Franco colaboró con el Eje al favorecer abastecimientos de materias primas fundamentales y con la participación de la División Azul en los frentes de la URSS, especialmente en el de Leningrado, donde dejó un terrible recuerdo.

Todos estos hechos están recogidos en la historiografía más solvente y sólo desde posiciones marcadas por la justificación de la alianza USA-Franco o Vaticano-Franco se ha minimizado el carácter fascista y represivo del franquismo, disfrazándolo de un autoritarismo, tal vez demasiado riguroso, pero hasta cierto punto lógico o depurativo. Cuando desde el dilettantismo o desde al cálculo electoralista o desde la voluntad de metabolizar la transubstanciación milagrosa del fascismo italiano, se falsifica la memoria histórica de Franco, los que la tenemos no podemos evitar un corto viaje entre la indignación y la melancolía, mientras resuenan en nuestro cerebro las obsesivas aclamaciones rituales de Franco, Franco, Franco como si en realidad proclamaran Sanctus, Sanctus, Sanctus, salmodia en el gran mercado de la desfachatez moral e intelectual.


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