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CUBAS (O SEA OVIEDO) ASUME HOY EN UN PAIS POLITICAMENTE TRAVESTIDO
El baile de los disfraces paraguayos

Raúl Cubas, un hombre de Lino Oviedo, asume hoy la presidencia paraguaya. En esta nota, la historia de una interna increíble.

Raúl Cubas asume hoy la presidencia de Paraguay prometiendo la liberación de Lino Oviedo.
Su campaña electoral se basó en la fórmula peronista "Cubas al gobierno, Oviedo al poder".

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Por Pablo Rodríguez

t.gif (67 bytes) La noticia podría ser: Raúl Cubas Grau recibirá hoy la banda presidencial paraguaya de manos de Juan Carlos Wasmosy en una ceremonia que marcará el primer relevo presidencial plenamente democrático en 66 años, y que contará con la presencia de varios presidentes sudamericanos, entre ellos Carlos Menem. Pero la noticia también es que Cubas, siendo del mismo partido que Wasmosy, no quiere ni ver al mandatario saliente por considerarlo responsable de que Lino Oviedo, que había ganado las elecciones internas del oficialismo, ahora esté encarcelado por un intento golpista en 1996; y que el proceso por el que Wasmosy logró dejar fuera de carrera a Oviedo --ex amigo suyo-- hace dudar de lo "plenamente democrático" del relevo. Según varios especialistas, lo que aparece detrás de esta historia de enredos es una economía que está a punto de desmoronarse.

"Cubas hereda un país que, si no está en ruinas, está muy enfermo y en pedazos", señaló ayer el economista Carlos Ortiz. "Los actos de corrupción cuantificados de acuerdo con la Contraloría General produjeron una sangría nada menos que de 2.094.857.000.000 de guaraníes, más de mil millones de dólares", completó el sociólogo José Nicolás Morinigo, en una columna publicada en el diario Noticias de Asunción. Las principales acusaciones que Oviedo lanza en este momento contra Wasmosy se refieren, precisamente, a la corrupción que parece haber teñido a su gestión. Claro que recién ahora el ex militar aparece como víctima y el presidente, como victimario. En 1989, Oviedo se había calzado el disfraz de héroe: fue él quien irrumpió, granada en mano, en el despacho del dictador Alfredo Stroessner para terminar con 40 años de dictadura. Siete años después, el militar se había colgado el disfraz de jefe del Ejército y amigo personal del presidente Wasmosy, pero algunas divergencias lo llevaron a intentar una sublevación similar a la de un golpe de Estado. Algunos consideraron que se trataba de una interna entre "los barones de Itaipú" (grupo de profesionales que, como Wasmosy, se enriquecieron con las licitaciones de esta y otras represas construidas en Paraguay) y la mafia del contrabando representada por el militar. Luego del fracaso de su intento y con varios procesos legales en su contra, Oviedo se disfrazó de candidato civil y logró ganarle las internas del Partido Colorado al delfín de Wasmosy, Carlos Facetti, y al líder histórico de los colorados, Luis María Argaña.

Pero Argaña también es experto en disfraces. Fue asesor y presidente de la Corte Suprema durante la dictadura de Stroessner y luego canciller del gobierno del general Andrés Rodríguez, quien dirigió las fuerzas para derrocarlo. Ya en democracia, Argaña se disfrazó de opositor a Wasmosy y trató de ganar las elecciones internas coloradas. Como el que ganó fue el disfraz democrático de Oviedo, y como Wasmosy estaba decidido a cerrarle el camino al ex militar, volvió a cambiar de ropas: su alianza con el presidente lo llevó a la vicepresidencia de la nación, que asumirá hoy. Pero para comprender la historia hay que recurrir al mismo Wasmosy, el experto y aparentemente gran triunfador de esta fiesta de disfraces.

Su primer gran disfraz fue el de "víctima": su amigo Oviedo había intentado derrocarlo. Cuando Oviedo tenía el disfraz de "candidato oficialista" y no había forma de que los procesos judiciales en su contra se transformasen en caídas, el presidente creó un Tribunal Militar solamente para condenarlo por aquel intento golpista. Ya vestido como "victimario", presionó a la Corte Suprema lo suficiente como para que ratificara la condena de este jurado. Oviedo fue destituido, se acomodó como nunca dentro del vestido de "víctima" y dejó su lugar a su compañero de fórmula, Raúl Cubas, que tuvo que aceptar por reglamentación electoral el acompañamiento de Argaña, segundo en las elecciones internas coloradas y muy a gusto con su traje de "aliado de Wasmosy".

Pero Cubas no parecía contento con su disfraz. El ahora nuevo presidente paraguayo seguía jurándole lealtad eterna a Oviedo, lo que amenazaba con disfrazar toda la historia de "peronismo"; no sólo por lo de "Cubas al gobierno, Oviedo al poder", sino porque cuando el ex militar fue encarcelado muchos pidieron un 17 de octubre con el pueblo en la plaza. Para asegurarse el destino de Oviedo, Wasmosy logró que el Congreso paraguayo sancionara una ley por la cual no se puede indultar a un condenado hasta que haya cumplido la mitad de su pena. Oviedo recién podrá salir un año después del vencimiento del período presidencial de Cubas, con lo cual en realidad ya no tendrá quién lo indulte.

Cubas "se cree muy comprometido con Oviedo, pero espero que después de asumir sea el que yo conozco", dijo ayer Wasmosy. Cubas es otro ingeniero perteneciente a "los barones de Itaipú" que, por alguna razón, trabó una alianza con Oviedo, pero que todavía no parece dejarse convencer por la lógica de los disfraces; insiste en cambiar esa ley e indultar a Oviedo. Sin embargo, el Congreso que le espera ya formó un frente antioviedista en el cual conviven los colorados de Argaña y de Wasmosy y la propia oposición, que no pudo aprovechar el hecho de que el partido oficialista estaba en una fiesta de disfraces para ganar las elecciones.

Pero en Paraguay lo que no aparece disfrazado es la economía. En el último año, más de 40 instituciones financieras cerraron o pidieron la quiebra por insolvencia, la desocupación sigue creciendo y los escándalos de corrupción multiplican los debes en el tablero fiscal. Estas son las resacas de la fiesta que deberá administrar el nuevo presidente.

 


 

CARDOSO AUMENTA SU VENTAJA
La tercera no es la vencida

t.gif (862 bytes) "No creo en las encuestas", dijo ayer Luiz Inacio "Lula" Da Silva, que se presenta por tercera vez como candidato presidencial para las elecciones de octubre próximo. El último estudio, realizado por el Instituto Brasileño de Opinión Pública (Ibope), le atribuye al actual presidente Fernando Henrique Cardoso un 40 por ciento de las intenciones de voto, mientras que el candidato izquierdista pasó del 28 al 23 por ciento. Según el director del Ibope, Carlos Montenegro, "de mantenerse inalterada esta situación diez días después del inicio de la propaganda electoral televisiva (que empieza el 18 de agosto), no habrá más dudas de que Cardoso será reelegido en la primera vuelta".

"Estoy seguro de que habrá una segunda vuelta", dijo ayer Lula, que en 1989 perdió frente a Fernando Collor de Mello y en 1994 contra el mismo Cardoso. Pero Montenegro estimó que, si llega a producirse esta segunda ronda, el actual presidente obtendría el 52 por ciento de los votos contra un 32 de Lula. En tercer lugar aparecen el ex ministro de Economía de Cardoso, Ciro Gomes, y el candidato ultraderechista Enéas Carneiro, con un 5 por ciento cada uno. Hace tres meses, Lula había logrado alcanzarlo a Cardoso, pero la tendencia volvió a favorecer al presidente, que le hizo caso a uno de sus jefes de campaña, Antonio Carlos Magalhaes. "Cardoso debe ser menos presidente y más candidato", había dicho Magalhaes.

 

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