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Por Hilda Cabrera Formada en las escuelas de Paulina Ossona y Renate Schottelius y en la de Martha Graham, en Nueva York, Ana María Stekelman es una de las coreógrafas de más importante trayectoria en el Teatro San Martín, donde incluso ejerció la dirección del Ballet. Actualmente coreógrafa invitada del Teatro (dicta clases de entrenamiento al Ballet Juvenil y al Contemporáneo), estrena mañana una nueva coreografía, Catálogo, compuesta de cuadros de diferente temática con un personaje-guía. La artista abandona aquí el blanco y negro utilizado en sus últimas creaciones basadas en el lenguaje de tango, que --dice-- tiene formas más rigurosas que la danza moderna, y agradece más lo austero. Además de la incorporación del color, la obra cuenta con escenas inspiradas en cuadros de Francis Bacon. "Como punto de partida, nada más", apunta esta artista influida también por las más diversas corrientes: "Me interesan el art-déco, el constructivismo ruso, los trabajos de Balenciaga, Dior, y el cine en blanco y negro, sobre todo el argentino de los años '50", enumera Stekelman, creadora del grupo Tangokinesis (el mismo nombre de la obra que estrenó en 1993) y autora, entre otras piezas, de Memorias, Coppelia (junto a Alejandro Cervera), Muerte del padre, Bailando en la oscuridad, Jazmines (una de sus primeras incursiones en el tango), La tarde cae sobre una mesa y La consagración del tango. Realizó además la coreografía de tres escenas de la película Tango, de Carlos Saura, en las que bailan Julio Bocca, Carlos Rivarola y su compañía, sobre música de Astor Piazzolla y Lalo Schiffrin. En cuanto a Catálogo, ésta se verá en la Sala Martín Coronado, dentro de un programa que incluye dos reposiciones: Hombres en juego, sobre coreografía de Margarita Bali (codirectora junto a Susana Tambutti del grupo "Nucleodanza") y Vespri, de Mark Baldwin. --¿Cómo es esa influencia del cine argentino? --No sabría explicarlo. Tal vez me gusta porque era el cine que veía en mi niñez. En la coreografía de Tango y fuga, por ejemplo, hay una escena inspirada en "La Quintrala", de Hugo del Carril. A veces las experiencias personales influyen más que las técnicas, sobre todo cuando uno pretende salirse de los códigos, que es bueno conocerlos, pero también aprender a olvidarlos. Claro que sólo los genios, por su capacidad para manejar a la perfección su propio lenguaje, pueden abandonar esos códigos. Un Fellini, por ejemplo. --¿Cree que mantendrá sus clases de entrenamiento en el San Martín? --No. Pero esto no es nuevo para mí. Hace mucho que no tengo un lugar estable en el Teatro, pero me encanta que me llamen. Hace tres años estrené allí La tarde cae sobre una mesa, el año pasado monté una obra con el Juvenil, y ahora Catálogo. Ellos son libres de llamarme o no, y yo no me quejo. Fui directora del Ballet en dos oportunidades, una vez por cinco años (1977-1982) y la última en el '88 y '89, cuando me echaron por el cambio de gobierno. Son las cosas que suceden acá, pero no quiero quejarme. Al salir formé propia compañía, de tango y danza moderna, pequeñísima, con la que hice giras, y en la que ahora están como artistas invitados Eleonora Cassano y Carlos Rivarola. --¿Qué fue lo que le atrajo del tango? --La forma. Empezamos probando una mezcla con la danza moderna, cuidando de no perder la raíz. Por momentos me gustaría hacer algo más zafado, ir más lejos en la investigación y con músicos en escena. Pero para esto necesito dinero. --¿Catálogo sería su único estreno de este año en el San Martín? --En el San Martín sí. Afuera estrené una coreografía con Julio Bocca y el Ballet Argentino, Consagración del tango, una mezcla de La consagración de la primavera, de Stravinsky, y temas de Astor Piazzolla, que presentamos en Mar del Plata, salió de gira por Italia y ahora irá a España y Francia. --¿En qué situación se encuentra hoy la danza en la Argentina? --Es difícil trazar un panorama, pero se trabaja mucho, y mejor de lo que se cree.
Quizá más que ninguna otra expresión artística, la danza siente la falta de apoyo. No
sólo del Estado, sino también de los capitales privados. No hay sponsors para la danza
moderna, a excepción de las becas que da la Fundación Antorchas o el Fondo de las Artes.
A pesar de eso hay muchos grupos que trabajan en forma independiente y un público de
danza informado. Lo que uno quisiera es que el trabajo artístico esté avalado.
Lamentablemente, ni el Estado ni la sociedad toman conciencia de esto. A diferencia de
nosotros, países como Francia e Israel realizaron una investigación para conocer cuáles
eran las áreas más desprotegidas y adjudicaron cantidades suficientes de dinero para
solventar grupos independientes. Eso produjo un movimiento fantástico, y hoy tanto
Francia como Israel tienen coreógrafos fabulosos. |