Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


COMO ES EL COTIDIANO DE LOS ALBAÑILES DE ALTURA

Vivir sin red

Cada cuatro días uno muere, por una caída desde sus altos andamios o por un derrumbe. Cara a cara, hablan de los riesgos, de los empresarios, de su visión de la política y, en muchos casos, cómo es trabajar y arriesgarse en país ajeno.

na18fo01.jpg (7541 bytes)

Por María Ester Gillio

t.gif (67 bytes)  Un obrero de la construcción muerto cada cuatro días es un promedio que puede conducir a la Argentina --país del Primer Mundo-- a figurar en el Guinness. Algunos de los que ganan su vida levantando edificios hablaron con Página/12 del miedo y de las culpas. De todas las culpas.

A las once de la mañana por la puerta de Leandro Alem algunos salen a comprar comida --casco amarillo, abrigo escaso y zapatillas-- apenas escuchan lo que la periodista pregunta, siguen caminando y dicen "después", "mañana" e incluso "yo no sé hablar". Hasta que alguno más joven y más tímido no se atreve a negarse, y mientras dice que no sabe hablar, habla: "Me levanto cuatro y media porque entro a las siete y media y vivo en Florencia Varela".

--¿Estabas aquí cuando cayó el montacargas?

--Sí, estaba en el piso 26, hacía un momento que había subido en el montacargas cuando escuché aquel ruido tan fuerte. Me asomé y vi que éste se había ido a tierra. Bajé por el ascensor y me tropecé con el capataz que corría. Oí que decían "hay muertos" y me quedé parado sin animarme a seguir. Llegaron las asistencias y se los llevaron a todos.

--¿Ahí qué hiciste?

--¿Yo?

--Sí, vos y los otros, ¿qué hicieron?

--Seguimos trabajando la hora que faltaba.

--¿Qué pensabas?

--Que me podía haber tocado a mí. Yo era amigo del que manejaba el montacargas que murió. También pensaba que hay trabajos donde la gente no se muere.

--¿Sabés por qué se cayó el montacargas?

--Ya una vez andaba mal. Hace un mes estaba subiendo y en el piso 25 se cayó de golpe hasta el 21 donde se volvió a enganchar. Los obreros se bajaron y no quisieron subir más. Vino un técnico, lo vio, y dijo que lo arregló. Para mí que no.

--¿Cómo te sentís arriba, en el piso 30 o 32 cuando todavía no hay paredes ni planchadas?

--Estoy acostumbrado. Me olvido que estoy tan alto. Es la única y no hay otra. Si uno piensa no trabaja, al mismo tiempo el peor peligro es estar distraído porque puede tropezar con una varilla y venirse abajo.

--¿No usan cinturón de seguridad?

--Los albañiles y los electricistas no usamos. Usan los de los vidrios. Ellos, además, ganan mucho, aunque no es por eso que usan.

--¿Y vos, cuánto ganás?

--Dos pesos la hora.

--¿Te gustaría cambiar de trabajo?

--Me gustaría estudiar una carrera. Computación por ejemplo. Pero primero tendría que terminar el secundario, hice hasta segundo. No pude hacer más. Somos cinco hermanos y...

--No me dijiste si alguna vez tenías miedo.

--No tengo. Yo sé que a cualquiera le puede pasar de llegar aquí sano y salir muerto. Cuando a uno le toca el turno, le toca. La vida es así. Y nadie se tiene que sorprender si un día me doy de cabeza contra el suelo. Eso le digo a mi madre que no quiere ni oír.

--Pobre tu madre.

--Mejor que lo vaya pensando.

 

Dos chilenos en los tempranos treinta, especialistas en la colocación de los vidrios que constituyen las paredes del edificio acceden a sentarse en un bar y hablar: "¿Ve? --dice el mayor--, usted ya se dio cuenta de que somos chilenos. Eso pasa en Buenos Aires. En la Patagonia nunca nos mencionan esto. Aquí uno dice dos palabras y ya, '¿Tú eres chileno?', dicen".

--No, aquí dicen ¿Vos sos chileno? --corrige el otro.

--¿Les parece que a los ojos de los porteños el ser chileno los disminuye?

--No sé. ¿Usted sabe una cosa rara? Los argentinos en Chile son pesaditos, despreciativos. Aquí no. Aquí son buena gente.

--¿Cómo se sienten cuando están colgados allá arriba, balanceándose con el viento?

--Sí, claro, para usted debe ser difícil. Pero es costumbre nomás.

--¿Piensan en que se pueden caer?

--Sí, pero cuando tengo ese presentimiento hago otro trabajo.

--¿Alguna vez sueñan que se caen?

--Yo sueño que caen otros. Les veo caer y...

--Se angustia...

--No, po. La persona se cae pero no se muere. Yo miro al hombre cayendo y veo que llega al suelo y se levanta y camina. Es así como sueño.

--Le gustaría que no fuera así. ¿Estaban en la obra el día que cayó el montacargas?

--Nosotros salimos a las 6 y el montacargas cayó unos minutos después. Llegamos a la pensión y vimos todo en la tele, pero no sabíamos que era en el edificio de nosotros. La televisión no mostraba la torre. Hablaban de los muertos pero la torre de vidrio no se veía. Recién supimos al día siguiente. Entonces pedimos para trabajar abajo.

--Les dio miedo.

--Mmmm...

--¿Nunca piensan en dejar este trabajo? ¿Es difícil encontrar otro?

--No, no es difícil, lo que pasa es que nuestros sueldos son buenos. Nosotros somos especialistas en vidrios y sacamos unos mil trescientos por mes, depende de la cantidad que hacemos. Usted está pensando que el trabajo es peligroso. Sí es. Yo he visto caer a más de uno.

--¿Les parece que el salario es alto por el peligro?

--No, el peligro no lo pagan. Pagan el trabajo bien hecho.

--Dicen que vieron caer a más de uno. ¿Dónde vieron?

--Fue en Chile donde un montacargas como este de aquí cayó 15 pisos, Iban 13 personas. Murieron varios. Allá no es como acá.

--¿En qué sentido no es como acá?

--Allá caen y nada se dice. Aquí todos hablan, los diarios, las radios. Hay protestas. Allá no. Se muere alguno y se murió.

--Sería durante la época de Pinochet. ¿No había sindicatos?

--Sí, estaba Pinochet. Tal vez no había sindicatos. No sé, no entiendo mucho de eso. No sé cómo era antes. Ahora la gente no se interesa en el tema de los sindicatos. Se interesa en ganar más.

--¿Para ganar más y otras cosas no están los sindicatos?

--No porque los empresarios son los que organizan todo y ellos a la persona que quieren hacer sindicato le dicen chau.

--Antes había un básico y eso ganaba uno. Ahora no, si uno es más avanzado en el tema gana más. Y nadie se interesa en estar agrupado en el sindicato sino en trabajar mejor para ganar más.

--Todos estamos independientes. Cada uno se juega por sí mismo. Y todos trabajan a trato.

--¿Quiere decir, a destajo, por cantidad?

--Sí. No le pagan el día, le pagan el trabajo.

--¿Está casado?

--Creo que tengo mujer.

--¿Cómo que cree?

--Sí, porque ya llevo mucho tiempo trabajando acá.

--La mujer lo está esperando.

--Uhh... no sé. Hasta el momento salió bien. Pero si en una de esas le dio por la independencia.

--¿Qué recuerdan de Pinochet?

--Que mató cualquier gente. Eso no fue bueno. Pero yo creo que fue bueno lo que pasó.

--¿Qué parte de lo que pasó?

--Enderezó un poco a la gente. Porque Allende quería que toda la gente fuera igual. El creía que todos podrían ser profesores sin haber ido a la Universidad.

--¿Quién dijo eso?

--Todos decían. Durante Allende pasaban muchas cosas. La gente quería trabajar cada vez menos y ganar más. Los sindicatos hacían parar. Ahí vinieron los empresarios y dijeron ¡Ya! Con los empresarios y con los Estados Unidos, Pinochet dio el golpe.

--¿Hubo menos pobreza después?

--No, pobreza igual. Pero menos comunismo, menos desorden.

--Y ninguna democracia.

--Ah, sí, puede ser. No sé realmente para quién es la democracia. Para la gente que tiene más plata. No para los pobres. Si el pobre no trabaja la democracia no corre. No le da de comer.

--¿A la gente rica sí le da la democracia?

--Regalías, de todo. Colegios y estudios.

--A los pobres también les da estudios.

--No, porque si hay que ganar el pan de cada día no hay tiempo para los estudios. Aunque sean gratuitos el pobre no va. Y esto lo sabe Pinochet. El manipula todo.

--Y eso a usted no le parece mal.

--Nooo. No sé si sería que yo no fui perjudicado con su sistema. Nunca mató un familiar mío. Mis familiares, todos, no ganan mucho pero viven. Y si quisieran ganar más podrían. Tendrían que buscar, pero no buscan. Quedan quietos nomás, esperando la ayuda de Dios.

 

--Volvamos un poco a los accidentes. ¿Cómo explican ustedes la frecuencia de los accidentes?

--Una cosa mala es que al obrero le cuesta cuidarse. Están tan apurados, tan apurados que no quieren andar amarrándose y soltándose.

 

--Eso cuando trabajan a destajo, cuando trabajan por día pueden andar más lento.

--Tampoco pueden porque andan los jefes mirando y diciendo "rápido", "rápido".

--Y uno está allí tratando. Si uno es soldador tiene que usar máscara, casco. Pone, saca, pone, saca. De pronto se sacó el casco por un momento y le cayó una piedra. Que caen muchas.

 

--¿Cómo ven la gente desde allá arriba?

--Como hormigas sin intención.

 

--¿Intención de qué?

--De llegar a un lugar. Pero yo, cuando estoy arriba, no miro. Porque si miro me da julepe y ganas de irme a mi casa.

--Cuando uno está trabajando tiene que meterse en el tema. La primera vez que sube mira abajo y después nunca más. Sólo hay que mirar el trabajo.

 

--Pero habrá momentos en que piensan en otras cosas.

--Sí, en que deberíamos ganar mucho más porque el peligro es grande.

--Lo más importante es ser amigo del empresario.

--¿Y dónde lo ven al empresario?

--Todos los días lo vemos, po.

 

--¿Están hablando del proyectista de la obra, del director?

--Del ingeniero. Con él conversamos, tenemos una amistad. El sabe todo y nos gusta hablar con él. Porque a él le gusta que nosotros lo halaguemos.

 

--Ah... enséñeme cómo se hace eso.

--Le decimos que lo estimamos, que es un buen jefe. A veces nos lleva a comer a todos los que andamos con los vidrios.

--Cuando el empresario es bueno uno se evita el tema del sindicato. Cuando el empresario ve al sindicato no ve a ningún obrero, a ninguna persona, ve una masa. Nosotros no somos capataces ni tenemos capataz. Nos dicen qué hay que hacer y lo hacemos.

 

--Son especialistas en eso de los vidrios.

--Sí.

 

--¿Cómo ven al obrero argentino en comparación con ustedes?

--Cuando a ellos los mandan a trabajar en la altura, en lugar de poner cuidado, loquean mucho, juegan. Nosotros no jugamos. Será que ellos son más alegres. Pero se descuidan y ya. Eso pasó en el Abasto. Había tres tipos jugando sobre el tablón de un andamio. De repente, no se dieron cuenta, no sé cómo fue, pero estaban sin cinturón y volaron. Uno cayó adentro del armazón de hierro, otro fue a dar a la calle y el otro quedó muy mal. Murieron dos.

 

--¿Cómo se sienten después de algo así?

--Por unos días no trabajamos porque sabemos que la muerte anda rondando.

--Y cuando volvemos tenemos un gran cuidado. Después viene el olvido, sobre todo para el argentino, que es más juguetón y flojo de memoria.

 

--Cuénteme de las diferencias entre los obreros argentinos y los chilenos.

--La gente aquí es más amistosa. El argentino no es pesado como creíamos. En la administración los funcionarios son humildes, amables.

--A veces nos dicen qué pensamos de la guerra en que casi nos enredamos hace años.

--No pensamos nada. Somos independientes de los problemas políticos que pasan allá arriba. Los capos tienen que arreglarse entre ellos y nosotros no tenemos nada que ver y nada que hacer.

 

--¿No les interesa la política?

--Yo sé que con eso se puede ganar mucho dinero, pero hay que aprender. Ese es otro mundo. No es el mundo de los pobres. Mi mundo es trabajar las 24 horas del día. Porque hasta cuando duermo sigo trabajando.

--Cuando llegamos al hotel después del trabajo seguimos hablando de trabajo.

 

--¿No hablan de mujeres? ¿No les gustan las argentinas?

--Nosotros salimos de acá, nos metemos en el hotel y hasta el otro día no vemos la calle. ¿Dónde podemos hablar con las argentinas? Habría que llevar un argentino para hablar con ellas, porque solo una no va.

 

--¿Pero les gustan o no?

--Mmm... las argentinas son muy liberales. A nosotros no nos gustan las mujeres liberales, nosotros somos machistas.

 

--¿Por qué son liberales?

--Trabajan, pasan mucho fuera de la casa, y cuando se casan al poquito tiempo se separan.

--Y mandan mucho en el hombre.

 

--En definitiva, que no les gustan.

--Que va, nos gustan po, todas nos gustan. Pero usted sabe cómo es el sistema aquí. Allá es otro el sistema.

 

--¿En qué sentido es otro?

--Acá uno abre la boca y le dicen al tiro "usted es chileno". En Chile si hay un argentino, nadie se lo dice. Aquí a uno lo marcan.

 

--¿Con mala intención?

--No, pero lo marcan. El dueño del taxi lo marca. Creen que uno anda usurpándoles la patria.

 

--No creo. No están tan enamorados y pendientes de la patria.

--Están sí. Hace unos días subimos a un taxi y el tipo dijo "ustedes van en cana con sólo hablar". Uno entonces no sale del círculo: trabajo, hotel, trabajo.

 

--¿Se sienten tan inseguros?

--Sí, aunque como dice Frei somos tigres de la Malasia. Estamos metidos en todo: NAFTA, Mercosur.

--Pero las mujeres aquí son...

 

--¿Qué son?

--Son muy desinhibidas. Se ríen hasta del obispo. Allá no. Todo se censura. Los chistes, la televisión, las revistas.

 

--¿Y les gusta o no?

--Sí, nos gusta. En la mucha libertad está el peligro. Tiene que haber alguien que apriete, que tire de la rienda.

 

--¿A usted le tiraron de la rienda?

--Un poco. Pero lo que vale es lo que siempre me dijo mi madre: el hombre tiene que mandar en todo. El decide.

 

--¿Y su padre qué decía?

--A mi padre le gustaba el trago, así que mi madre lo mandó lejos. Ella trabajó y nos educó a los cuatro para que seamos duros y nada nos emocione. A mí nada me emociona.

 

--A usted nada lo emociona. ¿Y a usted que es tan callado?, ¿tampoco hay nada que lo emocione?

--A mí me emociona ver los techos y las cúpulas de vidrio terminadas. Las que hicimos en Ushuaia por ejemplo, cuando les da el sol las miro y se me corta la respiración. Eso es lo que más me emociona. Si usted las viera quedaría sin asunto.

 


"Se caen porque los apuran"


t.gif (862 bytes) A las 6 de la tarde don Ramón, sereno de la obra desde hace pocos años, mientras vigila la salida habla de cuando él también corría peligro de caer porque trabajaba en las alturas.

--La gente se cae por el encargado --dice--. Los encargados son muy descuidados; están todo el tiempo apurando a la gente. "Dale, dale. Aquí no viniste a dormir", dicen, y no cuidan la seguridad del obrero. Muchas veces ganan más si el obrero produce más. A ellos les interesa que el obrero siga y siga. Y no ponen atención a la seguridad. Si uno se caena18fo02.jpg (20067 bytes) viene otro.

--Está exagerando.

--Tengo 58 años, hace 43 que trabajo en la construcción y sé de capataces.

--Los capataces son así, ¿y las empresas?

--Ah, las empresas peor. Como cuando el obrero se muere a la familia le pagan miserias, no gastan en seguridad. Mire, le explico: aquí tenemos, en una balanza, los gastos para que el obrero no se caiga y aquí los gastos para el obrero que se cayó. Usted hace cuentas y está claro qué conviene más.

--Pero el que hace eso seguro que irá al infierno.

--En el infierno no va a estar tan mal porque está lleno de compatriotas, jueces, ministros, senadores. Gente de lo mejor está allá.

--Toda gente de gobierno. ¿Y por qué están?

--Porque además de robar, ellos quitan al obrero todas las defensas. Para eso está el Gobierno. Uno escucha que el obrero tiene defensas, pero nunca tiene. El Gobierno siempre está en contra del obrero. Cuando están abajo parece que van a estar a favor, pero en cuantito suben ya se ponen en contra. Cada vez estamos peor.

--¿Cuándo empezó esto de empeorar y empeorar?

--Cuando quedamos sin Perón.

--¿Cuál de las veces?

--Hace mucho, yo era chico.

--Pero se acuerda.

--Esa es una cosa que no se puede olvidar. Yo fui a Córdoba de vacaciones con mis viejos.

--¿Fue la única vez?

--Sí, primera y última.

--¿Y cómo ve las cosas últimamente?

--Ultimamente no queda otra que remangarse, agachar la cabeza y trabajar. Porque además hay mucha desocupación.

--Hoy no está Perón pero hay un gobierno peronista.

--Usted me hace reír. Este gobierno no es peronista. Está contra el obrero. No puede ver una fábrica chica que va y la cierra. Y la fábrica chica es la defensa del obrero.

--¿Por qué la chica?

--Porque ahí uno si llegó a segundo o tercer grado entra. Mientras, en la grande le piden toda clase de papeles, y uno no está a la altura. Dicen que hay países donde el que es obrero no puede nunca ser doctor o empleado, creo que en la India es así. Aquí es igual que en la India. El obrero tiene hijos obreros y nietos obreros y biznietos obreros. Salvo que le salgan chorros que gracias a Dios a mí me salieron buenos.

--¿Qué hacen?

--Uno es oficial de albañil, otro maneja un camión y la chica está en una cartonería.

--¿Y qué le habría gustado para ellos?

--Ah... --dice suspirando largamente--. Yo en lo único que estoy bien es en que salieron muy educados. Hoy en día los hijos a los padres les contestan mal y hasta les pegan. Ellos siempre me respetan. Tienen más de treinta y cuando yo digo algo, aunque no les guste agachan la cabeza y se callan. Después cuando pasa todo me dicen "Papá te equivocaste". Yo muchas veces les doy la razón. De eso estoy orgulloso. Jamás me hicieron pasar vergüenza.

--¿Cómo ve a los sindicatos? ¿Piensa que son positivos para el obrero?

--Yo nunca anduve por los sindicatos.

--No le gusta nadie.

--No, porque cuando van viviendo van siendo peores. ¿Cuánto prometió Menem al obrero en el '89? ¿Usted se acuerda? Que le va a aumentar el sueldo al obrero, que no le va a faltar trabajo. ¿Y qué hizo cuando llegó? Tratar de que haya dos clases: pobres pobres y ricos ricos.

--¿Usted piensa que todos los candidatos son iguales?

--Antes de llegar son todos distintos, pero después cuando crecen y llegan a presidentes son todos iguales. Es el mismo caso que los niños. Los niños son todos iguales, los grandes son todos distintos.

--No cree en nadie.

--¡Pero señora! Si después de 58 años siguiera creyendo habría que encerrarme en el Borda.



PRINCIPAL